El aficionado y el periodista (tanto monta) se hacen preguntas y desean que alguien resuelva sus dudas. Hace no mucho tiempo un plumilla cuestionó a un entrenador de fútbol sobre a qué jugaba su equipo y el segundo se tomó el comentario como un ataque. No debería ser así. Este CB Sevilla tiene un ramillete amplio de incógnitas que tienen que ser despejadas. Yendo a la cúspide de la pirámide, lo primero es hacia dónde va el club, qué quiere, cuáles son sus aspiraciones, si puede o no mantenerse aquí el proyecto... Para tratar esto hay tiempo por delante, toda la temporada, aunque esta incertidumbre, a la que hay que añadir si llegarán los patrocinios ansiados y el dinero americano, es la menos baladí.

Sobre asuntos más prosaicos, los meramente deportivos, también surgen titubeos propios de deshilachar el (eficiente y atractivo) proyecto anterior prácticamente entero para montar otro que habrá que ver cómo sale. A qué juega el equipo no es una pregunta maliciosa, sino de lo más normal en esta tesitura. La hoja de ruta marcaba la defensa como punto nuclear y en las dos comparecencias ligueras no hubo intensidad atrás; en ataque hay muchas variantes, cierto, aunque la prioridad por los exteriores está empequeñeciendo a los interiores cuando Balvin y Porzingis son dos de las armas principales de la plantilla, sobre todo el segundo por lo golosa que parece su venta en el futuro; a propósito del entrenador, si la ACB, la FEB y los organismos competentes van a tener castigado a Scott Roth durante un tiempo -a modo de tirón de orejas- hasta que el entuerto de su licencia se solucione, ¿por qué no tomó el mando en los partidos Javi Carrasco, con el título desde hace años y experiencia a la vera de Plaza y de Aíto, en vez de Audie Norris, recién salido del horno en tanto en cuanto se sacó el carné de técnico este mismo verano?

El CB Sevilla tiene que ir despejando estas incógnitas cuanto antes y este mediodía no parece un mal momento en el encuentro frente al Montakit Fuenlabrada, un duelo trampa, como bien dijo Pierre Oriola, porque los madrileños, huérfanos de triunfos también, vendrán vestidos con piel de cordero pero un cuchillo agarrado entre los dientes.

Conseguir que la plantilla sevillana vuelva a ser el grupo de amigos que se divertían como niños a las órdenes de Aíto y Ocampo no es tarea fácil para Roth ni para nadie, aunque habrá que calibrar si el equipo puede desplegar un baloncesto que valga para sumar victorias y también adeptos, bienes muy preciados por los predios de San Pablo.

La alegría en Alemania en la Eurocup del pasado miércoles puede servir de empujón para que el CB Sevilla se ponga las pilas en la competición nacional y empiece a ganarse el respeto con el paso de los partidos. La intensidad defensiva es la base de todo y más aún cuando un bloque se tiene que ir armando poco a poco, a fuego lento.

Hay que evitar canastas fáciles y los pequeños deben ayudar a los grandes en las duras funciones de parar a los rivales cerca del aro. A partir de ahí los jugadores deben pensar en el ataque, parcela en la que por ahora se reparten mucho el protagonismo, sobre todo los exteriores, con un Álex Urtasun más anotador de lo esperado. Sus compañeros de perímetro, Pullen, Radicevic, Thames, Byars y por supuesto Berni Rodríguez disponen de cualidades para anotar, muchos de ellos aprovechando su velocidad en las penetraciones, pero no pueden obviar en ningún momento el rol de las torres de la plantilla. Porzingis y Balvin están acostumbrados a machacar el aro del rival y Hernangómez, a sacar provecho de su baile de pies; además, Oriola está con ganas y puede también hacer daño. El equilibrio pretendido entre defensa y ataque tiene que ser igual entre exteriores e interiores.

El Fuenlabrada de Luis Casimiro no ha hecho pupa aún por fuera, pero Baron, Panko, Miso y Clark son bueno lanzadores y pueden tener la mañana. Aun así, ojo con descuidar la pintura con Diagne y Akindele.