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Cofradias

Noviembre con entrañas de abril

  • La procesión de la Reina de Todos los Santos y la Virgen del Amparo son ejemplo de la elegancia y la medida olvidadas en muchas hermandades.

Sobrepasado el nivel de hartazgo de procesiones extraordinarias alargadas hasta límites insospechados, la ciudad se reconcilia cada segundo domingo de noviembre con la medida que nunca debió perder. Es el día donde lo clásico y lo popular se alían con un denominador común: la elegancia, esa cualidad que escasea, por desgracia, cada vez más en el ámbito cofradiero.

En Omnium Sanctorum y en la Magdalena saben mucho de eso. De medida y de elegancia. De no sobrepasar la barrera que convierte lo deseado en aborrecible. Por ello es, quizá, una de las citas que aguardan los sevillanos que encuentran en esta jornada esa ciudad que abandona el disfraz de parque temático para presentarse sin más tópicos que la de ser fiel a sí misma.

La Reina de todos los Santos y la Virgen del Amparo pusieron ayer el broche de oro (valga aquí el cursi tópico) al ciclo de Glorias. La primera lo hizo con un recorrido especial que llegó hasta San Lorenzo, templo en el que permaneció aquellos años en los que Omnium Sanctorum estuvo cerrada tras haber sido atacada por el frente popular en los nefastos días de la Guerra Civil. Este año se cumplen tres cuartos de siglo de la reapertura del templo mudéjar de la calle Feria. Razón de más para visitar a las hermandades de la feligresía de San Lorenzo.

Allí el paso -inconfundibles sus altos candelabros de guardabrisas y su imponente peana- se detuvo ante la parroquia y la Basílica del Gran Poder. Gracia popular de una procesión que destila por las calles esa naturalidad que en ningún momento está reñida con la elegancia.

La collación de la Magdalena fue el otro epicentro de la jornada. La Patrona de la feligresía se ponía en la calle con las últimas luces del día, con ese sol melancólico que vaticina noches largas. Tarde de noviembre con entrañas de abril. El clasicismo impera en el cortejo, en el repertorio de marchas -la esquina de la calle San Roque se ha convertido en un reclamo a los sones de Margot- y en el diseño del paso. La alta imagen de Roque Balduque avanza por un recorrido que parece diseñado al milímetro para esta procesión donde se deja fuera todo tipo de exceso (petalás, gritos y arcos de papel importados sin éxito de otras localidades). Es lo que tiene saber conservar la idiosincrasia propia.

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