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De libros

En la vigilia del Estado

  • Varios movimientos secesionistas en África han cuestionado la validez de sus fronteras desde que hace medio siglo se independizaran de las metrópolis europeas

Hace medio siglo nacían 17 nuevas naciones en el continente africano, la mayoría habían formado parte del África Occidental francesa, algunas dependían del mandato británico, además de la República del Zaire, antiguo Congo belga. Se ha escrito mucho sobre la accidentada historia de estos Estados-nación, hipotecados por el subdesarrollo heredado del pasado colonial, el tribalismo político y la dependencia económica de las compañías internacionales. Bastante menos se conoce, sin embargo, el desarrollo interno de sus movimientos secesionistas que alimentados por agravios históricos o recientes, y silenciados por las oligarquías dirigentes, acompañaron estos mismos procesos de formación de la identidad nacional matizando o impugnando abiertamente su legitimidad.

Este libro trata de estos fenómenos de resistencia al poder oficial y su patrón de identidad nacional, a partir de una muestra de 13 casos, analizados por otros tantos especialistas, que recorren el conjunto de la geografía africana desde los áridos territorios del Sahel hasta las selvas del Camerún meridional o del Ruwenzururu. El denominador común, en todos los ejemplos estudiados, parte de una situación de abandono y postración, con raíz en el pasado colonial, prolongada en el tiempo por un Estado depredador, con el consentimiento de las jefaturas locales que se acomodaron a un reparto desigual de los recursos del que han obtenido, pese a su posición subordinada, pingües beneficios. Un escenario de marginalidad dentro del Estado naciente que, en palabras de Jordi Tomás, coordinador del volumen, inspiró el sentimiento de región traicionada que va ser el principal motor en la toma de conciencia colectiva de pertenencia a una comunidad diferente que se viene manifestando, periódicamente, en movimientos de reivindicación independentista.

Ahora bien, las vías de articulación de estas reivindicaciones ofrecen un panorama que se resiste a cualquier tipificación y exhibe todo el dinamismo político de la sociedad africana interétnica y globalizada actual. Entre los Tuaregs del Níger la iniciativa del movimiento de resistencia ha correspondido, en los años 90, a la generación de jóvenes que regresaron de Libia con una cultura política revolucionaria que se negó a reconocer la autoridad de los jefes de clanes, convertidos en agentes de la administración durante los regímenes militares de Níger. Una situación similar, con diferentes protagonistas, se vivió en la región de Casamance, al sur de Senegal, rincón olvidado de la administración francesa y después del Estado de hegemonía islamo-wólof, donde la cristalización de un discurso de la diferencia surgió de las clases instruidas en las misiones católicas que reavivaron el sentimiento de marginación política ganada a pulso durante décadas de gobierno senghorista. En otros lugares, como el suroeste de Zambia, los dirigentes tradicionales han sabido, en cambio, tomar la iniciativa recuperando su credibilidad frente a su pueblo como poder mediador con el Estado. Por último, en Nigeria, macroestado pluriétnico, la gestión de los dividendos del petróleo ha marcado décadas de deterioro medioambiental y de opresión social entre las comunidades del Delta donde los movimientos de disidencia son el grito de desesperación de unas comunidades que viven al límite de la supervivencia.

Valgan estos ejemplos para ilustrar una realidad socio-política de gran pujanza que traslada el objeto de análisis del Estado-nación reconocido a las múltiples formas de organización societaria que están funcionando como Estados de facto e indican la necesidad de muchas comunidades secularmente marginadas de dotarse de unos mínimos de protección y justicia social en contextos de acusada opresión e insostenible violencia.

Jordi Tomás (ed.). Ediciones Bellaterra (Biblioteca de Estudios Africanos, 18). Barcelona, 2010. 490 págs. 25 euros.

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