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Santiponce · Alejandro Pérez. Ingeniero aeroespacial de la NASA

"Hay interés en llegar a una luna de Júpiter"

  • Interestelar. Natural de Santiponce, este superdotado forma parte del grupo de expertos que hace que las misiones no tripuladas lleguen cada vez más lejos.

En la serie The Big Bang Theory, Sheldon Cooper siempre se mete con Howard Wollowitz porque considera la ingeniería aeronáutica "una carrera menor". Es sólo la opinión de un físico radical. Que se lo digan al poncino Alejandro López Ortega, de 29 años de edad, que ha aprovechado su mente privilegiada de superdotado para estudiar duro y conseguir un puesto en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), ubicado en La Cañada Flintridge, cerca de Los Ángeles, California, un área de la NASA que construye y opera naves espaciales no tripuladas. Ahora que ha pasado unos días en Santiponce de vacaciones con su mujer, repasa su vida y habla de la NASA, del futuro de la especie humana y del universo en general.

-¿Cómo recuerda su infancia en el pueblo?

-De chico, vivíamos en la avenida de Andalucía, era gordito y no era muy bueno jugando al fútbol, por lo que opté por la bici. De hecho, hacíamos vueltas ciclistas por el pueblo: una etapa era subir la cuesta del cementerio; otro día, el parque de la Almendra... El padre de un niño pintaba una pista de tenis en la carretera y, cuando pasaban los coches, nos teníamos que apartar. Mi abuela vive en la calle Santo Domingo y recuerdo jugar también en el parque de la Almendra. Y en la pista de tierra, hacíamos cabañas de madera con unos palés cuando tenía 10 años. Asimismo, entré en el Club Natación Sevilla con otros poncinos, como Patricia, Sergio, Jennifer, Laura y Rocío Castillo.

-¿Le pasó factura ser un niño superdotado en la etapa colegial?

-Pasé de 4º a 6º directamente y, cuando llegué, me decían los compañeros que me había equivocado de clase. Había dos niños, Pedrito y Sebastián, que me hacían la vida difícil en el colegio. La integración era complicada, pero en 6º A tenía algunos amigos.

-Sus padres le compraban siempre juguetes didácticos y puzzles variados...

-Sí, sí. De hecho, no me regalaban nada que no fuera didáctico. Era capaz de montar coches de carreras de tipo mecano. También me gustaban los aviones, por lo que mi padre me traía siempre la revista de Iberia. Y jugaba contra él al Ordimini y le ganaba.

-Y llegó la enorme oportunidad de estudiar en el Instituto de Tecnología de California...

-Eso es. Seguí viviendo en Santiponce hasta 2007 y, en septiembre de 2008, entré en el Caltech, donde pude doctorarme en junio de 2013 y me salieron tres ofertas de la NASA: dos del JPL y una del Instituto Sandía de Albuquerque (Nuevo México). Me decanté por el JPL porque me parecía más interesante vivir en Los Ángeles. Es que Albuquerque es como una ciudad del viejo Oeste.

-¿En qué consiste su trabajo en el Jet Propulsion Laboratory?

-Mi grupo hace propulsión eléctrica de naves espaciales no tripuladas, que está restringida por la cantidad de propulsantes. La diferencia de potencial está condicionada por los paneles solares de la nave, por lo que la energía no está almacenada al principio y las misiones pueden ser de más alta duración. Para que se haga una idea, el cohete eléctrico puede conseguir 20.000 metros por segundo. Las órbitas son diferentes velocidades y la propulsión eléctrica hace que el proceso sea más eficiente aunque tarde mucho tiempo: con menos combustible llegamos más lejos que un cohete que lleve hidrógeno.

-Entonces, el objetivo es que esos robots rover puedan llegar lo más lejos posible...

-Exacto. Estamos investigando para reducir la erosión que producen los iones en las paredes del cohete con el fin de que las misiones puedan durar 20.000 horas en lugar de 1.000, para que los vuelos sean más largos. Trabajamos en las misiones Discovery, de medio tamaño, que exploran asteroides y otros cuerpos pequeños del universo. Tenemos mucho interés en ir a una luna de Júpiter, porque hemos descubierto agua allí. Asimismo, vamos a intentar capturar un asteroide y cambiar su trayectoria para colocarlo entre la Tierra y la Luna con el fin de que los astronautas puedan investigarlo. Todo se estudia para que las misiones puedan rendir al máximo de sus prestaciones. Se pueden hacer cosas más baratas y productivas que mandar humanos a Marte.

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