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Ateo por la gracia de Dios

  • El párroco de Bormujos evocó en el funeral de Rafael de Cózar los encuentros que tenían ambos en el despacho parroquial. La despedida reunió al mundo de la cultura y la Universidad.

RAFAEL por la gracia de Dios. Así había apuntado en su agenda el párroco de Bormujos el nombre de Rafael de Cózar desde que éste, en su primer encuentro, se presentó como "ateo por la gracia de Dios", fórmula que también acuñó Luis Buñuel en sus memorias, El último suspiro. Este cura rural más de Chesterton que de Bernanos ofició el funeral por el escritor en el tanatorio de San Jerónimo. El ateo por la gracia de Dios superó ayer al resto de templos de la ciudad, incluida la catedral, en capacidad de convocatoria.

Natalia, la viuda de Rafael, desconocía la relación que su marido tenía con el cura de Bormujos. Éste divirtió a la concurrencia con sus numerosos encuentros. El último, la víspera de su muerte, cuando el escritor le llevó a la casa parroquial unos limones del patio de su casa, la que sería finalmente el sudario libresco de este incunable irrepetible. Alguna vez, entre bromas y veras, el escritor le había pedido al dómine, en diálogos que parecen sacados del Don Camilo de Guareschi, que empezara sus hipotéticas exequias con un exabrupto cozariano y que le echara en lugar del agua bendita el vino de su cosecha, Cardenal de Cózar.

Mucha gente de pie. Cómplices de múltiples proyectos. José Luis Ortiz Nuevo lo recuerda como editor de un libro que el poeta publicó en El Carro de Nieve. Antonio Molina Flores, granadino de Orce, repartía como octavillas un poema visual de Cózar. Los Evangelios, venía a decir el cura, están llenos de gente como él, gente buena en la galaxia ciudadana de la buena gente. En segunda fila, detrás de la familia, sus inseparables Arturo Pérez-Reverte y Juan Eslava Galán. Recuerdo una anécdota de este último. Cuando publicó El catolicismo explicado a las ovejas, lo llamaron del Autobús Ateo para que les diera una charla. El novelista de Arjona, el hijo del acemilero, declinó la invitación porque el ateísmo le parecía una religión más canónica que la propia religión.

El funeral fue una función de El público lee con público que de vez en cuando rezaba. Jesús Vigorra leyó versos del libro de Cózar Cronopoética, una escalofriante y profética autobiografía. Después subió al imaginario púlpito Arturo Pérez-Reverte. Un autor en busca de su personaje, al revés que Pirandello. Hubo risas en el funeral. Novelistas amigos como Salvador Compán, Paco Núñez Roldán, Julio Manuel de la Rosa. Periodistas amigos: Juan José Téllez, Óscar Lobato (personaje de algunas novelas de Pérez-Reverte), Pepe Arenzana, Chema Garrido, Alejandro Luque.

Estaba también la Universidad, con el rector Antonio Martínez de Arellano a la cabeza. Su amiga Rocío Carande, hija de otro ilustre rector. Su compañero de despacho Rogelio Reyes, que recordaba su formalidad y rigor como profesor; su colega Pedro M. Piñero, que le dio clase a Cózar y al que ha despedido en el cuarto centenario de la muerte de Mateo Alemán. Con el periodista que suscribe sólo hizo tráfico de influencias una vez para que informara del belén casero, bellísimo, que un pariente lejano montaba cada Navidad en su casa de la calle San Vicente. Vi ayer a este pariente, olvidé su nombre, pero no la historia.

Al ver a tanta gente en la capilla del tanatorio, al aparecer el cura con todos los avíos sacramentales, alguien preguntó: ¿Pero Rafael era creyente? Era creante. Después se fueron a enterrarlo a Bormujos, donde Dios es ateo por la gracia de Cózar.

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