N style="text-transform:uppercase">o es que en Huelva dispongamos de grandes palacios adornados con tapices flamencos, como los de La Zarzuela, aunque a decir verdad el principal palacio que tiene Huelva es su marisma. La marisma que rodea a la ciudad tiene dos caras bien diferenciadas: la del río Odiel, declarada parque natural, espacio privilegiado de cría y observación de gran número de aves, incluso alguna nutria se empieza a dejar caer, y, en su opuesto, la marisma del río Tinto, estercolero, patio trasero, vergüenza de unos tiempos en los que todo valía.

Aquí los desmanes del desarrollismo no cesaron con la llegada de la democracia, ni siquiera con la entrada en la Unión Europea, sino que han perdurado sine die hasta el agotamiento del ciclo natural de la industria que lo generó, o el varapalo judicial de un proceso que ha tenido como denunciante una asociación ecologista, como es WWF, porque, desgraciadamente, ninguna administración pública hizo nada en serio para parar la acumulación de esos desechos, o 'subproductos', que cercenaron el espacio, la vista y la salud de los onubenses.

Aquí no ha habido ninguna prisa para dejar de verter el fosfoyeso, sin embargo la empresa que generó tal desmán se apresura ahora a intentar colar una solución tan rápida como cicatera con esta ciudad que tanto beneficio le ha dado. De la Mesa de los Fosfoyesos se levantaron sin disimulo, dijeron que lo del comité de expertos, búsqueda de la mejor solución y responsabilidad, les traía al viento fresco, un simpa en toda regla (y perdonen la vulgaridad). Lo que pasa es que han pillado al simpa en la puerta del Tribunal Supremo, que ha confirmado la fianza que ya fijó la Audiencia Nacional de casi sesenta y seis millones de euros como garantía de una regeneración de obligado cumplimiento, y eso que, entre unas cosas y otras, han pasado casi veinte años de dilatación judicial, recurso tras recurso, por parte de quien nunca ha mostrado el mínimo interés por resarcir una solución digna a un problema generado por una empresa privada en un dominio público.

Querían dejar la mierda debajo de la alfombra, ahora, al menos, sabemos que la alfombra deberá ser de mejor calidad. Esto no ha terminado, es importante seguir insistiendo, lo que se haga quedará para siempre, para lo bueno o lo malo y nuestra responsabilidad como ciudadanos es exigir la mejor solución.

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