DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Carlos Bourrellier. presidente del Consejo de cofradías

"El arzobispo es encantador, te gana en el tú a tú y no puedes contradecirle"

  • Está pendiente de recibir las nuevas nomas diocesanas, que interesan a las más de 700 hermandades de la diócesis. Presume de una relación muy fluida con Juan José Asenjo.

Lleva dos años como presidente del Consejo de Cofradías, un cargo al que llegó tras la dimisión de Adolfo Arenas. Su mayor orgullo es el estudio que ha revelado que las hermandades dedican 4,5 millones de euros a la acción social en un año: "En dar de comer a la gente sin preguntarle el credo. Las hermandades, con todas sus cuotas, no tienen esa cantidad de dinero, lo que demuestra que lo están buscando fuera para poder atender todas las necesidades". Defiende que precisamente por este motivo se ha apostado por subir el precio de las sillas de la carrera oficial: "Porque las hermandades están desbordadas". Bourrellier ha sido hermano mayor con coronación canónica y rey mago de la cabalgata. Exhibe el sufrimiento por las críticas que recibe. Se defiende alegando que no se le conoce en lo personal. Es cierto que siempre responde al teléfono y que nunca se esconde. Y presume de tener un trato muy cercano con el arzobispo.

-¿Cuál es su balance de estos dos años de gestión?

-Muy positivo. El primer año fue muy duro, nos absorbió el vía crucis del Año de la Fe y la aprobación de los nuevos estatutos. Lo de los estatutos era una corrida buena... Porque se exigía el apoyo del 70% del censo de votantes, no de los hermanos mayores que acudieran a votar. Repito: del censo. Hubo que contentar a las tres secciones con algunas cesiones. Ahora estoy deseando que salgan las nuevas normas diocesanas. Esas normas nos permitirán hacer por fin el reglamento de régimen interno que desarrollen los estatutos.

-¿El Arzobispado está contando con ustedes para la elaboración de esas normas?

-En principio no estamos interviniendo en el proceso, pero sí las vamos a ver cuando estén terminadas. Ya veremos entonces si tenemos algo que decir.

-¿Y no cree que sería deseable que la autoridad eclesiástica tuviera en cuenta la opinión del Consejo?

-Las normas diocesanas las hace la Iglesia. Si se nos consulta en algún momento, que yo creo que sí, sugeriremos algunas cosas.

-Zapatero dijo que aceptaría lo que viniera de Cataluña en referencia a la propuesta de Estatuto. ¿Usted aceptará, o tragará, con lo que venga del Arzobispado?

-En mi vida he sido una tragadera, nunca. Quien me conoce sabe que no lo soy ni muchísimo menos. Creo que soy un hombre justo y me gusta la justicia. Si veo cosas que no me gustan, las discutiré. No tengo la última palabra, pero tampoco me cruzo de brazos.

-Las Normas Diocesanas aún vigentes son de diciembre 1997. Las recogió de rodillas el entonces presidente Antonio Ríos en el altar mayor de la Catedral de manos de monseñor Amigo, una imagen que fue portada de los periódicos.

-No sé cómo es el procedimiento de recogida, si hay que hacerlo o no de rodillas porque haya que jurar algo. Espero y deseo que no.

-¿Qué proyecto quiere rematar antes del final de mandato?

-Poner al culto la capilla del Consejo. Hay que hacer obras de reparación y contratar a un capiller sin mermar los ingresos de las hermandades, a base de subvenciones que vamos pidiendo. Ya la hemos remozado por fuera y tiene un sistema contra la humedad. La capilla es una joya. El proyecto de obra del interior está parado en la Comisión de Patrimonio. Queremos climatizar la capilla porque en invierno es un frigorífico y en verano un horno. Quiero que los jueves esté expuesto el Santísimo y haya misas los fines de semana.

-¿Por qué no se montó en el taxi que pidió Adolfo Arenas cuando dimitió como presidente y se fueron juntos?

-No fue por falta de ganas. Yo llegué a la vicepresidencia con mi amigo Adolfo. El cuerpo me pedía marcharme con él. Los tres cargos generales presentamos la dimisión ante don Manuel Soria. Yo me visto por los pies. Si yo le debía a Adolfo estar en el Consejo, yo debía irme con él. A mi quien me convence para que me quede es el señor arzobispo. Los tres cargos generales fuimos citados en el Arzobispado al día siguiente de la dimisión de Adolfo. Fuimos con el propósito de dimitir. El señor arzobispo estuvo cariñosísimo. La verdad es que siempre que he estado con él, entiendo la reunión como un privilegio, porque te habla con una calma, un cariño y un respeto que te gana en el tú a tú y no puedes contradecirle. Es un hombre encantador. Me refirió el artículo de los estatutos por el que yo debía sustituir al presidente. Nos habló de que teníamos que prestar un servicio a la Iglesia y que porque don Adolfo hubiera decidido dimitir, no teníamos que hacerlo también nosotros. Era algo que debíamos a la Iglesia y a nuestro pastor. Por eso no nos aceptaba la dimisión, no tenía sentido para él. Le pedimos presentar la dimisión más adelante, al final del ejercicio, pero tampoco lo veía adecuado ni necesario.

