Nuevas librerías

En los últimos meses hemos asistido a la apertura de nuevas librerías en nuestra ciudad

Suele ser frecuente que los que disponemos de un espacio para publicar nuestras opiniones en los medios de comunicación, dediquemos la mayor parte de nuestros artículos a aspectos negativos de nuestra ciudad o la sociedad en la que vivimos. Y no quiere decir que eso esté mal. Nuestra labor no es la de levantar el ánimo de los ciudadanos ante la desidia de las administraciones, justificar el saqueo de la economía familiar para mantener la mamandurria clientelar o tranquilizar a los pensionistas ante la alarma de que están vaciando el fondo de reservas. Pero, a veces hay buenas noticias de las que no está mal que nos hagamos eco.

En los últimos meses hemos asistido a la apertura de nuevas librerías en nuestra ciudad. De la misma forma que lamentamos el cierre de lugares emblemáticos como Céfiro, debemos celebrar la llegada de nuevos locales dedicados a la venta de libros y desearles, como al César, larga vida, aunque parece difícil. Da la impresión de que situaciones como las planteadas en la película La librería siguen de plena actualidad, con las debidas matizaciones. Abrir una librería sigue siendo un ejercicio de romanticismo por parte del librero y el hacerse clientes habituales de ellas una mezcla de nostalgia y fidelidad por parte del lector.

A las clásicas librerías de fondo como Reguera y Palas, que van sorteando la crisis del sector con grandes dosis de convicción y profesionalidad, y a cadenas como La Casa del Libro, se unieron nuevas formas de entender la venta de libros como ocurre en Rayuela, Un gato en bicicleta, La Caótica o El gusanito lector. No quiero seguir la lista para evitar olvidos indeseados, pero son numerosos los ejemplos de los intentos de reconversión de un sector considerado imprescindible y que hace esfuerzos por reinventarse.

En poco tiempo hemos asistido a la apertura de La Isla de Siltolá, La Botica de los lectores, Verbo o La Isla de papel en diversos sectores de nuestra ciudad. Sean todas bienvenidas a un mundo en el que dicen que cada vez se lee más, aunque pienso que no en el sentido que debe entenderse la lectura. Leer noticias en el móvil, cotilleos en las redes sociales o novelones en una pantalla no es una auténtica lectura. Leer es ponerse el batín y las zapatillas, sentarse en un sillón de orejas, crear un ambiente acogedor y de silencio, tomar un libro entre las manos y olvidarse del resto del mundo.

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