¿Y del trabajo esclavo?

Me acordé de las mujeres que sin protección alguna siguen cuidando a sus mayores a precio de ganga

Ayer me acordé de los trabajadores esclavos, ¿quién habla de ellos? Con la aireada recuperación económica se nos habla mucho de empleo, y ayer fue un día lleno de empleo y de números, pero muy poco se habló de trabajo, y mucho menos de pobreza y de derechos. Los que más que se acercaron a hablar de ellos, de los esclavos, fueron los sindicatos de clase, aunque muy de soslayo. Uno de los sindicatos mayoritarios puso el foco en que el 90% de los contratos del mes de marzo fueron temporales, y el otro sin embargo orientó su crítica a la calidad del empleo, y aun reconociendo que los sindicatos son los únicos que siguen dando algo de guerra en este sentido, el discurso crítico y reivindicativo está siendo muy pobre, muy breve. Además los partidos de izquierda andan en sus cosas, y se les nota que además de pocas ideas políticas tienen muy pocas ideas sindicales, algunos ninguna.

¿Cómo hemos perdido el discurso sindical en este país? ¿Cómo hemos perdido la conciencia de clase? ¡ Si hoy es más necesario que nunca saber quiénes somos, que las élites han conseguido cercenarnos y lanzarnos a la competitividad y al individualismo!

Con este panorama, sin un espacio público donde poder crear conciencia, hablar de "trabajadores esclavos" es todavía más difícil. Primero me acordé de los de aquí, de las mujeres que sin protección alguna siguen cuidando a sus mayores a precio de ganga; de las jóvenes trabajando el triple de lo que se escribe en sus contratos en el gran paraíso hostelero; de nuestros vecinos africanos rascando céntimos en los semáforos a sol y lluvia; de las mujeres oprimidas para calmar la sed genital de muchos machistas. Y después me acordé de los esclavos del sur, empleados por las grandes multinacionales, que se dejan el pellejo para que nuestro consumo sea variado y barato. Me acordé y me dolió su sufrimiento, sin haberlo experimentado nunca.

Sólo cambiaremos las condiciones laborales de los últimos si primero recuperamos la conciencia de clase, que igual que se ha borrado puede volver a nacer. Si somos capaces de vernos como sujetos explotados y mermados en nuestros derechos laborales y miramos de frente las dificultades del vecino para llegar a final de mes. Si recuperamos la cultura y el discurso sindical, y si nos duele el sufrimiento laboral de los trabajadores del resto del mundo, preguntando cómo se hizo lo que compramos. Entonces ahí estará, en la luz para poder borrarlo.

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