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Historia

Cuando la lluvia no pudo con Santa Marta

  • La cofradía salió con el Cristo bajo un aguacero en un intento por recordar la esencia de la fiesta.

LA presencia de la lluvia en la Semana Santa tiene la amarga costumbre de ofrecer estampas irrepetibles. El Lunes Santo de 1976 pasó a la historia por la salida que Santa Marta realizó en solitario con el Cristo de la Caridad en parihuelas. El chaparrón que durante todo el día cayó sobre la ciudad no fue impedimento para que la corporación de San Andrés decidiera echarse a la calle de una manera excepcional que hoy sería impensable. Las precipitaciones no remitieron durante toda la jornada y sorprendieron a las primeras cofradías: Santa Genoveva regresó apresurada a su templo, San Gonzalo resguardó el palio en la capilla de la Estrella y el misterio en La O, y la Redención hizo lo suyo en el Salvador mientras que el segundo de los pasos volvió hasta Santiago. Santa Marta fue la única que realizó su estación de penitencia prescindiendo, por un año, del misterio del traslado al sepulcro.

La decisión se debió "exclusivamente" al hotelero Manuel Otero Luna, que entonces presidía la hermandad y era tesorero en el Consejo. "El hermano mayor, que era un hombre abierto y arriesgado, me preguntó por la mañana si las parihuelas del Cristo estaban preparadas y, durante la comida que teníamos en el bar Los Azahares, insinuó si se podría sacar en ella a la imagen", recuerda José Joaquín Gómez, que desempeñaba las tareas de prioste. "Fue un día plomizo, frío y lluvioso. Al llegar la hora de formar la cofradía, la junta de gobierno acordó en cabildo la idea de bajar al Cristo del paso y sacarlo en andas. Manuel Otero se dirigió a los hermanos y comentó la propuesta. Nadie se opuso, pero sí hubo quienes comentaron que aquello no le parecía bien", relata.

La salida se realizó tras una prórroga de media hora que otorgó el Consejo, institución que junto al Cabildo Catedral no puso trabas a la alternativa. No hubo insignias, salvo el estandarte; ni costaleros, ni acólitos. Tan sólo un tramo de unos 300 nazarenos con cirios al cuadril que antecedió a la imagen escoltada por cuatro faroles portados por los manigueteros. Una docena de nazarenos sin capirote -entre los que estaba José Joaquín Gómez- fueron los encargados de llevar por turnos las andas.

Las cuatro horas del discurrir de Santa Marta en la calle se redujeron aquel 12 de abril a casi a la mitad. "En el camino hubo momentos impresionantes. El Cristo iba con el pecho mojado y al llegar a la altura del Sagrario, en la Avenida, le dio el sol y la luz fue fantástica", recuerda José Joaquín Gómez, impresionado por el silencio y respeto al paso de la cofradía. La singular decisión de salir mientras caían chuzos de punta no dejó indiferente a nadie. "La gente se quedó asombrada y hubo bastante público junto al Cristo. Al llegar al Salvador vi a personas de rodillas. No lo olvidare en la vida".

Desde el primer instante, los hermanos de Santa Marta fueron conscientes de lo que suponía una salida de este tipo. La hermandad nunca había suspendido su salida y pesó la opinión del autor del Cristo, que acompañó en todo momento a la cofradía. Así lo explica Gómez: "Fue el propio Luis Ortega Bru el que dijo que si el Señor se mojaba no pasaba nada mientras no se tocara a la imagen, a sabiendas de que ese verano se restauraría".

José Joaquín Gómez define la salida de 1976 como "extraordinaria". Al día siguiente, mientras algunos elogiaron el fondo, otros criticaron las formas. "Se tuvo miedo cobardón de que se creara un precedente porque lo que se temía es que aquello pudiera ser un fin de la Semana Santa". Para evitar que salir con el Cristo bajo la lluvia se convirtiera en una costumbre, las nuevas reglas dejaron claro no sólo la exigencia de hacerlo siempre con el paso sino también la composición del misterio y la ausencia de ropajes bordados, aspecto este último que vuelve a ser objeto de debate en un sector de la corporación.

Con los años, la salida se ha recordado como un toque de atención para no olvidar la esencia de la celebración al margen de la idiosincrasia. "La hermandad quiso demostrar que lo fundamental de la Semana Santa tiene que ser siempre Cristo, que todo lo demás es accesorio, fundamental pero accesorio". Una decisión que difícilmente sería extrapolable a la actualidad. "Era un contexto muy distinto al de hoy, de cambios en la Iglesia, en las cofradías y en la sociedad; había mentes más abiertas y los jóvenes tenían ganas de cambiar las cosas", señala. "Hoy tengo muy claro que no lo haría, pero en aquellos años había que demostrar autenticidad".

La historia reciente de Santa Marta ha demostrado la consolidación de un estilo propio que pasa también por la firmeza ante la ambigüedad meteorológica. Una cofradía que en no pocas ocasiones ha suspendido su salida sin tener en cuenta lo vivido hace cuatro décadas. "Los tiempos han cambiado. Ahora ante cualquier amenaza no se sale. No se puede poner una cofradía en la calle sabiendo que va a llover".

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