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El contrapunto

"...Píntame angelitos negros"

  • El hermano mayor de Machín lo hizo sevillano, bético y cofrade de los Negritos. La sobrina del cantante es hermana desde hace más de sesenta años, sus hijos, yerno y nietos.

NUNCA estuvo en Cuba porque dice que siente claustrofobia a los aviones, pero a María José Lugo Gironda (Sevilla, 1935), hija del hermano mayor de Antonio Machín, no le hace falta. Lleva Cuba impresa en sus genes, en su rostro, en la alegría de este consulado de La Habana que es su casa del Tiro de Línea.

Esta historia de los Negritos empieza con un viaje en barco de La Coruña a La Habana. El pasajero se llamaba José Lugo, gallego de Padrón, la patria chica de Rosalía de Castro. Nada más llegar a Cuba se enamoró de Leoncia Machín. El gallego y la cubana tuvieron 17 hijos, de los que vivieron quince. El mayor se llamaba Juan Gualberto Lugo Machín. "Mi abuelo los ponía a trabajar con nueve años, todos menos mi tío Antonio con el cuento de que cantaba. Un día, en una iglesia de La Habana, el cura le oyó cantar el Ave María de Schubert y eso cambió su vida".

Juan Gualberto se casó con Herminia Gironda, cubana de Matanzas, hija de un español de Noblejas (Toledo) que fue a la isla en busca de fortuna. Juan Gualberto y Herminia hicieron el viaje de vuelta. "Mi padre ganó el concurso de fontanería de la Exposición del 29 y se vino en 1926. Llegaron con un mes de retraso a Santander porque hubo un incendio en el barco". Venían los padres de María José y su hermana Carmen Emilia, una niña de tres años en cuyos brazos moriría Antonio Machín el 4 de agosto de 1977. "A mi padre le afectó mucho y se murió al mes siguiente".

"Mi padre cantaba muy mal, pero como fontanero era único", dice orgullosa su hija. "Hizo los pabellones de Cuba, México y Puerto Rico y fue colaborador directo de Aníbal González. Ahora yo soy muy amiga de una nieta del arquitecto, Marta González Torres". El primogénito marcaría el destino de su hermano, el cantante que alcanzaría un reconocimiento universal. "Tengo todos sus discos. No los pongo porque me echo a llorar".

El fontanero no permaneció ajeno a las costumbres de Sevilla. Se hizo de forma casi simultánea bético, sevillano y hermano de los Negritos, una decisión esta última que marcó el devenir de toda la familia, incluido su hermano el cantante.

María José nació en 1935, el mismo año que el Betis gana la Liga. "Mi padre era bético hasta los tuétanos". Los dos hermanos (Lugo) Machín murieron el mismo año que el Betis ganó la primera Copa del Rey. Su hija muestra el carné con el número 2 de Juan Gualberto en la Peña Bética Puerta de la Carne.

Cada Jueves Santo, Maria José tiene una cita con la capilla de los Ángeles, sede pastoral de la hermandad de los Negritos. Su padre lo fue todo en esa cofradía, a la que también incorporó al tío Antonio. La sobrina del cantante de Angelitos Negros lleva más de sesenta años como hermana de los Negritos. En su iglesia se casó en 1962, un año después de la riada del Tamarguillo, con Luis Carlos Millán, sevillano, delineante de profesión, de cuyo fallecimiento en septiembre se cumplirán diez años. Fueron de luna de miel a Granada. Sus tres hijos -Luis Carlos, oficial de los juzgados; Juan Enrique, guardia civil; Caridad del Cobre, profesora de gimnasia rítmica- son hermanos de la cofradía que creó el arzobispo Gonzalo de Mena. "Este año no sale ninguno de nazareno. Sí sale mi yerno, Víctor Navarrete, el marido de Caridad, un sevillano hijo de cubano". Marca de la casa.

La saga cofrade continúa con los cuatro nietos: Raquel, Luis Carlos, Rocío y Cristina. Los cuatro retratados en el cálido hogar el día que hicieron su primera comunión, el sacramento más propio de las canciones de Machín. El tercer Luis Carlos juega al fútbol. "Hubo una época en la que cada vez que marcaba un gol, le daba un euro", dice la abuela.

Le molesta esa leyenda urbana que todavía circula de que Antonio Machín tenía un hermano en Sevilla que trabajaba de limpiabotas. "Mi padre llegó a ganar muchísimo dinero. No entiendo de dónde salió eso. Puede que trabajara de limpiabotas en Cuba, porque mi abuelo los ponía a trabajar muy pronto. Mi tío Antonio iba para albañil, pero se escaqueaba". Y el Ave María de Schubert hizo el resto. Además por orden de precedencia habría que invertir la fórmula. Era Juan Gualberto el que tenía un hermano. De los quince que vivieron, hubo tres que vinieron a Europa, los dos sevillanos, y el tío Pedro, que vivía de la música (la trompeta) en París. Su sobrina estudió en la Escuela Francesa.

Sevillano de Semana Santa y de la Feria. "Mi padre era el primero en ponerse un sombrero de ala ancha. Llegaba la Feria y era el primero que se pasaba por Maquedano a probarse el sombrero". Después de llevar el mantenimiento de los pabellones de la Exposición del 29, montó su propio taller. "Lo tenía cerca del palacio de Dueñas, era muy sibarita y tenía una bota de vino. A veces venía el duque con su chófer y se tomaba una copita con mi padre. Un día los vio la duquesa de Alba, que por cierto se hizo cargo de dos cubanos, dos negritos que vinieron a Sevilla para estudiar".

Además de a los aviones, María José le tiene fobia a los ascensores. Tiene relación con un episodio que vivió junto a su tío Antonio Machín. "En 1947, con una sobrina de su mujer, Angelita, me llevaron a pasar unos días de verano a Cádiz. Allí nos cogió la explosión de San Severiano. Vi a mi tío chorreando sangre contando que había visto niños y niñas con piernas y brazos cortados. La explosión nos pilló en el ascensor del hotel Francia-París y desde entonces les tengo cosa".

Sustos aparte, comparte el axioma carnavalesco de que La Habana es Cádiz con más negritos. "Mi padre se pasaba todo el día diciendo ¡Ay, Cubita la bella! y nunca volvió". En uno de los viajes a Cuba, su padre se trajo una imagen de la Caridad del Cobre, la Virgen nacional de la isla que dio nombre a una de las nietas del fontanero. Un trozo de la isla que está en este modesto piso del Tiro de Línea y que María José muestra con la hermosa leyenda de los náufragos.

Su padre fue el primer mulato que apareció por Sevilla. "Mi familia era la ONU", dice curada de racismos. De hecho, en la cama de su dormitorio, altar de afectos al marido ausente, hay una muñeca blanca y otra negra. Metáfora infantil de la letra de la canción de su tío que es el himno oficioso de la hermandad que reside en la capilla de los Ángeles: "...píntame angelitos negros, / que también se van al cielo / todos los negritos buenos...".

Hoy, bien temprano, con su alegría por bandera, irá con su amiga y vecina Mercedes, de Lora del Río, a ver salir la cofradía y rezar por los suyos. Cubana de Sevilla, sevillana de Cuba, la guerra le cogió con un año. "No sé quiénes eran unos y quiénes otros. Lo único que sé es que a mi padre le respetaron. Salió con un camisón blanco a la farmacia, porque mi hermano Enrique se moría, y los hombres con las metralletas lo dejaron pasar".

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