DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

Andalucía

Desmontando el copago

  • El 61% de los andaluces opinan que para obtener más ingresos para la sanidad pública habría que combatir el fraude fiscal El debate de la cofinanciación nace en los 90

¿De dónde proceden los fondos para pagar el sistema sanitario público?, ¿es sostenible?, ¿gasta España mucho de su riqueza en salud?, ¿qué pasaría si hubiera que pagar por cada visita al ambulatorio? En el debate sobre el copago, ese palabro que se ha colado de lleno en los informativos y en las portadas de periódicos -pero también entre las incertidumbres de los hogares españoles-, hay voces que promulgan teorías a favor de la participación del paciente en el coste de los servicios sanitarios frente a las que se sitúan en contra de la pérdida de la naturaleza universal y gratuita del sistema.

Sin embargo, pocos o casi nadie -más allá de las encuestas callejeras de la industria del espectáculo informativo- han preguntado a los usuarios andaluces sobre qué saben y qué opinan acerca de esta herramienta de recaudación. No sólo para cuantificar, sino para sacar conclusiones y abrir vías de trabajo. Éste es el objetivo que mueve el estudio ¿Es el copago la solución?: Opiniones y actitudes de los andaluces ante el copago en los Servicios Sanitarios Públicos, una investigación dirigida por Rafael Serrano del Rosal, del Instituto de Estudios Sociales Avanzados del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IESA/CSIC), que ha pulsado el parecer de los ciudadanos sobre un asunto cuya aplicación -observa el autor de este informe- "tiene una serie de efectos colaterales que hay que estudiar muy bien".

Enmarcada en un proyecto mayor sobre la evaluación de las políticas públicas que dirige Serrano, esta investigación -financiada por el Centro de Estudios Andaluces y que culminará en marzo de 2014- arroja ya un puñado de ideas y despeja algunas sombras. El Gobierno del Partido Popular no ha inventado la pólvora lanzando a la arena política el debate del copago. "El debate ni es nuevo, ni tiene que ver con la crisis", apunta Serrano.

La primera vez que se difundió el concepto fue en los años 90, con el Informe Abril (un análisis en el que se evaluaba el sistema sanitario español). Hace casi un cuarto de siglo, ya se señaló la posibilidad de que hubiera que aportar una cantidad simbólica por parte de los propios ciudadanos.

En tiempos de Trinidad Jiménez y, sobre todo, de Leire Pajín como ministra de Sanidad, un pretérito más cercano de lo que parece hoy, la responsable de una las carteras estrella de la era Zapatero habló de un "copago simbólico", que serviría para "garantizar la sostenibilidad" del Sistema Nacional de Salud (SNS). Tal fue la reacción de los sectores contrarios a abrir la puerta a esta tasa, con el argumento de que la medida "injusta" traicionaba la tradición social de sus siglas, que el Gobierno reculó y recondujo, de puertas afuera, el discurso de su política sanitaria. Pero sí es cierto, insiste Serrano, que "los recortes del presupuesto público han potenciado mucho hablar del copago sanitario ahora". Ya sea en ámbitos que ya son un hecho, como el copago farmacéutico en medicamentos que han sido sacados de la cartera de compuestos financiados por el sistema público sanitario o hipotéticos sistemas de cofinanciación de la atención primaria (el coste simbólico por acudir a ver al médico de cabecera), el copago se enarbola como una herramienta para obtener ingresos extra y disuadir al abusador.

Pero, ¿de verdad se acude mucho al médico?, ¿supone un coste elevado para las arcas públicas? "Cuando se habla de cualquier política pública-social, todos los ciudadanos vemos abuso porque miramos a nuestro alrededor, a la imagen del anciano que se tira la mañana en la sala de espera, pero hay que trabajar con datos serios, no con percepciones", insiste el investigador. Así, con las cifras en la mano, España tiene una frecuentación alta en la atención primaria -los centros de salud y ambulatorios con la figura clásica del médico de cabecera- "pero eso no necesariamente implica abuso". El caso de frecuentación más alta a los servicios de atención primaria es el de Japón "y sin embargo es un sistema considerado de los más eficientes de los países de nuestro entorno", explica.

De hecho, está demostrado que "un sistema que consiga que los ciudadanos vayan a la atención primaria, en el que se les solucionen sus problemas, es un sistema bastante eficiente y además filtra muy bien de cara a la asistencia a los hospitales", razona Serrano sobre un sistema público sanitario-el del Gobierno central y el de cada uno de los servicios regionales de salud- "que apuesta por la atención cercana al ciudadano, la educación y el control como prevención para situaciones futuras más graves".

Una de las verdades incontestables, avaladas por decenas de estudios de organismos internacionales, es que el sistema sanitario español -y también el andaluz- "es muy eficiente", señala quien lleva más de 17 años investigando acerca del bienestar, satisfacción y evaluación de las políticas públicas. "Todos los indicadores clásicos de salud -mortalidad, esperanza de vida, etcétera- dan niveles muy altos y sin embargo el gasto en salud en proporción al Producto Interior Bruto (PIB) es muy bajo", observa. Es decir, gastamos muy poco de la riqueza del país y la calidad del sistema es alto, cuando hay países del entorno que gastan más con peores resultados.

