En el año 2008 visité a los responsables municipales de la ciudad de Friburgo (Alemania). Aunque todavía hay mucha gente que lo desconoce, esta ciudad del sur de Alemania está hermanada con Granada, entre otras cosas porque ambas tienen mucho en común (tamaño, universidad etc.), aunque no tanto como algunos quisiéramos.

El sistema de transporte de Friburgo es una de sus perlas y alcanza cotas muy altas en el uso de la bicicleta y de los transportes públicos.

Esta ciudad también mantiene un modelo urbano basado en la calidad ambiental, cuyo mejor exponente es el ecobarrio de Vauvan construido reutilizando los terrenos de un antiguo cuartel del ejército francés. Todavía recuerdo las palabras del concejal del ramo cuando señalaba que la primera persona que habitó Vauvan pudo ir a su barrio en la línea de metro que habían construido para este nuevo desarrollo urbano.

El 31 de marzo se pone en marcha el metro de Granada, y con ello nos pareceremos un poquito más a Friburgo. Después de algunos retrasos y muchos sobrecostes, parece que por fin vamos a ver rodar vagones sobre y bajo las calles de Granada. Aunque por ahora va a ser una prueba, ya que las frecuencias definitivas no van a funcionar hasta dentro de varios meses (esperemos que no muchos).

Sin duda alguna se trata de una buena noticia para nuestra ciudad dado que las inversiones en transporte público son útiles para resolver dos de nuestros principales problemas: el colapso del tráfico y la contaminación que genera.

Pero es fundamental que este nuevo medio de transporte funcione adecuadamente y se use mucho. Por lo tanto es clave que se desarrollen las medidas e inversiones necesarias para integrar esta infraestructura en la red de transporte público metropolitano. Llama la atención que a 45 días de la inauguración todavía no se haya abordado esta cuestión y que los planes de movilidad no se apliquen como el de la capital o sencillamente tarden demasiado en aprobarse como el del área metropolitana.

En su momento muchos criticamos que la LAC se hiciera de espaldas a la ciudadanía y sin coordinarse con la red de transporte público metropolitano. La inauguración del metro no puede incurrir en los mismos errores, porque debería ser más bien un acicate para mejorar el diseño y las frecuencias del transporte urbano y metropolitano.

Aunque esta modificación tendría que estar hecha ya, todavía queda tiempo para avanzar y evitar disfunciones innecesarias. Por ejemplo, el intercambiador que se improvisó en el Palacio de Congresos debería desplazarse para estar más cerca del metro y favorecer así la conectividad de la red. ¿Harán algo?

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