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Elecciones en Cataluña · La candidata de C's

Inés contra el 'procés'

  • La niña jerezana enamorada del independentista Guardiola es ahora la heroína de los catalanes que ansían detener la deriva separatista y figura en las encuestas cerca de poder ganar el 21-D

"No conoces Cataluña, no entiendes Cataluña", le espetó en el programa Salvados de Jordi Évole la jerezana Inés Arrimadas, candidata a la presidencia de la Generalitat por Ciudadanos, a la secretaria general de Esquerra Republicana, Marta Rovira, con muchos apellidos catalanes, nieta y bisnieta de alcaldes franquistas en pueblos que hoy son esencias carlistas de la catalanidad y la independencia. Rovira, que se trastabilla con el castellano del catalán tan catalán que habla, no contestó. Hay que tener mucho arrojo para ser una recién llegada -Arrimadas sólo reside en Cataluña desde hace ocho años- y soltarle esto a un linaje tan ancestral y rancio como el de Lady Procés, que es como llaman a Rovira en algunos medios que jalean este jaleo que es la independencia virtual. Y es que a Arrimadas, mezcla de muchas más sangres que Rovira, nacida en Jerez en 1981 pero de padres salmantinos, una de las cualidades que la califican es el arrojo, aunque en todas las entrevistas personales que se le han hecho cuando le piden que diga un defecto habla de su timidez. Una tímida andaluza a las que parte de la catalanidad española la encumbra en plan heroína, una Agustina de Aragón, una Mariana Pineda, con su corazón cuarteado con la senyera, la rojigualda y las estrellitas europeas.

¿Quién se lo iba a decir a esa chiquilla, la hermana pequeña de cinco hermanos, que nunca levantaba la mano en las clases de la Compañía de María de Jerez? Sus maestras la recuerdan con cariño ahora que se ha hecho tan famosa, aunque si no fuera tan famosa quizá no la recordarían porque no era de las alumnas que dejara huella. "La recuerdo discreta, nunca se quejaba de nada", rememoraba su señorita Angelines, que le daba Matemáticas.

Tiene la misión de intentar comprender a una parte de Cataluña que vive "en Matrix"

Los orígenes no son un asunto sin importancia en la batalla electoral en la que ahora anda liada. Uno de los portavoces de Esquerra en el Parlamento, con origen andaluz, Gabriel Rufián, es el encargado en el panorama político catalán de repartir certificados de catalanidad y fue célebre su crítica a Arrimadas porque precisamente fue simplemente esa: "Es jerezana y lleva seis años (hoy ocho) en Cataluña". Pese a ello, la encuesta del CIS asegura que no es descabellado que esta jerezana se imponga el próximo 21 de diciembre a sus seis rivales catalanes. ¿Cómo se logra eso? ¿Cómo puede barajarse en un escenario como el que se ha vivido, "un proceso más kafkiano que el proceso de Kafka", en palabras de Arrimadas, que una mujer con tan poco pedigrí político y raíces tan recientes en la comunidad pudiera ser presidenta de la Generalitat?

Quizá porque Rovira no entiende a los catalanes, quizá porque en este procés los catalanes de linaje no han entendido nada. Quizá porque en todo este follón los andaluces, una segunda generación de andaluces, alimentados en sus asociaciones folclóricas y en sus ferias de abril hasta el atragantamiento por las subvenciones del pujolismo, han tenido mucho protagonismo. El elenco de descendientes andaluces en las filas independentistas de Esquerra y la CUP es interminable, quizá por reafirmación, quizá porque son muchos, quizá porque catalanes de linaje en Cataluña no hay ni un 30%. Y entonces todo se complica mucho y Rovira se lía y Rufián, que es un niño malo andaluz, hace sus trastadas. Paradójicamente, este movimiento revoltoso independentista tiene también su componente andaluz. Y Arrimadas -paradoja dos-, andaluza que se confiesa desordenada, representa algo de orden en este monumental desorden. De ahí la empanada. "Viven en Matrix", otra frase de la factoría Arrimadas y su equipo.

El recorrido de la joven política catalana/andaluza es conocido porque ya despuntó en las anteriores autonómicas convirtiéndose en jefa de la oposición. Todos los medios se apresuraron a saber algo más de esta mujer atractiva, con estudiado aplomo, sin rastro del acento andaluz con el que creció. Así supimos que no fue ni buena ni mala estudiante, que tiene facilidad para aprender idiomas -habla catalán con absoluta fluidez, dicen que como una nativa- y que su pasión por Cataluña le viene del fútbol. Comomuchos chicos de su generación, el Dream Team de Cruyff y Guardiola le hizo culé, como muestra del valor sociológico que tiene este deporte en nuestro país. En el programa de Bertín Osborne, al que acudió bastante azorada para cocinar de primero un salmorejo andaluz y de segundo unas mongetes catalanas, confesó que de colegial llevaba una foto de Guardiola en la carpeta, cuando a Guardiola no le daba por hablar de su pueblo oprimido. Arrimadas se formó, viajó, obtuvo trabajo en una consultora catalana y, a las primeras de cambio, en cuanto surgió un puesto en Barcelona, se fue para allá. No como tantos andaluces abocados a la emigración económica: ella lo hizo por convicción. Quería vivir allí, quería ser parte del dream team antes de que todo se convirtiera en una pesadilla.