¿Gasta más España en sanidad que sus socios? En 2011, metidos ya de lleno en la crisis económica y con políticas de restricción del gasto público, España gastó en sanidad una media de 3.072 dólares por persona (sumando el gasto público y el privado), según los datos la OECD (Organisation for Economic Co-operation and Development). El país que más gastó fue Estados Unidos, con 8.500 dólares per cápita, y, sin embargo, en el país del sueño americano se puede morir por no acceder a un tratamiento contra el cáncer (el punto de partida de la serie Breaking Bad, que ya tiene punto y final). "Si miramos a los países de nuestro entorno, todos son menos eficientes que España. El caso más extremo sería EEUU, en el que no se habla de copago, porque no existe siquiera, y sus indicadores de salud son los más bajos. Eso es ineficiencia de un sistema", explica con una lógica aplastante Serrano.

Otro ejemplo pone a España en relación a sus socios: "Alemania, que se está retractando ahora del copago, gasta más de su riqueza en sanidad que España -cerca de 4.500 dólares- y sin embargo sus niveles de salud son similares o incluso más bajos".

En tiempos de prédicas sobre arrimar el hombro y la vida austera, la tesis de la aportación simbólica a la sanidad pública para mantener la joya del Estado del Bienestar ha cobrado fuerza y de hecho parecería, a priori, una solución rápida. Pero esta tasa "necesitaría ser muy alta para ser eficientemente económica porque un cobro implica transacciones. Del euro simbólico por visita a consulta, por ejemplo, no llegaría apenas nada a las arcas del Estado", sugiere el investigador. Actualmente los centros de salud o las propias farmacias de los hospitales no tienen los mecanismos previstos para cobrar en el acto, de hecho, éste es uno de los motivos que argumentó la consejera de Igualdad, Salud y Políticas Sociales, María José Sánchez Rubio, para fundamentar el recurso de alzada contra la nueva medida de Ana Mato, la aplicación del copago farmacéutico de dispensación ambulatoria. "Ahora que queremos y debemos tener tanto control sobre las administraciones, no estamos preparados para cobrar en el acto. Habría que valorar el coste del proceso de cobro y no hay apenas estudios", explica el investigador del CSIC.

Pero el déficit sanitario es uno de los quebraderos más enormes de cualquier Ejecutivo. Según las cuentas del Gobierno, cuando Rajoy llegó a la Moncloa, a finales de 2011, encontró un agujero de 16.000 millones de euros. ¿Es el copago la única solución para ingresar más en la saca del gasto público para sanidad? El planteamiento de la Economía es que dejando las cosas como están, hay déficit, gastamos más de lo que ingresamos. "Olvidan la mayor -razona Serrano- que dejan las cosas como están", es decir, que no se ejecuta un rediseño de los flujos de financiación del SNS.

Lo que el Gobierno decide destinar a sanidad es una "cuestión política, no una cuestión de número de cotizantes [dados de alta a la Seguridad Social]", como perversamente se induce a pensar desde algunas tribunas. El SNS se financia de los impuestos que pagan todos: el trabajador mileurista, el parado, el pensionista y quien paga mensualmente un seguro privado. "Como país se puede dedicar más a sanidad, recaudar más o ser más eficientes desde el punto de vista fiscal", expone este investigador.

De hecho, la tesis del copago lo que viene a decir es que la única solución pasa por el ciudadano y no por el gestor (la eficiencia del sistema) o del político (aplicando una política fiscal que cerque al evasor). Y es aquí cuando, en el estudio en el que está trabajando el IESA-CSIC, los resultados de la encuesta realizada a los andaluces lanza mensajes verdaderamente reveladores. Un 60% considera que el copago no es necesario y cerca de un 40% opina que es necesario pero a su vez -en una repregunta posterior- lo considera desigual e ineficiente.

Sobre la sostenibilidad del sistema se obtienen los apuntes más interesantes. Cuando se pregunta cómo debería hacerse para obtener más ingresos para el SNS, sólo un 9% está a favor de que quien utilice la sanidad paguen una parte frente a un 61% de usuarios que cree que la mejor medida para ingresar más en estas partidas es combatir el fraude fiscal. Le sigue como segunda opción más apoyada por los andaluces el de gestionar mejor el sistema, es decir, aligerar y reconducir el monstruoso tamaño del SNS.

Y eso, según los expertos, nada tiene que ver con la cartera de servicios que ofrece la sanidad pública ni con el pago extra por su uso. Las conclusiones de esta pregunta justificarían por sí solas que, de una vez por todas, la Administración se pusiera a trabajar para trazar los márgenes de maniobra. Sin maniqueísmos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios