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De libros

Del pupitre del colegio al Imperio Planeta

  • El poeta y académico Pere Gimferrer, una figura con peso específico en el grupo editorial de Lara Bosch, evoca su amistad de casi toda una vida con el empresario.

POETA, narrador, ensayista, traductor, crítico literario y miembro de la Real Academia Española desde 1985, el barcelonés Pere Gimferrer fue, además, una de las personas de mayor peso específico dentro del Grupo Planeta y una de las voces con más crédito personal ante José Manuel Lara Bosch cuando se trataba de cuestiones literarias. Una confianza que se fraguó en los lejanos días de la infancia, cuando ambos coincidieron en las aulas del centro Balmes de las Escuelas Pías. "Fuimos compañeros durante cuatro años, en lo que entonces era el bachillerato elemental, y luego él ya pasó a otro colegio, pero de aquellos días quedó, para ambos, una huella que con el tiempo, afortunadamente, pudimos acrecentar", rememora desde su domicilio quien fuera uno de los nueve novísimos que cambiaron la faz de la poesía española en los años 70.

"Yo era sólo un año mayor que él, o sea, que más entendimiento generacional no podía haber. Y fíjese si estuvimos juntos en aquel tiempo, que como éramos los dos los más altos de la clase, nos emparejaban siempre para formar en el patio o para guardar la fila. Nadie sabía o intuía, lógicamente, a qué iba a dedicarse él más tarde... Teníamos entonces unos 15 años, él acabó marchándose al Liceo francés y yo permanecí en el mismo colegio, pero cuando retomamos años más tarde la relación nos dimos cuenta de que ninguno de los dos había perdido la memoria de aquellos días".

Después, durante una larga época los amigos anduvieron su propio camino, aunque sin perder el contacto del todo gracias a los encuentros casuales en Barcelona. "Y en el 82 empezamos a vernos de nuevo de verdad. Desde entonces hasta el final... En aquel año fue cuando Planeta adquirió el accionariado de Seix Barral y Ariel, y yo estaba en Seix Barral", recuerda. Cómplices de nuevo, pero ahora en el proceloso negocio editorial que Lara Bosch contribuyó a reinventar en España, Gimferrer tuvo oportunidad de trabajar codo a codo con el empresario en multitud de ocasiones, desde las reuniones de los jurados del emblemático Premio Planeta, de los que el poeta es uno de los miembros más veteranos, hasta distintas veladas y actos culturales.

"Hubo momentos importantes y especialmente intensos -continúa Gimferrer-. Por ejemplo, recuerdo con mucho cariño la época en la que él estuvo muy volcado en las actividades del grupo en América. Tuvimos mucho trato para asuntos relacionados con autores muy importantes, como Octavio Paz, Ernesto Sabato o Juan Rulfo. Y hubo también unos años difíciles y muy agitados en el Premio Planeta, por fallecimientos o problemas de salud de gente relacionada con él. Fue entonces cuando José Manuel decidió echar mano de sus amigos de toda la vida, entre ellos Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán y yo mismo".

Toda una serie de retos y contextos no siempre de fácil resolución en los que el poeta pudo apreciar de primera mano el "sentido del humor, que no le abandonaba nunca" y la "aguda inteligencia" del editor. "Además tenía una gran capacidad para comprender cada tipo de actitud humana con las que se encontraba, en ese sentido era rapidísimo de reflejos. Por eso era siempre tan divertido hablar con él. Esa facilidad la compartía con su padre, esa atención a los detalles significativos de toda persona, que captaba y percibía con gran capacidad en sus indicios mínimos, lo que le ayudaba tanto en su trato con los autores como a no vacilar a la hora de llegar rápidamente a las conclusiones que necesitaba cuando debía tomar una decisión de carácter empresarial".

"En conversaciones con él se hablaba de muchísimas cosas, de modo particular de asuntos sobre política, la vida de los negocios, la evolución de la industria editorial, en fin, que no hablábamos sólo de libros ni mucho menos", dice Gimferrer, que no obstante también en el Lara Bosch lector encontró virtudes, como esa predisposición para atender a las razones de unos y de otros: "Era imparcial. Un mismo fin de semana leyó las memorias de Utrera Molina [secretario general del Movimiento, entre otros cargos durante el franquismo] y de Santiago Carrillo, y si no recuerdo mal también las de la Pasionaria, y su conclusión fue, según me comentó: cada uno de estos hizo lo que tenía que hacer. Me llamó la atención esa capacidad para la ecuanimidad".

"Fuera de su actividad empresarial se podía acceder a otra dimensión de su personalidad, y en ese plano inteligente, divertido y bondadoso son tres adjetivos adecuados para sintetizar lo que era. Estuve con él en muchas ocasiones importantes para él, para mí o para ambos. En la boda de sus dos hijas, aunque hoy es doloroso recordarlo con detalle porque fueron momentos de gran alegría, o, no mucho antes de estas bodas, en el funeral por la muerte de mi primera mujer. Lo vi más tarde, en octubre de 2014, en la comida del Premio Planeta, pero la última conversación larga que tuvimos fue a finales de abril de ese año, en la antesala de la comida del acto de entrega del Cervantes, donde estaba con su querida Consuelo".

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