Cofradias

En cada lágrima: 'Pureza era eso'

MAÑANA sale la Estrella. Y, con Ella, vuelve toda la luz de la tarde a habitarnos. Vuelve el cariño que se le profesaba en la casa de mi padre. Del grupo de las devociones cercanas sin vincularse a las hermandades de pertenencia. Era para nosotros esta Dolorosa sublime y nacarada, como el pariente querido y añorado que volvía a visitarnos y a hacernos felices los días compartidos.

A las grandes devociones de Triana llegué a quererlas por uno de los caminos más hermosos de nuestra Semana Santa: queriendo a los que la quieren. Así, de chaval, empecé a otearla en las tardes tibias de marzo… por la geografía de los nombres tan hermosos que las envuelven. San Jacinto, Pelay Correa, Altozano; para desembocar en la calle que custodia la que es Esperanza y orilla cierta de su barrio, Pureza.

El otro camino para intuirla fue mi padre. Nos contaba cómo en los años difíciles, y viviendo en Zaragoza, la alegría abierta a la luz cóncava de la Puerta de Triana, en la mañana del Viernes Santo, cuando Ella dejaba el centro para buscar el puerto del Altozano… le devolvía algo así como una alegría y una luz que le acompañaba y se quedaba con ellos. Todo era más llevadero. Me enseñó a rezarle en el retablo cerámico del Mercado de Entradores. Intuyendo cuántas oraciones y manos tendidas de vidas náufragas, quedaron -al menos por una vez- ancladas en su Esperanza. Eso es la Esperanza… no lo que aguardamos, sino lo que nos deja cuando se nos va.

Adivinar la luz que nos devuelve Triana en los días más santos. Y el detalle, tan evangélico, en su Misterio de Pureza. La madre, en la noche de su Camino, ofreciéndole su hija. Ahí están todas las vidas. Las dificultades y heridas de los suyos; las miradas humedecidas de sus mayores…ahogadas en el gozo de poderle regalar la túnica que -este año sí- estrena el nieto. Por este misterio que viviremos, las caídas del Nazareno levantan.

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