etnozoología Identidad cultural y medio ambiente en Andalucía

El lento ocaso de la 'medicina folk'

  • Un estudio de la Universidad de Granada documenta prácticas de curación ancestrales, presentes en la memoria de comunidades rurales, que forman parte de un patrimonio etnológico en vías de extinción

Una parte del patrimonio inmaterial de Andalucía está muriendo lenta pero inexorablemente: la memoria de las prácticas de curación tradicionales, el uso con fines terapéuticos de los animales del entorno. La medicinafolk. Un grupo de investigación del Departamento de Botánica de la Universidad de Granada está empeñado en documentar estos usos ancestrales y una parte de sus estudios ha cuajado en un artículo que acaba de publicar Guillermo Benítez en Journal of Ethnopharmacology. Ese trabajo es una de las pocas referencias existentes en este ámbito para España y está centrado en relatos recogidos en 14 municipios rurales del oeste de Granada. El contexto original de la investigación es la tesis doctoral de Benítez, actualmente profesor del Departamento de Ciencias Biomédicas de la Universidad Europea de Madrid.

A través de 42 entrevistas mantenidas con personas que viven en estas comunidades sobre la utilización de animales con fines terapéuticos, Benítez ha documentado 61 usos medicinales asociados a 26 animales distintos, bajo 67 formas de preparación diferentes. Quizá el urbanita contemporáneo pueda hoy sonreír cuando oye hablar de estas cosas con una cierta superioridad fatua que, en realidad, es estupidez: porque en esas tradiciones se contienen algunas marcas de identidad cultural que son las raíces que arraigan a mucha gente a un territorio de creencias, valores y sentimientos que configura una cierta visión del mundo, si no se documenta, desaparecerá. "Actualmente, la vigencia de esas prácticas es escasa", señala Benítez. "Quizá, al margen de la miel, el huevo y las grasas animales para la elaboración de pomadas y ungüentos -explica este investigador-, las más usadas, y de forma esporádica, son el Berberomeloe [curica, curita, aceitera] para las verrugas y como analgésico, las camisas de serpientes para el resfriado y estos mismos reptiles para los eccemas. También para eccemas y sabañones se recurre a la orina, y a la leche materna para el dolor de oído". Este conjunto de prácticas, en las que se mezclan la finalidad terapéutica con la magia y la religión, son un patrimonio etnológico. "Por mediación del entendimiento del cómo y el porqué un pueblo usa un recurso para una afección concreta se pueden averiguar diversos aspectos de su cultura", dice este experto.

En general, los remedios derivados de animales se utilizan mediante aplicación directa (72% de los casos, según los datos de Benítez). Pero también se recurre a los aceites tras la maceración de los animales o, incluso, después de ser fritos a fuego lento. En otro pequeño porcentaje de casos (10%), los animales se cocinan y se comen. Con estos procedimientos, las personas que recurrían o recurren a los remedios animales pretendían o pretenden resolver ciertas dolencias: "La mayor parte de los casos son autotratamientos que probablemente no se comuniquen en los centros de salud, de gente de cortijos y medios rurales muy aislados que prácticamente no tenían asistencia sanitaria reglada en tiempos pasados", dice Benítez. Fundamentalmente estas prácticas pretenden combatir resfriados y erupciones cutáneas, aunque también golpes, heridas y problemas osteoarticulares. Uno de los casos más llamativos es el uso del escorpión como antídoto de picaduras de animales venenosos: el producto resultante del proceso de freír el escorpión en aceite de oliva, a fuego lento, se guarda en una botella y se aplica, precisamente, sobre la picadura de escorpión o de otra especie ponzoñosa. Según la investigación de Benítez, el aceite de escorpión ya aparece documentado en la región (en Loja) como producto farmacéutico inventariado en 1690 en revisiones de boticas.

También se han usado las lagartijas: se asocia la caída de las verrugas a la supervivencia del animal tras la mutilación del rabo; y si el ejemplar (vivo) se introduce en un canuto de caña y se cuelga al cuello, remiten el dolor de huesos y la irritación de los lacrimales causadas por esas fístulas conocidas popularmente como rijas; un problema que los oftalmólogos de las generaciones más recientes hace tiempo que han dejado de ver, porque los avances en la calidad de vida y en la atención sanitaria en el medio rural las han hecho casi desaparecer. Asimismo, el sapo ha servido para prevenir infecciones en los cerdos: colgar ejemplares vivos de estos batracios del tejado de las cochiqueras se entendía como una protección contra la infección bacteriana de Erysiopelotrix rhusiopathiae, el mal colorado del cerdo.

Tela de araña para el dolor de garganta, larvas blancas (gusano del pasmo) como antiinflamatorio, cuerno de ciervo para prevenir enfermedades diversas... "Nuestro modo de vida -explica Benítez- se ha acelerado notablemente respecto a tiempos pasados y eso juega en contra de la conservación de este conocimiento". "En general -dice el investigador- son los mayores los que poseen estos saberes. Los más jóvenes a veces recuerdan que su padre, su abuelo, su vecino, les contó que esto servía para curar esto otro, pero al no haberlo usado ni haber aprendido la técnica completa, falta información y la parte perdida es muchas veces importantísima".

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