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Cofradias

Colas, bolsas y nazarenos

  • La ciudad apura las vísperas con el pulso acelerado Día de puesta a punto, de cofradías en los barrios y de besos que inauguran la semana más anhelada

LA cuaresma ya es historia. Llegó a su fin esta retahíla de cuarenta días. Atrás quedaron los múltiples vía crucis, traslados, conciertos, pregones, meditaciones y otras variantes de la rapsodia cofradiera que han anunciado lo que empieza hoy, aunque algunos llevan viviéndolo tan intensamente -sin apenas quitarse la chaqueta- que cuando amanece este Domingo de Ramos aseguran que para ellos todo se ha acabado. Quizá, en esa agonía de los que celebran la víspera con más intensidad que la fiesta, el Sábado de Pasión constituye el epílogo a esta espera que se disfruta desde que la carroza de Baltasar fue la última en pasar la tarde del 5 de enero.

Este sábado previo al Domingo de Palmas viene cargado de un cierto anhelo de añoranza por aquéllos -los más místicos- a los que les gustaría detener el tiempo en ese momento justo en el que unas puertas se abren en San Lorenzo a la espera de que la ciudad deposite los besos que llevan un año guardados. También es día de planchados. Hogares en los que se da el último repaso a la túnica de nazareno, incluso de compras de urgencia al comprobar que en poco más de 12 meses la cintura ha dado de sí más de lo deseable y el cíngulo de esparto no hace milagros. Se recogen los últimos  capirotes y hay quienes oxigenan la cartera adquiriendo el estreno del 

El Cautivo de Torreblanca y María Santísima de los Dolores por las calles de su barrio. Ainhoa Ulla.

Domingo de Ramos. Ese capricho para cumplir la tradición que la crisis no ha alterado. 

Colas en las iglesias y en las tiendas. Una alegría para el comercio después de la abstinencia que han sufrido los negocios en los que durante meses entraban muchos y compraban pocos. La mañana es un trajín de bolsas y fundas de tintorería. El Sábado de Pasión es el día de la puesta a punto. De damascos que se cuelgan en los balcones y de palmas que se recogen. Idas y venidas en ese estrés tan especial que acelera el pulso de una ciudad. Es tanto lo que queda por vivir que hasta se acelera el pulso de pensarlo. 

 

Por tal motivo, muchos se dejan llevar este día en el que se acaban de colocar los altares de insignias y las últimas imágenes suben a los pasos. La Soledad de San Lorenzo amanece sobre su canastilla de oro y azucenas, envuelta en telas blancas, como si aún guardara la esencia de hebrea cuando cientos de fieles besaron su mano un día antes. También por la tarde -este año con bastante luz- el Cristo del Calvario era alzado sobre su monte tallado en una ceremonia a la que hay que acudir una hora antes para obtener buena perspectiva.

 

Salida de la Hermandad del Divino Perdón. Ainhoa Ulla.

Los templos tienen en este día el mejor escaparate de los preparativos, especialmente en las cofradías que saldrán hoy a la calle. La del Amor tenía desde el mediodía sus pasos con el exorno floral ya colocado. Curiosos que examinaban al detalle el paso de la Borriquita, que estrena nueva configuración. Habrá que esperar a contemplarlo en la calle para valorar cómo resulta el cambio, lo que sí se comprobó es la variedad floral que la acompaña este Domingo de Ramos: hasta cuatro tipos diferentes de rosas con la tonalidad acostumbrada en este paso: rosa pálido.

 

Aunque si hay detalles en los que fijarse, lo que no pasó desapercibido para muchos de los que ayer acudieron al Salvador fue el juego de alhajas que luce la Virgen del Socorro, una de las Dolorosas más elegantes de la Semana Santa. Para no perdérsela.

 

El día amaneció nublado, con algo de fresco, pero el sol se fue imponiendo, un sol de justicia que hizo aparecer la manga corta, la sandalia y hasta bermudas. Estética que se repetía en el centro y en los barrios en los que ayer salieron cofradías. Las nuevas generaciones de cofrades no entienden ya un Sábado de Pasión sin nazarenos.  Pasos en Torreblanca, Ciudad Jardín, Alcosa y San José Obrero. La nueva Semana Santa sin la que ya no se conciben los últimas días de vísperas. Algunas, incluso, han inventado figuras en los cortejos que se han convertido en un reclamo para ir a verlas. Es el caso de la asociación de la Milagrosa (la única del día que no saca nazarenos) con su guardia judía, cuyo toque sobrio de tambor supone para muchos uno de los sonidos de la jornada. 

 

Dos años han sido suficientes en San José Obrero para hacer del Sábado de Pasión uno de los días grandes del barrio. Colgaduras que se repiten en calles con sabor a pueblo, aquéllas en las que desaparecen los bloques de pisos y los vecinos esperan en el zaguán a que llegue la cofradía. 

 

Para otros, sin embargo, este Sábado de Pasión es el día de los ritos íntimos. De hallar en San Juan de la Palma la luz anticipada del domingo anhelado. Ocasión perfecta para buscar en los pasos -aún desnudos de flores- la medida de una celebración que en muchas ocasiones parece perdida. La corona dolorosa de Madre María de la Purísima prende  de la cintura de la Amargura. Penúltimo escalón de la espera. El final -o el principio, según se mire- llega en forma de beso. A los pies del Señor de Pasión o en las manos del Gran Poder cuando el sábado ha perdido su nombre. La víspera se ha consumado.

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