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Arte

Centros públicos de arte: empuje frente a recortes

Juan Bosco Díaz-Urmeneta

Crítico de Arte

En arte, 2012 ha sido un año marcado por destacadas exposiciones en los centros públicos de Andalucía y por las restricciones sufridas por esos mismos centros. 

A pesar de los recortes presupuestarios y de los que después se aplicaron al gasto fijado en esos mismos presupuestos, dos muestras del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, las dedicadas a Nacho Criado y Fiona Tan, se han situado por numerosos críticos entre las mejores del año celebradas en España. Lo mismo ocurre con El Factor Grotesco, exposición del Museo Picasso de Málaga, donde pudo verse otra de interés centrada en el cartel europeo. Al Palacio de Carlos V el Patronato de la Alhambra llevó obras de Sean Scully y poco después, el Centro José Guerrero reunía documentación, vídeos y performances en torno a la música contemporánea. A reseñar también las iniciativas de las Universidades: la de Granada abrió el Hospital Real a obras de Ángeles Agrela en torno al arte y la anatomía, y la de Sevilla, a fines del año, llevó a la capilla de Santa María de Jesús (iglesia de la primera universidad de Sevilla) sus colecciones arqueológicas. 

 

Entre estas exposiciones destaca la dedicada a Nacho Criado. No sólo porque reunía obras de un artista andaluz apenas conocido en Andalucía, sino porque ha puesto de manifiesto las distintas vertientes del trabajo de un autor que escapa a cualquier intento de clasificación. Al añadir a muchas de las piezas expuestas apuntes y dibujos que iluminan el proceso de su elaboración, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo ha dado a la muestra un singular nivel analítico. La localización de ciertas obras en la zona histórica de la Cartuja concretó un fértil diálogo entre épocas y mentalidades. 

 

El factor grotesco ha sido sin duda la muestra más laboriosa del año. Para señalar la gestación de "lo grotesco" a lo largo de la historia, la exposición parte del origen, las pinturas murales del Palacio de Nerón en Roma, sepultado tras un incendio por orden de Trajano, recorre después el proceso por el que aquellos enigmáticos seres de la grotta (grotteschi, por tanto), prestan su nombre a esas situaciones que muestran lo inhumano que guardamos dentro y termina con el interés del arte actual por ese humor de tintes destructivos. A la cuidadosa selección de obras y a la obtención de préstamos, siempre laboriosa, se une así al rigor del discurso construido. 

 

La obra de Fiona Tan apenas era conocida en España. Hija de padre chino y madre australiana, emigrados ambos a Indonesia, la familia hubo de abandonar este país ante la oleada represiva desatada por el general Suharto contra cualquier síntoma de progresismo. Fiona Tan tuvo que educarse en Australia y completó estudios en Holanda. Su obra es una lúcida reflexión sobre la identidad en la época poscolonial, en la que las culturas, a la vez que recuperan un pasado ahogado por las metrópolis, se fecundan mutuamente. La mayor ceguera en este tiempo es el particularismo, síntoma de la arcaica obsesión de dominar y subordinar o excluir por razones de lengua, religión o raza. 

La exposición adquirió mayor relieve al celebrarse junto a la que reflexionaba sobre América Latina que busca hoy su identidad más allá de la colonización española y de los intereses de centros de decisión empresariales y financieros ajenos a su territorio, Sean Scully sí es un artista sobradamente conocido. Nacido en Dublín y educado en Inglaterra, vive en Estados Unidos desde su graduación en Harvard. Siguiendo los pasos de Matisse viajó a Marruecos y mas tarde, quizá al conocer la obra de Val del Omar, visitó La Alhambra y acometió series que estudiaban la luz del palacio y las construcciones geométricas de yeserías y alicatados. La muestra reunió estas obras y unos grandes cuadros, algunos pintados sobre aluminio, que prestaron valor especial a la capilla del Palacio de Carlos V.  

 

También en Granada, el Centro José Guerrero, además de exponer obras que reunían las investigaciones y propuestas sobre la música de John Cage, contó con un grupo de intérpretes que periódicamente llevaron a las salas la particular ejecución de esta música que piensa su relación con el silencio, el simple sonido y el ruido. El valor de estas iniciativas brota en la práctica de las ideas e indagaciones, el esfuerzo y el trabajo de los responsables de estos Centros e Instituciones que con pocos recursos impulsan decididamente propuestas que conectan patrimonio y arte contemporáneo, y se sitúan en el horizonte de los debates internacionales. 

 

Llama la atención, sin embargo, la indiferencia que mantienen las distintas administraciones ante estos esfuerzos, indiferencia que sugiere que el problema no radica tanto en el afán de rebajar el déficit cuanto en la falta de criterios a la hora de hacer los recortes. Apenas se tienen en cuenta la necesaria conservación de las colecciones, la vinculación entre sistema educativo y centros de arte, la formación de expertos o el valor de estar en circuitos internacionales. Tal actitud abona dos caminos alternativos: la decadencia de los centros o su privatización. Poco valdrán después las lamentaciones.

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