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La importación de ajos chinos, un negocio que incluye el contrabando

  • El sector nacional se enfrenta a la CE por el intento de "simplificar" la licencia para importar. Europa consume más de lo que produce y de lo que compra en el exterior y aun así "siempre sobran ajos en el mercado".

En dobles fondos, escondidos entre otras frutas y hortalizas… Los ajos chinos -con cupo para entrar en Europa con bajo arancel- son objeto del deseo de los importadores, hasta el punto de que son un objetivo prioritario de la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) y a pesar de lo cual se cuelan en la UE con los mismos métodos que se usan con las drogas y otros objetos codiciados. Así se ha llegado a hablar de la detención de algún "capo de un cártel chino del ajo" y se ha cuantificado hasta en 60 millones de euros el dinero que pierde la UE en aranceles por la importación ilegal de ajos.

Con estos antecedentes, conocidos por los productores de ajo europeos -que se han esforzado en denunciar y concienciar a las autoridades fiscales de la UE de que no sólo ellos pierden con estos ajos de contrabando sino también las arcas comunitarias- la propuesta de la UE de "simplificar" la burocracia para la importación de ajos a Europa ha desatado las protestas de los productores y del sector en general del ajo europeo, y en concreto de la Asociación de la Mesa Nacional del Ajo de España y la Asociación Nacional de Productores y Exportadores de Ajo, que agrupa a la totalidad de la producción y comercio español, y a su vez al 60% del sector del ajo europeo.

El asunto que preocupa a los ajeros españoles, según explica Miguel del Pino, productor de ajos en Montalbán, presidente de la sectorial del ajo de Asaja Córdoba y miembro de la Mesa Nacional del Ajo, es que la Comisión Europea está examinando la posibilidad de acometer lo que llaman una "simplificación" de las políticas comunitarias en materia de importación de productos agrarios, que en este caso afecta directamente a las normas para introducir ajos por las fronteras europeas. En opinión de Del Pino, "una simplificación en estos controles propiciaría prácticas irregulares, perjudicaría al presupuesto comunitario y provocaría la entrada de una mayor cantidad de producto, induciendo al desequilibrio del mercado de ajo en la UE, un sector muy sensible a cualquier incremento de la oferta".

Los ajeros españoles, que en este asunto denuncian en coordinación con el resto del sector europeo -sobre todo Francia e Italia- aseguran que "podríamos volver a caer en un aumento del fraude, asunto constatado en repetidos ejercicios por la Oficina de Lucha contra el Fraude (OLAF), que han permitido probar que por parte de importadores y en varios países de la UE se estaba introduciendo ajo fresco o refrigerado a través de otras partidas arancelarias, saltándose así el 9,6% de derecho aduanero ad valorem, más el derecho específico de 1.200 euros por tonelada, lo que ha supuesto una cuantiosa cifra de evasión de impuestos a las arcas de la UE y un notable daño a los profesionales europeos del sector".

El asunto arancelario de los ajos es complicado: arranca a principios de los años 90, cuando la entrada de ajo chino era libre en la UE, lo que estuvo a punto de acabar definitivamente con la producción de ajo en Europa, pues los precios de los ajos chinos son -como dice Del Pino- "tan baratos, tan baratos, que uno no se los puede explicar si no es porque el gobierno chino hace dumping social, aunque no lo podamos probar". El caso es que en el año 93, los ajeros europeos lograron que la Comisión Europea estableciera algunas barreras a la entrada libre de los ajos chinos. Así, se estableció un cupo de ajos que pueden entrar pagando sólo un 9,6% en concepto de impuestos de entrada. El resto de ajos que se quisiera importar a Europa tendría que pagar unos aranceles de 1.200 euros por tonelada, un precio que ya hace menos interesante el negocio. Y en la huida de estos aranceles, en el intento de esquivarlos, es donde se produce el contrabando y el fraude, que según Del Pino, últimamente se ha desviado a las fronteras de los nuevos países miembros de la UE por el este europeo.

Las normas que se dictaron en el 1993 y que están aún vigentes establecen un cupo para el ajo chino (por el que el importador paga sólo un 9,6% de impuestos) de 53 millones de kilos; otro de 19 millones para el ajo argentino -pero este no es tan barato como el chino y a veces incluso no se agota- y otro cupo de unos 6 millones de kilos para el ajo de otros países productores. Además hay países con acuerdos preferenciales, como Marruecos, que pueden importar a la UE cupos sin aranceles, pero pequeños. Para importar ajo de estos cupos -sobre todo del chino, que es el que interesa por su precio- hay que pedir una autorización a la CE por la cantidad deseada, pero como hay mucha demanda se suele conceder el permiso para traer una cantidad menor, ya que se reparte entre los peticionarios en función además de si son importadores tradicionales -derechos adquiridos- o nuevos -para lo que hay que cumplir ciertos requisitos-. Y fuera de ese cupo hay que pedir una licencia previa -la que llaman B- para traer ajos, pagando el arancel de 1.200 euros por tonelada. Según Miguel del Pino, por el método de pagar el arancel de 1.200 euros entra poco ajo, "pues no compensa". Y el cupo chino se agota. Y ahora lo que quiere hacer la UE - según los ajeros españoles, por presiones de importadores holandeses y británicos- es quitar la licencia previa para importar con el arancel caro. Así, el asunto se solventaría directamente en las aduanas sin papeleo previo. Y eso es lo que los productores de ajo nacional creen que "facilitará el fraude e inundará el mercado de ajos que no han pagado aranceles y que harán mucho daño al sector europeo".

Del Pino señala que "ya actualmente hay mucho fraude y prueba de ello es -según dice- que Europa consume más ajo de lo que suman las producciones de la UE (España, Francia e Italia) más el cupo total de todos los países. Y sin embargo, en el mercado sobran ajos y nunca faltan. ¿De donde salen?".

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