Jueves Santo

La suavidad del clasicismo

  • La tregua del calor permitió disfrutar del día más mesurado de la semana Imponente el Señor de Pasión con la túnica bordada del siglo XIX. El jueves aún no está afectado por la decadencia del domingo.

El mercurio se apaciguó con el clasicismo del Jueves Santo, la jornada más mesurada junto al Viernes en todos los sentidos. Hasta el clima fue benevolente y, aunque arqueó cirios en los Negritos y la Exaltación, no disparó el consumo de cerveza en los bares tanto como en los primeros días. Qué gran Semana Santa para las tabernas del centro: todas las cofradías en la calle y el buen tiempo asegurado. Los relojes destrozaron nuevamente el final de un Miércoles Santo que acaba a la hora de un after hour, unos hábitos horarios que se consolidan y que no benefician nada a la actual Semana Santa, además de dejar en evidencia al Consejo de Cofradías como una institución útil para dar respuestas actuales a los problemas de hoy. Ni con un año por delante hay capacidad para resolver ciertos desajustes que provocan que haya cofradías como los Panaderos que entren en la carrera oficial a deshoras. 

La A-49 va cargada de vehículos a media mañana en dirección a la costa de Huelva. El AVE llega repleto a Santa Justa. Entran madrileños, se van muchos sevillanos, otra liturgia de Jueves Santo. Los bares que abren durante la Madrugada retrasan la apertura. Otros directamente no abren: "Lo que entra en el centro a partir de las nueve de la noche no hace gasto...". 

El centro de la ciudad, la zona cero de esta fiesta donde todo cabe, amanece limpísimo en el día más brillante de la semana. Hay que reconocer el esfuerzo de Lipasam durante toda la semana, siempre con una cuadrilla dispuesta tras pasar cada cofradía, ya sea en calles pequeñas o en grandes avenidas. El puente de Triana ha sido acicalado cada vez que ha pasado una cofradía. En ocasiones limpian lo que saben que se volverá a ensuciar a las pocas horas, pero el decoro exige que la siguiente cofradía pase por un lugar bien adecentado. Lipasam cuida más la ciudad estos días que muchos sevillanos que no contribuyen a la buena imagen de la fiesta más importante. 

Salida de La Exaltación

Los nazarenos de los Negritos pasan por el Salvador a la hora de los oficios en los monasterios. Los dos Jueves Santo se simultanean a la perfección. Las monjas de San Leandro, la mayoría negras, entonan los cánticos mientras el palio de los Ángeles regala otro año más un excelso exorno floral de los que van pidiendo premios. Este sol suave de Jueves Santo exhibe lo mejor de la semana, como el sol del Domingo de Ramos exhibía la decadencia del día más tocado de toda la Semana Santa. 

Salida de Montesión

La Exaltación, vulgo los Caballos, es una gran cofradía. Tiene extrañamente pocos nazarenos. ¿Por qué? No le ha llegado el boom interno que sí han vivido otras hermandades. La Exaltación es una de las delicias del día, como la Virgen cigarrera, probablemente el paso de palio más cotizado. Este Jueves Santo es un tesoro por horas. ¿Cuánto vale la contemplación del cortejo de la Quinta Angustia desplegado desde Velázquez hasta la Plaza de la Magdalena, cruz velada, cruces arbóreas, altas insignias, motetes, veintena de monaguillos, alfombra de lirios arropada por el manto bordado de la Virgen sin lágrimas? El Jueves Santo no tiene precio, no hay tasador capaz de valorar tanta belleza acumulada por los siglos. Y, por fortuna, es un día a salvo por el momento de los peligros del Domingo de Ramos. 

Al Señor de las Cigarreras se le desprendió una potencia en la carrera oficial. Por fortuna cayó sobre el tablero del paso. La hermandad optó por retirar las otras dos potencias. Al misterio de la Exaltación también tuvieron que hacerle unos arreglos en la delantera de la canastilla en la Plaza de la Virgen de los Reyes. Son incidentes menores que pusieron a prueba la destreza de los priostes a pie de calle. 

 Salida de El Valle

Por las calles se pudo andar con cierta facilidad. A menor cantidad de público, menor número de asientos plegables. Los letreros que ha puesto el Ayuntamiento parece que han paliado algo el problema, al menos han dado argumentos a quienes tratan de pasar por los sitios vedados. Tal vez sería recomendable instalar carteles en la Campana prohibiendo los pregones de algunos capataces, sabedores de que están los micrófonos de radio y las cámaras de televisión. Se echa en falta la sobriedad de capataces ya desaparecidos. Hay buenas intenciones -pensémoslo así- que enmascaran un afán de notoriedad que todavía encaja peor en un día de tan marcada liturgia. El histrionismo ante el martillo casa mal con el Jueves Santo. 

Y, para que no falte ni un detalle, el día fue perfecto para las mantillas. Siguen con fuerza. Aunque algunos modales definitivamente no tengan arreglo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios