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Sevilla

La devoción sin pasar por taquilla

  • El besamanos a la Virgen de los Reyes devuelve la calidez humana a un templo abonado al turismo

Agosto atisba su final entre besos. Cuando muchos sevillanos han acabado ya sus vacaciones o ponen en marcha la cuenta atrás para la vuelta, la Patrona de Sevilla baja de nuevo al suelo de la Capilla Real para recibir los besos de los devotos. Es el segundo besamanos con el que concluyen los cultos a la Virgen de los Reyes, que tuvieron su cénit en la procesión del pasado día 15.

Que el termómetro vuelva a estar por las nubes no supone ningún óbice para que los sevillanos acudan a la Catedral para cumplir con uno de los ritos veraniegos. La Virgen de los Reyes se encuentra de nuevo en besamanos. El segundo. Comenzó ayer a las 18:00 y continuará hoy desde las 9:00 hasta las 14:00. A partir de esa hora la imagen fernandina volverá a su camarín en la Capilla Real. El sábado se abrirá la urna de San Fernando, en horario de 8:30 a 10:30. Una oportunidad para ver el cuerpo del Rey Santo que reconquistó Sevilla.

La cola del besamanos de la Patrona tiene una estampa propia que rara vez se puede ver en los cultos de las cofradías. Pantalón corto, abanicos, tirantas y algún que otro guiri despitado que, por error, se coloca en la cola pensando que es la de la visita turística al templo metropolitano. También hay niños. Muchos niños llevados por sus madres. A los recién nacidos, incluso, casi se les posa en las manos de la imagen. Al lado, el Divino Infante -al que apodan El Guasón- parece vigilar la escena con esa mueca de sonrisa pícara.

Los más curiosos siempre fijan la mirada en los detalles de la vestimenta. Aciertan en cada prenda. Para la ocasión la Virgen luce un atuendo blanco, con el manto confeccionado y donado por las Hermanas de la Cruz, sus camareras. La saya también es blanca y el pecherín, de corales.

Azucenas y margaritas componen el exorno floral distribuido con acierto en la Capilla Real, en cuyos bancos permanecen muchos devotos -la mayoría mujeres- tras depositar el beso. Estampa que devuelve la calidez humana a una Catedral que hace tiempo quedó reducida un incomensurable edificio turístico. La devoción no pasa por taquilla.

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