Infraestructuras

¿Tranvía o paseo urbano?

  • Las obras del tranvía de Alcalá de Guadaíra, casi acabadas, llevan años convertidas en un parque de cemento. Los trabajos arrancaron en 2010 y acabarán en 2019.

Jueves 3 de noviembre. Mediodía. La alcaldesa de Alcalá de Guadaíra, Ana Isabel Jiménez, y la secretaria general del PSOE de Sevilla, Verónica Pérez, han convocado una rueda de prensa en las vías del tranvía de Alcalá. A las dos dirigentes socialistas las acompañan otros ediles y representantes políticos de la ciudad. Quieren sacar pecho porque, por fin, los presupuestos de la Junta destinan 22 millones de euros para terminar la obra civil del tranvía. Poco había para presumir si se tiene en cuenta que la obra se inició en marzo de 2010, se suspendió en diciembre de 2011 y se ha pasado varios años parada. La obra civil del tranvía se terminará en el año 2017, pero hasta 2019, si todo va en plazo, no está previsto que empiece a funcionar el nuevo medio de transporte. Es decir, casi una década después de que arrancaran las obras.

La alcaldesa y la secretaria general del PSOE de Sevilla destacan la importancia de esta obra no sólo para Alcalá de Guadaíra, sino también para la movilidad en toda la corona metropolitana. Explican que con estos 22 millones estará acabada por fin la obra civil, que estaba ya muy avanzada, y que luego quedará todo el proceso de electrificación, compra de vehículos, sistemas y personal para poner en marcha el tranvía. Mientras hablan, pasan coches por la zona habilitada para el tráfico junto a las vías, muy cerca ya de la estación final. Los conductores miran, algunos lanzan algún comentario, otros critican que los políticos se hagan tantas fotos. "Trabajo es lo que hace falta", grita una conductora.

A unos metros de donde se celebra la rueda de prensa, una anciana camina empujando/arrastrando un carro de la compra. Mira a los fotógrafos, que esperan a que los políticos posen al estilo Reservoir Dogs, caminando hacia ellos, todos colocados en una línea horizontal, por los raíles del tranvía, y no tienen demasiado tiempo para atender a la señora. A ella no le importa demasiado y les habla. Parece disgustada. Les dice que ahora le van a quitar el sitio por el que pasea. Alguno se ríe, otro no le presta atención, la mujer sigue adelante, subiendo una pequeña cuesta que hacen las vías, junto a las que se ha pintado una pared con motivos alusivos al tranvía.

El comentario de la mujer resulta exagerado. Nadie se gasta 197 millones de euros -el presupuesto total del proyecto- en hacer un paseo urbano. Pero las vías del tranvía, tras cinco años con la obra casi acabada y sin un sólo operario sobre ellas, se han convertido en eso. Cientos de alcalareños las utilizan para pasear, correr, montar en bici y patinar a diario. La plataforma de cemento es un escenario idóneo para ello. En algunos puntos tiene rebajes y resaltos que hacen de ella un improvisado skate park. Hay bloques de hormigón delimitando las vías para que los coches y las motos (éstas sólo en teoría) no puedan pasar por ellas.

El trazado atraviesa toda la zona norte del municipio, por lo que se puede dar una caminata o una carrera tranquila durante varios kilómetros sin tener que dejar paso al tráfico. Es también ideal para los niños pequeños, que pueden corretear por ella a salvo. También son muchos los ciudadanos que sacan a pasear sus perros por el suelo del que la Junta ha presentado como el proyecto estrella de sus presupuestos de este año para la provincia de Sevilla.

Eso sí, para el verano no es la mejor opción, puesto que en su trazado no hay ni un árbol ni un toldo que haga de sombra, por lo que quizás sea mejor buscar alguno de los parques de verdad que tiene Alcalá. En el tramo urbano, el trazado del tranvía está bastante bien conservado. Las losetas y los raíles recuerdan mucho a los de la avenida de la Constitución de la capital, aunque faltan las catenarias y todo el tendido eléctrico, que no se empezará a colocar hasta pasado el año 2017, una vez acabada la obra civil.

La estación final presenta un aspecto más que mejorable. No está terminada y las vías están al aire libre, con unos grandes arcos de acero que no sostienen nada y recuerdan más a unas estatuas de Chillida que a unos elementos arquitectónicos. Hay unas vallas que impiden el acceso a la estación, pero sólo se conservan en una parte. Por la otra se puede entrar libremente. Una mujer pasea a su perro mientras al otro lado hablan los políticos.

Si se sigue caminando por la plataforma hacia el centro del pueblo, se pasa por un tramo paralelo a la autovía A-92 y se llega hasta un centro de salud. A un lado de los raíles queda la carretera y, al otro, una explanada utilizada como aparcamiento, en el que un gorrilla organiza los vehículos. Más adelante aún, el trazado se adentra en el centro de la ciudad. En las cercanías de un instituto hay decenas de jóvenes que pasan el recreo en las vías. Comen pipas y bocadillos mientras charlan al sol. El suelo está lleno de papeles, aunque casi todos deben ser del día porque lo cierto es que el resto del trazado está bastante limpio. Salvo, eso sí, los huecos de los raíles, en los que se acumulan colillas, cáscaras y peladuras que son difíciles de extraer durante la limpieza viaria de cada día.

El tranvía pasa por la barriada de la Liebre y se adentra en el campo, paralelo al río Guadaíra, para llegar hasta la Universidad Pablo de Olavide, donde enlazará con el Metro. En todo este tramo rural, buena parte de las vías han sido robadas y vendidas como chatarra. La reposición del tendido férreo conllevará, sin duda, un sobrecoste, aunque las autoridades todavía no han valorado a cuánto ascenderá el gasto. Casi siete años después del arranque de las obras, el único tranvía que hay está en una pintada junto a la estación y las vías siguen convertidas en un peculiar parque urbano.

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