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Sábado Santo

La Semana Santa sufre el 'colesterol' de las sillitas

  • El soñado pleno confirma el fin de la leyenda de la ciudad que se sabe mover en las bullas Las sillitas son el colesterol de la fiesta más hermosa.

La leyenda de la bulla civilizada ha muerto. Esa ciudad que sabe moverse en las bullas, en las que se organiza de forma espontánea una corriente en un sentido y otra en otro, ya no existe. Se ha evaporado. El público de la Semana Santa es sedente, parásito, estático. La bulla no es un fenómeno vivo, sino inerte. Se constituye desde horas antes del paso de la cofradía, se estanca, defiende la posesión de la zona con vehemencia y se marcha tras el último paso dejando un reguero de suciedad y de mal humor. Lo que en los primeros años de esta moda era una continuación de la carrera oficial, sobre todo en el entorno de la Catedral y de la Campana, es ya una plaga en cualquier punto de la ciudad por el que vayan a discurrir cofradías. Esa ciudad supuestamente sabia, que sabía moverse, en la que convivían en armonía el que buscaba los pasos y el que prefería esperarlo, ha degenerado en una suerte de colesterol en forma de sillas plegables que ha terminado por romper con una leyenda de la que se ha vivido durante mucho tiempo y que se ha usado como una marca de la ciudad. Como el río que no corre y sus aguas se ennegrecen, el público que parasita siempre genera más basura. Las cifras de Lipasam confirman cuanto hemos venido contando desde el domingo. Cuantas más cofradías salen -ironías del destino- más se ven las carencias de un público indolente al que no le importa la suciedad que deja en las calles. Como perfecta prolongación apócrifa de la carrera oficial, las calles con sillitas acaban igual que las del itinerario obligado de las cofradías: convertidas en estercoleros. Lo peor es que por estas calles han de seguir pasando cofradías en muchas ocasiones. Y resulta penoso presenciar -incluso por televisión- cómo hay cruces de guía que avanzan entre el laterío y desechos de todo tipo. El propio alcalde la ciudad, Juan Ignacio Zoido, ha tenido que anunciar una campaña de concienciación de cara a la Semana Santa de 2015, precisando en los micrófonos de Canal Sur Radioque se están tomando las fotografías oportunas a pie de calle para esa campaña especial. El fenómeno de las sillitas plegables será también objeto de estudio con la finalidad de buscar una solución. Si algo marca la Semana Santa de 2001 a 2014 es la creación de pasillos de seguridad y espacios de evacuación tras la Madrugada de los tumultos en 2000. Ahora son las propias sillitas las que han invadido esos espacios. 

Salida de La Trinidad.

La Semana Santa nocturna -para muchos la más bella- es todo un reto, un ejercicio de convivencia. Esas horas finales de cada día se parecen cada vez más a las del final de una jornada de Feria. Será una especie de globalización de las fiestas mayores. 

No se puede negar que las cofradías han intensificado sus esfuerzos por adelantar los horarios de regreso. Por fin son conscientes de que hay horas de la noche en las que un paso de palio no debe estar en la calle. Si los nuevos hábitos del público de la calle han roto la leyenda de la ciudad del saber estar, el de la noche hace tiempo que se olvidó de mitos. Ese público hostil se ve especialmente en la noche del Miércoles al Jueves Santo en el eje que conforman la Plaza del Salvador, Cuna y Orfila. Esa noche se ha convertido en el aperitivo perfecto del canalleo que marca ciertas horas y sitios de la Madrugada. En ello influye sin lugar a dudas que el jueves sea festivo y que se trata de un público ávido de misterios con olivos y romanos más que de ruán y saetas intimistas. 

Resulta curioso que las cofradías experimentan mejoras notables cuando el público empeora de forma manifiesta. El único retroceso apreciable en las cofradías han sido las prisas al discurrir que se han apreciado en muchos momentos, una celeridad que ha provocado que algunos pasos ni fueran vueltos hacia el monumento a Santa Ángela. Unas cofradías marcadas por el carrerismo, por la dictadura del reloj y por el antiestético efecto de llevar los nazarenos de tres en tres. 

En el apartado musical se ha percibido un repertorio muy variado. Tal vez demasiado. Algunas composiciones de cornetas y tambores siguen confundiéndose con un atasco de tráfico, incluso en cofradías señeras en días de relumbrón. Hay bandas de cornetas que son más amplias que muchos tramos de las cofradías a las que acompañan. Tras los pasos de palio sigue el efectismo de Margot y el sabor popular de Pasan los Campanilleros. Las apuestas florales no son siempre acertadas, sobre todo cuando se carga la tonalidad malva. Impactó sobremanera el negro de las calas del Cristo de la Fundación, un paso que se ha convertido en un verdadero referente del arte floral, como lo fue hace una década el de las Tres Caídas de San Isidoro. 

La disciplina de los cuerpos de nazarenos va a más en los últimos años. Siempre hay excepciones, como el penitente que se sale de la fila en la Puerta de Jerez y le entrega la cruz a sus amistades, o los nazarenos que acuden a un puesto de venta ambulante de hamburguesas. Las redes sociales se ceban con estos comportamientos inadecuados. 

Salida de La Soledad de San Lorenzo

El Sábado Santo fue una jornada agradable de temperatura, con el público ya más ahormado por el cansancio de la semana y con muchísimos visitantes. No se libró de las prisas en la carrera oficial, donde el personal se deleita con el paso de palio de la Virgen de la Esperanza Trinitaria y contando los nazarenos de cada representación que participa en el Santo Entierro. A la bellísima Dolorosa de la Trinidad le tocaron, precisamente, Pasan los Campanilleros en la vuelta de Laraña a Orfila, donde los rayos de sol se reflejan en los respiraderos, una de las mejores muestras de orfebrería de toda la Semana Santa. Tal era el calor que hasta uno de los manigueteros tuvo que levantar un faldón lateral en una de las paradas. 

Qué mejor despedida de la Semana Santa que la de la Esperanza Trinitaria, la Soledad y la cara de los niños absortos ante La Canina. Una Semana Santa plena, pero no debería olvidarse sin una seria reflexión: hay una gran cantidad de sevillanos que no cuidan de su principal fiesta. Tal vez no la valoran. Y no la valoran porque no la conocen. Y eso tiene difícil arreglo.

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