Adopción Los andaluces se decantan en la actualidad por Rusia como el país idóneo

La cigüeña vino de Ekaterimburgo

  • Una pareja con un hijo de origen ruso relata las vicisitudes por las que transcurre el proceso de adopción

Si la felicidad existe, y no es esa cosa que reside en algún lugar detrás de nosotros, hoy por hoy vive en el salón de la casa de Mario y Julia, y se la puede ver, y tocar, y hasta dejarte abrazar por ella. La felicidad, ahí, en un piso al sureste de Sevilla, tiene la forma de un niño de veinte meses que no levanta dos palmos del suelo, rubio de ojos negros con los que inspecciona todo, lo que hay en la estancia y lo que se mueve afuera, más allá del ventanal tras el que se extiende su paisaje favorito y en el que ocurre algo que le hace exclamar chapurreos de júbilo. Sus padres encontraron esa felicidad en Ekaterimburgo. Él, Leo, ha encontrado la felicidad en Sevilla. Desde el primer momento, eso que en lenguaje administrativo está descrito como Día de la Asignación, le echó los brazos a su padre.

El Leo de Sevilla era Leónidas en la Casa Cuna de Ekaterimburgo, una gran ciudad a más de 1.600 kilómetros de Moscú, en la falda de los Urales, donde hace noventa años los niños Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alexei corrieron bastante peor suerte que Leo y fueron ejecutados junto a sus padres y varios empleados de la familia en la Casa Ipatiev, en las afueras de la ciudad.

Ya tendrá tiempo Leo de conocer la historia de su país de origen. Sus padres no tienen intención de ocultarle su procedencia. "Eso es un error, un disparate", dice Mario, quien reconoce que en algún momento fugaz un padre adoptivo puede llegar a pensar en negarle a su hijo la información sobre su verdadera identidad. "Sería cargarse su vida, no tiene sentido", afirma. Él y su mujer, Julia, optaron para adoptar a Leo por lo que se conoce como la vía por libre, la misma que la Consejería de Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía ha paralizado esta semana tras detectar irregularidades como la protagonizada por una pareja cordobesa que pretendía adoptar dos niños presentando documentación falsa obtenida a cambio de 56.000 euros.

Leo se esconde en el hueco entre un sofá y la pared.

La naturaleza fue esquiva con Julia y Mario, que ilusionados en formar una familia, entre los sistemas artificiales de fecundación y la adopción se decantaron por esta última. Miraron el mapa y pusieron el dedo sobre Rusia. ¿Por qué? Conocían a un matrimonio que ya había adoptado a tres niños rusos. Y se decidieron. Ahí empezó todo, va ya para tres años.

Leo mira un ciervo pastando en la televisión.

Mucho tiempo. Mucho dinero. Mucha burocracia. Mucho papeleo. Muchas idas y venidas. Mario y Julia dedicaron sus periodos de vacaciones a viajar a Ekaterimburgo, una ciudad occidental y muy cara en medio de la taiga rusa. Fue un proceso muy largo que exigió mucha paciencia... "Menos mal que los dos tenemos trabajos que nos tienen muy ocupados, casi estresantes. Y eso nos vino muy bien hasta que el niño estuvo definitivamente con nosotros. Nos mantenía la cabeza en otros asuntos. Habría sido angustioso estar pensando todo el tiempo ¿nos lo darán, no nos lo darán?".

Julia defiende la fórmula por libre, y la explica. "Mucha gente cree que es ir a un supermercado de niños, escoger uno, pagar y salir con él. En absoluto es así, ni mucho menos". Y esa es la creencia más benévola. Bastantes personas suponen que la adopción por libre es algo oscuro vinculado a tejemanejes controlados por mafias que se lucran con la venta de niños. "Por libre significa que en el proceso no media una ECAI [Entidad Colaboradora de Adopción Internacional] , aunque sí un grupo de asesores que nos apoyan, dirigen y fiscalizan hasta el final ¿Que si es más rápido? Pues sí, pero no porque se haga algo anómalo o ilegal o porque nos saltemos algún trámite, eso es imposible. Sencillamente es más ágil porque en una ECAI hay más gente, una lista de espera".

Leo mordisquea una galleta, y después algo que identifico como la pieza de un juguete occidental homologado por la CE, y tengo la impresión de que encuentra más disfrute en esto último.

Él fue el único niño ruso que la pareja vio en la Casa Cuna de la ex soviética Sverdlovsk. En eso consiste la asignación. Mario y Julia ya tenían un hijo. Él, Leónidas, que entonces contaba nueve meses, sería el retoño de la pareja si todos los pasos eran bien dados, si no había tropiezos, si nada se torcía, si ellos lo hacían todo bien y la Administración rusa, "el Ministerio", como lo llamaba Mario, daba al final su beneplácito y el niño viajaba con ellos hasta su casa de Sevilla.

-¿Cómo fue aquel día, el primero, cuando os enseñaron al que iba a ser vuestro hijo?

-Otros padres adoptivos nos han contado que lloraron, que ese día fue para ellos el más importante, cuando de verdad se encontraron con su hijo. Yo, no es que sea más frío, pero podemos decir que mantenía ciertas distancias. El niño se me echó a los brazos y, sí, fue muy emocionante, pero aún quedaba mucho camino por delante. Era sólo el principio.

Mario abrazó a Leónidas. Julia también. Lo acariciaron. La primera piedra de la familia estaba puesta. Ahora había que seguir construyéndola. Ninguno de los dos tenía la más mínima duda: Leo -porque ya era Leo- era el anclaje del andamio. La pareja estaba lanzada, pero con los pies en el suelo. Volvieron a Sevilla, a sus trabajos, al día a día. Y al papeleo incesante, a los mil y un trámites que aún había que cumplimentar. Y pensando en su hijo, que quedó allí, a miles de kilómetros, en la Casa Cuna de Ekaterimburgo.

Leo, sentado en mis rodillas, juega con mi boli y mi libreta.

El orfanato "no estaba mal". Que nadie imagine una mansión siniestra. Leónidas y sus compañeros eran niños sin un hogar familiar, pero no era míster Scrooge quien estaba encima de ellos. Él y todos los demás fueron a parar allí porque, para qué decir lo contrario, la vida es así. O al menos les toca así a algunos. Mario y Julia lo saben y lo cuentan: "El alcoholismo, la droga... es algo brutal en Rusia... A quienes vamos allí a adoptar nos hablan de enfermedades que aquí, en España, nos pondrían los pelos de punta. No sabemos si las exageran, puede ser. Hasta el último momento pregunta el juez, el fiscal, ¿están seguros de que quieren adoptar a este niño? ¿son conscientes de su situación? Y contestas que sí, que lo quieres, que lo quieres por encima de todas las cosas. Es nuestro hijo. Tiene mis ojos y el pelo de su madre, le respondí al juez en Moscú cuando me preguntó en qué se parecía Leo a Julia y a mí". Julia lloró cuando el juez dictó la sentencia favorable.

Leo está bien. Coge el móvil de su padre, pulsa unos números, se lo pega a la oreja y raja a voz en grito como si hubiera alguien al otro lado. Cuando Mario se lo quita llora. La felicidad también lo hace.

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