la opinión invitada

Materia gris para capear el temporal

  • El autor propone buscar en la ingeniería soluciones a los efectos del cambio climático

Materia gris para capear el temporal

Materia gris para capear el temporal

El cambio climático nos envía fenómenos extremos, pero cada vez más frecuentes. No tenemos más que ver los temporales acompañados de fuertes vientos cuyas lluvias torrenciales desembocan en fuertes inundaciones. La costa andaluza, principalmente la gaditana y la malagueña, sufrieron recientemente el azote de la gota fría o DANA, dejando en algunos casos daños personales y especialmente materiales. Todos tenemos aún fresco en el recuerdo los temporales de finales de 2016 y principios de 2017 en Málaga, con cifras récord de lluvia. Ante estas situaciones cada vez más habituales, si bien no existe el riesgo cero, es posible mitigar sus efectos con estudios con mucho mayor nivel de detalle y más soluciones innovadoras. Más ingeniería, pues, frente al cambio climático.

La ingeniería es mucho más que el diseño de la línea de alta velocidad Madrid-Granada o del puente de la Constitución en Cádiz. La ingeniería tampoco es sólo obra como tal, sino que es principalmente materia gris, que debe ser el punto de partida para mitigar los riesgos de estos fenómenos. Las ingenierías, de hecho, no reclaman grandes obras, sino estudios con mayor nivel de detalle y con una visión 360 grados, que combinen múltiples variables como la urbanización, el impacto social, el medio ambiente, la eficiencia de las inversiones, etcétera. La idea es anticiparse, es decir, prevenir el efecto devastador de las crecidas del mar o de los ríos (o de ambos) a partir de decisiones basadas en estudios rigurosos. Sin embargo, con el apoyo actual que se da a la ingeniería no es posible conseguir ese nivel de detalle costa por costa, municipio por municipio y cuenca por cuenca, y evaluar así los riesgos para tomar las decisiones oportunas de acuerdo a criterios de planificación. Por eso es fundamental recuperar la inversión en los planes de inundaciones, que se ha reducido hasta la décima parte de lo que era antes de la crisis.

"La idea es anticiparse y prevenir a partir de decisiones basadas en estudios rigurosos"

Precisamente por no invertir en estos planes nos encontramos con que las comunidades autónomas y los municipios afectados se ven abocados a tener que realizar grandes esfuerzos económicos para solventar los destrozos provocados por estos fenómenos, sabiendo perfectamente que los arreglos durarán exactamente lo que tarde en aparecer otro temporal. Es una inversión a "temporal" perdido.

Los efectos causados por las inundaciones son diversos y en el caso de los litorales nos encontramos con el problema de la erosión y el aumento del nivel del mar por el cambio climático. Como decía antes, mejor prevenir que curar. Aquí la ingeniería puede trasladar soluciones muy innovadoras que permitirían reducir los efectos de los temporales y otros fenómenos extremos. Un impacto que adquiere un tinte más dramático si pensamos que los litorales están muy urbanizados y, por tanto, los riesgos para las personas aumentan sensiblemente. En este sentido, existen soluciones como arrecifes artificiales, diques perpendiculares u horizontales a la costa, restaurar los cordones dunares para que sea la propia arena la que frene la erosión, etc. Pero también se puede trabajar en soluciones innovadoras que requieren de análisis previos muy profundos que los ingenieros españoles están perfectamente capacitados para desarrollar, siempre que se disponga de los fondos necesarios para ello. Lo cierto es que cada problema y cada lugar requiere de unas soluciones particulares, pero hay que invertir en estudiar qué se necesita y cómo. Sólo así podemos anticiparnos y capear mejor los temporales.

Los fenómenos extremos que vive Andalucía y el resto de España lo son por exceso, pero también por defecto. La sequía es otro caballo de batalla, como bien sufre por ejemplo la cuenca del Guadalquivir. En este sentido, hasta el próximo mes de marzo está en periodo de consulta pública el proyecto de ley de medidas urgentes para paliar los efectos de la sequía. Sin duda es de agradecer una revisión de la legislación, pero lo que hay que tener en cuenta es que no basta con activar planes de actuación cuando hay una situación de alerta, sino que hay que tomar medidas estructurales para poder incrementar la oferta de agua y tener recursos garantizados en épocas de escasez, máxime cuando estamos ante un fenómeno cíclico. Al igual que con las inundaciones, conviene pensar en prevenir mejor que en curar, es decir, invirtamos en obras de regulación que ayuden a mitigar los perjuicios económicos, sociales y medioambientales de la sequía y que a su vez nos ayudarán a evitar los daños producidos por las lluvias. Estamos ante un problema recurrente, por lo que está plenamente justificado que nos pongamos la tirita antes de tener la herida. Así, en un país de clima árido o semiárido como el nuestro y con una distribución de los recursos hídricos tan irregular -el norte, que representa el 11% del territorio, aporta el 40% de las lluvias- hace falta "como el comer" avanzar en la construcción sostenible de embalses y otras infraestructuras como pueden ser los trasvases intercuencas, que generalmente ya se encuentran contemplados en los planes de las diferentes cuencas.

Junto con la inversión en infraestructuras pendientes, es imprescindible una mayor inversión en mantenimiento y conservación de las obras hidráulicas ya existentes, y es que podemos pecar de autocomplacencia cuando hacemos obra nueva, sin darnos cuenta de que es igualmente importante conservar aquello que ya está construido. Y es que España sufre un mal endémico con el agua. Arrastramos la falta de un Plan Hidrológico Nacional, sufrimos los rigores cíclicos de las sequías que nos "sorprenden" cada vez que tienen lugar, y ahora se suma el cambio climático para ponérnoslo más difícil. Nuestro país necesita un enfoque integral en torno al problema del agua, o siempre nadaremos a contracorriente.

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