Carmen Domínguez vive en la Alfalfa y salió de su casa a las seis y veinte de la mañana. "A las seis y media ya estaba aquí". Aquí es la puerta del convento de las hermanas de la Cruz. Era de noche, se oían los rezos de las hermanas y una de ellas abrió la puerta para preguntarle si le pasaba algo. Le iba a pasar Todo. El Gran Poder por la casa de las hermanas de la Cruz. Las dos cruces que lleva Sevilla, que llevan a Sevilla. La fuerza centrífuga de esas monjas que desde primera hora salen a socorrer a los desvalidos. La fuerza centrípeta del Señor de Sevilla que recibe en el templo, su casa, el desahogo de tantas confidencias para convertir la angustia en liberación, el peso en liviandad.

Después de Carmen, llegaron Rocío y Ana María desde el Tiro de Línea. Ya había empezado a amanecer con el relente del noviembre incipiente. Toda la calle para estas tres mujeres. Recibieron refuerzos. Fali es pelirrojo y en tiempos fue televisivo. El periodista le pide que cuando pase la imagen por la puerta le preste sus ojos y sus oídos. Así lo hará.

Por Santa Ángela de la Cruz pasa Joaquín Caro Romero, el pregonero que ganó el Adonais de poesía. La poesía es como un palimpsesto encarnado en la historia de esta orden. El 5 de noviembre es Santa Ángela de la Cruz. El aniversario de su beatificación por Juan Pablo II coincide con el de la muerte de Luis Cernuda. Su sucesora, Madre María de la Purísima, nació en el mismo bloque del barrio de Salamanca de Madrid donde murió Bécquer. El convento está en la antigua casa-palacio donde nació Fernando Villalón, el ganadero y poeta del 27 que murió en 1930, un año antes que Ángela Guerrero. Y a dos pasos están el palacio donde nació Antonio Machado o la casa donde residió de estudiante Juan Ramón Jiménez.

No cabe un alfiler en la calle. El sol entrará primero por los impares y después llevará la primavera revenida a los pares. Ponen y quitan vallas en la esquina con Jerónimo Hernández. Dejan entrar a una monja con equipaje. Dice una de las hermanas, italiana de Rávena, que son en total ciento diez. Expectantes, porque nunca antes el Gran Poder ha pasado por su casa.

Los ojos y oídos de Fali empiezan a anotar "picaresca sevillana" en la puerta del convento. Los balcones aparecen engalanados de rojo carmesí. La calle es la platea de un teatro. Fali llama a las hermanas de Tiro de Línea "pretorianas de la esquina". No hay quien las mueva de allí. La paciencia de los niños es admirable. Entre los mayores, nadie tiene prisa ni urgencias. Una pareja ha venido desde Albacete. El joven habla por el móvil con un familiar. "Hemos ido andando hasta Triana, que es como ir de mi casa a La Pulgosa". Se refiere a un parque periurbano al sur de Albacete próximo a la base aérea de Los Llanos y a la estación de pilotos de la Otan.

Los ciriales aparecen a las dos menos cuarto por Alcázares, junto al colegio San Francisco de Paula. El mercado de la Encarnación está cerrado y Paco el carnicero, Francisco Rodríguez, va en busca del Nazareno de Juan de Mesa. Fali ha anotado: "Cuando llega el Señor todas las trifulcas se quedan en un tercer plano". El silencio es absoluto cuando los costaleros giran el paso y empiezan a oírse las voces de las monjas, "un coro de miel y canela", dice el testigo. Haendel puro.

Se pueden atrapar las sílabas en el aire. Misericordia es la palabra más repetida. El polisílabo que etimológicamente nos enseña a combatir la miseria con cariño. La lección que todos los días del año enseñan las hermanas de la Cruz y aprenden los hermanos del Gran Poder. Cruce de caminos, tabla de multiplicar devociones. Los ojos y oídos de Fali no dan abasto: "Los ángeles de rostros blancos hacen un bis sin nadie que anteponga premura de horarios ni protocolo".

El orden y la uniformidad preceden al paso. No es desorden lo que va detrás, pero sí diversidad de atuendos, pueblo llano en procesión oficiosa, cirineos por exigencia del guión. La compostura de los hermanos del Gran Poder estremece. También la pluralidad de sus quehaceres. Rostros anónimos, pero caminan juntos el catedrático y el cuponero, el notario y el peluquero. Vecinos de la calle Jesús del Gran Poder con su cirio caminante: Javi, de Casa Joaquín, o Manolo Romero, de Óptica Romero.

Se mueve la sierpe de cuerpos. "La espalda portentosa del Nazareno no nos dice adiós", apunta Fali, "nos susurra hasta el viernes allí por San Lorenzo". Los costaleros siguen el dictado de Manolo Villanueva y el Hijo pasa cerca de Espíritu Santo. La Santísima Trinidad encarnada en las calles de Sevilla. La devoción se desparrama por doquier. El Trafalgar de emociones ha cambiado las inmediaciones de Gravina por las de Churruca, donde el Gato Azul, nombre de la pizzería, no está triste como el de la canción de Roberto Carlos, sino alegre y endomingado con la expectación ante la llegada a San Juan de la Palma y Montesión.

De Castelar a Castellar. Un lapso de carteros para señalizar este regreso a las raíces. El manto de su carisma se extiende por toda la ciudad como un campo magnético. El milagro de la ubicuidad: por Divina Enfermera y por la plaza de los Carros, por Regina y por la Alameda.

La Cruz selló su alianza con la Cruz. Los dos símbolos más potentes de la ciudad simbólica. Fuerzas telúricas que escapan a las simplificaciones. La Misericordia ha dejado su huella en la ciudad. No se pueden utilizar parámetros deportivos o políticos para describir este triunfo apoteósico de quienes, cruz con cruz, se desviven por los débiles. Se ha visto a dos críticos de cine con su cirio correspondiente, Carlos Colón y Manolo Grosso. Los últimos serán los primeros. Los excluidos. La debilidad es una fuerza que no tiene rival. En clave de cinéfilo, una fortaleza escondida, como la película de Kurosawa. En el sagrario o el confesionario.