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El motor de Europa

Alemania congela salarios para evitar despidos

  • En 2003 el país dio con la tecla: costes laborales contenidos, flexibilidad y contratos a tiempo parcial.

Alemania es la musa y la tirana de Europa. Uno de sus grandes motivos de orgullo, presente en la propaganda que otorga al país la superioridad moral y económica para dar lecciones, es el mercado laboral. Más de 41 millones de ocupados y una tasa de paro que ronda el 6% en plena crisis constituyen el premio tras las reformas acometidas entre 2003 y 2005 bajo el mandato de Gerhard Schröder y el timón técnico de Peter Hartz. El éxito se debe a una combinación de factores: moderación salarial, la tradición secular del contrato a tiempo parcial y la flexibilidad interna.

Los alemanes ganan 6.000 euros más al año que los españoles (32.572 de media en 2010, según la OCDE), permanecen en sus empresas dos años y dos meses más (10,6 en total) y ajustan mejor la formación obtenida al puesto desempeñado: su sobrecualificación es del 18% frente al 25% promedio en los países de la OCDE. Pero Alemania no es un milagro. Los minijobs son soluciones temporales para estudiantes con problemas de financiación. En una década, la precariedad ha aumentado: 7,3 millones de personas cuentan con trabajos mal remunerados. El kurtzarbeit o contrato a tiempo parcial es un buen síntoma de flexibilidad, aunque el exceso es tan malo como el defecto: sólo Holanda y Austria rivalizan por el oro en la aplicación indiscriminada de esta fórmula, que ha progresado cinco puntos (hasta el 7,9% del total de contratos) entre los hombres y diez (37,9%) entre las mujeres.

El Insituto de Investigaciones Laborales, adscrito a la Agencia Federal de Empleo, advierte que "la probabilidad de un parado de lograr un trabajo permanente ha caído alrededor de un 7%. La expansión de formas atípicas de empleo (temporal, a tiempo parcial, vía ETT) y un sector de bajos salarios que gana terreno gradualmente en Europa sugieren que cada vez más el coste de conseguir un trabajo pasa por renunciar a su calidad". Menos dramática es la visión que ofrece el británico Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales: "La reducción del empleo fijo en Alemania habría sido probablemente un 0,7% menor si no existiesen los contratos a tiempo parcial".

La moderación salarial ha sido uno de los mejores trucos alemanes. Entre 1990 y 1995, los sueldos avanzaron un 2,1%. A partir de entonces, sobriedad e incluso pérdidas de poder adquisitivo. En 2009, con un año de crisis ya a cuestas, las retribuciones germanas cayeron un 0,2% mientras en España se disparaban un 4,5%. El contraste con otras épocas de recesión es muy fuerte. A mediados de los años 70, por ejemplo, los sueldos reales crecían casi un 6% anual.

La Fundación Bertelsmann recopila en un estudio algunos desequilibrios: A. Los trabajos pata negra se concentran en la industria transformadora. La precariedad prefiere los servicios, que absorben a 30 millones de ocupados por los 10 de la rama industrial. Sólo Luxemburgo, Polonia, Holanda y Malta han destruido más trabajos a tiempo completo que Alemania en los últimos años. B. La carga fiscal es elevada y desigual. Para los salarios medios se sitúa en el 42,7% (19% en España antes de las últimas subidas de impuestos) y para los bajos en el 37% (13,9%). C. La negociación colectiva ofrece una cobertura muy dispar por regiones y sectores. D. Entre 2003 y 2008, los sindicatos perdieron el 16% de su afiliación (es discutible si esto es negativo). E. Las diferencias entre Este y Oeste son sensibles. F. La temporalidad es muy alta entre los jóvenes. En la franja de edad que va de los 15 a los 24, aquella creció del 38% de 1994 al 57,2% de 2010.

Al parado se le protege mejor en España. No sólo porque el Estado destine una cuña mayor del PIB al efecto (2,81% versus 1,18% en 2009), sino porque los 33 días por año trabajado generalizados en los despidos improcedentes suenan bien si se analiza el método alemán. Allí, sólo hay derecho a la indemnización si el trabajador renuncia a emprender acciones legales. El cálculo clásico, que deja la cantidad en unos 15 días de media, consiste en pagar la mitad de las tres cuartas partes de los ingresos mensuales por año trabajado. El país cuenta con siete modalidades de despido.

Respecto a las prestaciones, cuentan dos referencias: los siete años previos al despido y la edad del despedido. El tope estándar está en 12 meses, pero alguien con 58 años y más de 64 meses trabajados podrá alargar la prestación hasta 32 mensualidades. El parado ha de estar disponible para ocupar un puesto similar. Durante los tres primeros meses, aceptará cualquier oferta que suponga cobrar el 80% de lo que ganaba en su anterior empleo. El cuarto mes se conformará con un 70%. Y después del sexto se quedará con cualquier sueldo que supere la prestación.

Al igual que en España, existe un subsidio posterior que cobra quien demuestra que no puede vivir por sí mismo ni con ingresos o patrimonio familiar. El importe asciende a 374 euros.

Cuando el Este lastraba al Oeste con un paro del 18%

La situación alemana antes de la Reforma Hartz era bien distinta a la actual. Entre 1990 y 2003, el PIB crecía un 18%, la mitad que Reino Unido u Holanda en el mismo periodo. Esa modesta evolución de la economía era inferior al 2% anual necesario para crear empleo. La ocupación caía en 13 años un 0,4%. La tasa de paro era en el Oeste del 9,6% y de un espectacular 18% en el Este. La unificación lastró los indicadores macro. Respecto al mercado laboral, disparó un tercio la fuerza de trabajo y evidenció la escasa cualificación de la Alemania oriental y sus dificultades para funcionar en el libre mercado. Pese al doble reto de la formación y el tránsito al capitalismo, los dirigentes occidentales convirtieron en prioridad, al mismo nivel, la progresiva equiparación de salarios a uno y otro lado del (antiguo) Muro. El resto lo hicieron Schröder y Hartz.

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