Minas despiertas

Es fundamental vigilar cualquier exceso, los que se quedarán serán los que sufrirán las consecuencias

Tras catorce años de inactividad, en el año 2015 empezó a moverse tierra en la mina dormida de Riotinto, y desde entonces se ha acelerado su actividad de manera vertiginosa. Y junto a ella hemos visto también cómo han fructificado los proyectos mineros de Aguas Teñidas o de Sotiel Coronada. El precio del metal se ha disparado y eso es lo que ha permitido reabrir minas en nuestra provincia y en otros lugares de España. Podemos pregonar pues que ¡las minas han despertado!, y lo que es evidentemente una gran noticia en comarcas muy dañadas económicamente, también supone asumir una serie de riesgos que deben tenerse en cuenta.

Por un lado hay que prever el impacto sobre el equilibrio socioeconómico de la comarca. Las minas se abren al albur de la cotización del mineral, y con la misma rapidez podrían cerrarse y sus promotores emigrar como alma que lleva el diablo. Es algo que ya hemos sufrido. Facilitar la apertura y no prever el cierre es un error, se generan y cubren expectativas de manera inmediata, pero el impacto de una suspensión sobrevenida sobre las economías familiares y los microsistemas económicos comarcales podría ser peligroso. La boyante pero previsiblemente "efímera" actividad económica tendría que servir para relanzar en la zona actividades económicas más sostenibles, por ejemplo para industrializar o para formar a la población en una dirección que no fuese exclusiva.

Por otra parte están las consecuencias medioambientales. Quiero pensar que éstas han sido suficientemente revisadas por las administraciones, ya que les han concedido las autorizaciones pertinentes, pero no olvidemos que la legislación en esta materia depende de una Ley de Minas promulgada en 1973, preconstitucional por tanto, y denunciada como obsoleta de manera reiterada. Nuestra provincia ya ha sufrido de manera indudable consecuencias ambientales y paisajísticas inmensas, y de hecho en Riotinto ya existen residuos previos, tanto propios como procedentes del polo químico de Huelva, cuyo impacto actualmente se desconoce y sobre los que no se ha acometido descontaminación alguna. Es fundamental vigilar con celo cualquier exceso, los que se quedarán serán los que sufrirán las consecuencias.

Tanto si la minería ha venido para quedarse como si sólo está de paso, debemos poner encima de la mesa sin complejos las amenazas y retos que nos plantea. Minas abiertas, pero sobre todo mentes y ojos abiertos.

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