-¿No sería mejor para usted como presidente tener la legitimidad directa de las urnas?

-No he tenido opción, no me han dejado. Y considero que sí estoy legitimado.

-Pero no por los hermanos mayores, sino por el arzobispo. A usted nadie le obliga por la fuerza a seguir en el cargo.

-Claro que no. Pero debo obediencia a mi pastor. Y si mi pastor me dice que él ve que debemos terminar el mandato, tengo que hacerlo. No hay otra salida. Yo estoy fuerte y con ganas. Y le digo con franqueza que lo he pasado muy mal, he pasado noches en vela. ¡Si a mi no me conocen para decir ciertas cosas! Usted mismo me ha hecho unas críticas sin apenas conocerme...

-Por sus obras los conoceréis, ¿no? ¿O se trata de echarle la culpa al periodista?

-Ni muchísimo menos. Usted hace su trabajo.

-No somos pocos los que opinamos que siempre sería mejor que usted ejerciera su cargo con el respaldo directo de los hermanos mayores en las urnas. Usted podía haberle dado las gracias a don Juan José, pero pedirle que le dejara convocar elecciones.

-Yo no soy capaz de llevarle la contraria al señor arzobispo, de contradecirle de ninguna manera. Soy una persona fiel en todo y toda mi vida.

-¿Entonces no se puede discrepar con la autoridad eclesiástica en nada?

-Yo hablo con él con mucha frecuencia. Nos escribimos correos electrónicos. El arzobispo te gana cuando habla contigo. A mi me ganó. No tiene nada que ver el no llevarle la contraria al pastor de tu Iglesia con ser un borrego. Yo tengo que defender por encima de todo los intereses de la institución. Pero es que en este caso los intereses de la Iglesia y los del Consejo van en paralelo. En ningún momento he tenido problemas.

-¿Teme alguna sorpresa en las nuevas normas?

-Creo que nos van a ayudar. Estoy deseando que salgan. No hay que tener miedos. Estos días se han publicado unas directrices de la Iglesia sobre el uso de los templos. Yo las veo bien porque se estaban viendo desmadres en algunos casos. En ningún momento se nos prohibe que usemos la iglesia para conciertos, presentaciones, pregones o actos relacionados con usos litúrgicos. ¡Es que ha habido pases de modelo y cantes de flamenco en algunas iglesias de la Archidiócesis! Pues ¡chapeau! a estas normas.

-Hablando de pregones. Usted es otro presidente que nunca saca adelante a su candidato.

-(Risas) Yo ahí tengo menos fuerza... Doy total libertad a que cada uno vote lo que quiera. No me voy a poner a vender estampitas.

-¿Puede un divorciado ser pregonero?

-Pues mire... No se ha dado el caso. No le puedo decir. Sería el delegado diocesano quien tiene que decirlo. Para ser pregonero hay que ser gente de Iglesia. Hay que estar bautizado y en caso de estar casado, haberlo hecho por la Iglesia. Sin ser gente de Iglesia no se puede dar el pregón de la Semana Santa, se podrá dar otro.

-¿Usted tiene miedo a que Podemos o Ganemos se haga con el gobierno de la ciudad?

-Somos apolíticos.

-Sí, pero después tendría usted que relacionarse con ellos.

-No digamos ya que viene el lobo. Cuando uno echa el voto, seguro que lo reflexiona muy bien antes.

-¿Se presentará a las próximas elecciones del Consejo?

-Queda más de año y medio. Hoy por hoy mi intención es que no, pero no puedo decir de este agua no beberé. Influirá mucho lo que ocurra en el tiempo que queda. Tampoco hay que decir ahora sí o no. Habría polémicas.

-¿Usted nota ya algunos empujones por su cargo?

-Las personas que venimos del mundo de la empresa y hemos dirigido a muchos trabajadores no nos sorprenden las niñerías que vemos. Cuando de verdad has visto problemas de personas que pierden su trabajo o que tienen enfermedades, hay cosas que se ven que son tonterías.

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