Cofradias

Sushi y torrijas en Canadá

  • Ángela García narra su última Madrugada en Vancouver mientras salía su cofradía del Silencio.

EL año pasado mezcló el sushi y la torrija. Cualquier nuevo profeta culinario que sienta cátedra en los fogones televisivos le hubiera dado un premio por esta fusión de sabores. Pero Ángela García Ridao, de 24 años, no estaba para galardones el año pasado por estas calendas. Todo lo contrario. Lo suyo fue una auténtica estación de penitencia. Como nunca antes la había hecho. Su cofradía, el Silencio, salía de San Antonio Abad y ella se encontraba en la otra mitad del mundo. En una ciudad canadiense con nombre de complicada pronunciación: Vancouver.

Hasta allí se había desplazado esta hermana del Silencio para estudiar el posgrado de Dirección y Administración de Empresas. Reconoce que siempre le ha gustado viajar y "conocer culturas diferentes". Estos motivos fueron los que le llevaron a irse a una urbe situada en la costa oeste de Canadá, mucho más cerca de Asia que de Europa.

No le fue fácil a esta cofrade vivir una Semana Santa en una ciudad donde la mezcla de culturas invita a olvidarse de la raíces propias de cada persona que la habita. "Fue cuando empecé a valorar realmente de lo que disfrutamos en Sevilla. Al pasar estas fechas tan señaladas fuera te das cuenta de todo lo que tenemos en esta ciudad", relata Ángela García mientras apura una cerveza en una soleada y ya calurosa mañana de Lunes Santo.

Habla inglés como si llevara toda la vida en un país de lengua anglosajona y también se defiende con el alemán, idioma que aprendió durante su estancia en en el país de Angela Merkel gracias a un Erasmus universitario. En su nuevo destino cumple ya 14 meses. El año pasado, al poco de llegar allí, se celebró la Semana Santa. Sabía a lo que se enfrentaba y decidió cortar por lo sano. "Le dije a mis amigos que el Domingo de Ramos no me enviaran whatsapp con fotos de las cofradías. Me tenía que olvidar de lo que estaba pasando al otro lado del Atlántico", refiere esta joven.

Siendo consciente de que este deseo no se cumpliría, se llevó aquel domingo de palmas incomunicada. "Cogí una mochila y me fui a un bosque de Canadá. Sabía que si veía la foto de un nazareno me echaría a llorar", explica García, a quien no le quedó más remedio que acabar viendo cofradías por internet. La Madrugada de 2014 quedó con otro sevillano que vive en Vancouver. Antes de encender el ordenador compraron sushi e hicieron torrijas. La comida asiática y el dulce cofradiero por excelencia se mezclaron en sus paladares mientras veían salir la Macarena, el Silencio llegaba a la Campana, el Gran Poder abandonaba la Catedral, la Esperanza de Triana pasaba por los palcos y los Gitanos volvía, muy de mañana, por la Cuesta del Rosario.

"Nuestros compañeros de piso no daban crédito al vernos emocionados delante de la pantalla del ordenador por una tradición", recuerda esta joven. "Vancouver es una ciudad donde vive gente de culturas muy dispares, personas que con los años han perdido el vínculo con su origen. De ahí que no comprendan que sigamos vinculados a las fiestas de nuestra ciudad", detalla García, que después de mucho tiempo intentando explicar lo que es la Semana Santa de Sevilla ha llegado a una conclusión: "No me esfuerzo más. Es algo que hasta que no se vive no se entiende".

Era tal su temor a tener que vivir una Madrugada en la diáspora como la del año pasado que, a pocos días de que terminara esta cuaresma, decidió comprar un billete y embarcarse para Sevilla. "Sólo lo sabía mi padre. El resto de mi familia y los amigos más cercanos no tenían ni idea". El Viernes de Dolores esta hermana del Silencio pisó suelo hispalense. Su madre y abuela -ésta última con más de 80 años-, al verla creyeron que se trataba de una "aparición". Aunque mayor fue la sorpresa de su hermano, quien la vio cuando estaba subido al paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Ángela García dejó aquel día las maletas en el coche y se fue directa a San Antonio Abad, donde el azahar y el incienso serán la insuperable mezcla que saboreará esta Madrugada.

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