Al poco de llegar, una amiga le lleva a un encuentro de Ciudadanos. Algo se le reveló. Los extraños en tierra extraña siempre buscamos un club. Su club fue Ciudadanos. Ciudadanos es un producto puramente catalán, una respuesta de cierta élite intelectual a la asfixia en la que el pujolismo había sumergido a un pueblo -a ellos les gusta lo de pueblo- que, salido del universo olímpico, creativo y moderno, decidió regresar al provincianismo. No es objeto de este artículo analizar cómo de aquello salió el procés, pero sí lo es que tarde o temprano surgiera Ciudadanos, un partido español catalán, como el que en su día intentó, con estrepitoso fracaso, Miquel Roca.

Ciudadanos no es un movimiento popular sino una organización que responde a una necesidad. Es lo que en estos días hemos conocido con el nombre de mayoría silenciosa, "silenciada" siguiendo el discurso de Arrimadas. Como toda mayoría silenciosa está formada por gente que huye de lo multitudinario y se encuentra incómoda en las escenografías épicas. Pero son ciudadanos como los demás y, en buena parte, ciudadanos de linaje catalán. Ciudadanos les hace el trabajo a esos ciudadanos. Igual que Albert Rivera fue un producto, Arrimadas salió de esa misma fórmula de cazatalentos. Joven, formada, guapa -ella se sorprende cuando se lo dicen porque, dice, nunca lo fue- magnífica oratoria, inteligente. El envoltorio era sugerente y hasta era sugerente que no fuera catalana. No es una líder surgida del pueblo, ni ella misma sabe muy bien cómo ha acabado donde ha acabado. Y no lo sabe porque ha sido designada.

Si eres independentista puedes decir que Albert Rivera es el nuevo José Antonio, mezclar el tocino con la velocidcad calificando a Ciudadanos de fascistas y neoliberales al mismo tiempo, pero si te ponen delante la carita de Inés Arrimadas todo ese argumentario se te viene abajo porque cada palabra tiene un referente y las palabras viejas no cuadran con Inés Arrimadas porque es un reclamo político absolutamente nuevo aunque Ciudadanos no lo sea. Inés Arrrimadas es la obra perfecta del laboratorio Ciudadanos. Tan perfecta que puede conseguir que un independentista como Xavier Cima, concejal de Ripoll por Convergència y parlamentario, lo abandone todo por amor. Cima ya no es independentista, ya no es convergente: ahora es un fan de su mujer. Votará a Ciudadanos y reconoce que le encanta la Feria de Jerez. Cuidado, esta chica es peligrosa, el amor por encima de la nación.

En el que hasta ahora ha sido el discurso de su vida,de 13 minutos y 36 segundos, el día en que Puigdemont decidió arrojarse al camino sin retorno de la independencia imposible por cobardía o ignorancia, ella le miró fijamente y puso delante de él un cartel propagandístico de la antigua Convergència en el que se leía: "La España subsidiada vive de la Cataluña productiva". Por entonces, ya se habían ido 1.800 empresas de la Cataluña productiva. "Mis padres, mis hermanos y muchos de mis amigos viven en Andalucía. No voy a permitir que les pidan el pasaporte para venir a verme". Y exhibió su pasaporte. Tantatachán. Ahí se declaró andaluza, catalana, española y europea. "Cataluña es mi tierra, España mi país y Europa mi futuro".

Cualquier obeservador imparcial, ideologías aparte, puede apreciar que su oratoria es brillante. Incluso se podría llegar a la conclusión de que esa Andalucía subsidiada, gracias a la Cataluña productiva, entrega magníficos políticos catalanes y quién sabe, aunque es improbable, si esta Andalucía subsidiada entrega la primera presidenta de la Generalitat. Un final así, digno de una serie de la HBO, tendría que hacer recapacitar a quienes han convertido el discurso de las identidades y las sensibilidades en una reivindicación indescifrable. A la niña que llevaba en Jerez la camiseta de Guardiola le han encomendado la misión de intentar descifrarlo y reconciliar las dos Cataluñas. Quizá sea demasiado incluso para una andaluza, que una cosa es seducir a un independentista y otra seducir a Cataluña entera. A esta Cataluña crispada que ella quiere presidir.

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