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Equilibrio generacional para los héroes

  • A un año del estreno de 'El despertar de la fuerza', séptimo episodio de la serie, apuntamos algunas claves de la saga 'Star Wars'

Sobre cómo se va a enfocar Star Wars en los años venideros, todo son dudas y cuestiones que uno se plantea cuando se para ante las dos trilogías que hay detrás, y las analiza como lo que realmente son. A lo largo de un universo propio y personal, George Lucas ha descrito la obsesión convertida en la odisea de Anakin Skywalker, un héroe maldito desde su niñez y en cierto modo predestinado a pasar por la penumbra de un modo u otro.

Partiendo desde la era de las precuelas, no sólo han ofrecido un prisma distinto desde el que apreciar esta historia, sino que realmente han conseguido dilucidar al auténtico protagonista de ella. Dentro de Anakin y su conversión al lado oscuro se engloba un conjunto de filosofías que desmenuzado sería complicado de digerir. Al fin y al cabo, Anakin sacia una necesidad de violencia que persiste desde su infancia, que reconvierte en brutalidad pasional en su madurez, tal vez no tanto como una forma de justificarla, pero si como vehículo para proyectarla.

A lo largo de las seis películas, no dejan de imprimirse los rasgos más paternales y fraternales de la relación entre un discípulo y su maestro, pero desde un principio se establece que la reacción del aprendiz es impredecible. Anakin no adopta ninguna doctrina, sino que la toma e interpreta según sus propias convicciones, alteradas por el dolor de la pérdida y el sufrimiento, que le infligen una severa impotencia. El héroe, trágico, culpa a ella de sus males, y la concibe, en parte, como fruto de sus enseñanzas. No deja de ser un alumno que extrae sus propios conocimientos.

Sin embargo, su bondad es envidiable. En ningún momento se decanta por el lado oscuro por su ferviente necesidad de hacer bien las cosas, dentro de su propia perspectiva, pero no en vano sigue siendo una barrera importante. Para él, su metamorfosis no implica dejar a un lado esa buena fe, sólo le permite equiparar aquello con el sendero que en realidad siempre quiso seguir. Darth Vader no deja de ser la encarnación total y física de aquel héroe maldito, consumado de forma absoluta por sus emociones, y por eso ahora indiferente a ellas.

El tamaño de la odisea se amplifica mediante escenarios variados, estéticamente muy distintos, pero englobados por un mismo universo que los convierte en puntos de paso para la evolución de sus protagonistas. También existe una especial atención al retrato de una sociedad políticamente en decadencia, en guerra constante, de forma que se establece un telón de fondo bastante obvio (no por ello menos interesante) para la catarsis absoluta del miedo y el terror. Por eso, Star Wars aúna un cúmulo de sensaciones dentro de la acción que trascienden a la sencilla aventura. Por ejemplo, la apoteosis final, el duelo como personificación de una lucha interna, la rabia contenida ahora liberada a través de la violencia. En Anakin supone, al mismo tiempo, un tipo de madurez ligada a la ejecución de los pensamientos, a la importancia de uno más allá de si mismo.

Luke Skywalker es, por otro lado, la contraposición de Anakin; el niño criado en la luz y en la esperanza (también en un clima revolucionario, y no en la esclavitud), distraído por su ingenuidad y a la vez motivado por su inconformismo. Ambos comparten, eso sí, la obsesión por controlar aquello que desconocen. La mitología que hay tras Anakin, además de claramente influenciada por el camino del guerrero, dentro del universo japonés, también resulta un tanto inabarcable, en el sentido más próximo a la universalidad de los dilemas que le corroen. La pasión y el amor, elementos tan elocuentes como aquí lo son turbios, adoptan su faceta más extrema, no como fuente de delirio, sino como delirio en sí. En un momento dado, Anakin desatiende una lección del atemporal maestro Yoda, entendido de la naturaleza del bien y el mal, donde le proponía dejar de lado aquello que temía perder. Nada más lejos de la realidad; el amor era lo único que podía salvar a Anakin y al mismo tiempo acabar con él. Jamás fue un héroe capaz de soportar sus propios sentimientos, por lo que compartir sus dolencias siempre podía liberarle. Pero la adopción de las reflexiones acerca del miedo a la pérdida que con ello arrastraba, no dejaba de ser una carga mayor. Si el equilibrio de Anakin se quebrantó en algún momento era porque, al fin y al cabo, era demasiado humano. De hecho, puede presumir de haber resaltado entre la frialdad que le rodeaba, entre los dogmas y las doctrinas que se le imponían. Todo porque la duda es fácil de manipular, y la persona, aunque compleja, sencilla de quebrantar.

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