Sevilla - Barcelona · la crónica

La dignidad propia de los perdedores (0-2)

  • El Sevilla planteó un partido valiente ante el Barcelona, pero eso sólo lo condujo a tener una desventaja de dos goles en el minuto 25. Los hombres de Míchel se emplearon a fondo hasta el final y su público lo agradeció.

Derrota prevista no es igual a derrota no dolorosa. El Sevilla, tal y como estaba cantado desde antes incluso de que el balón echara a rodar, cayó frente al coloso Barcelona, y lo hizo tratando de minimizar los daños colaterales a través de la dignidad, aunque la verdad es que esta cualidad es propia de los equipos perdedores, justo lo que es en estos momentos el cuadro nervionense. Porque quedan muy lejos, lejísimo incluso, los tiempos en los que los blanquirrojos eran capaces de pelear de tú a tú con los azulgrana. Entonces, con Daniel y Adriano en sus filas, hasta con Keita en un breve espacio de un año, las distancias llegaron a ser mínimas, ahora, sencillamente, son siderales.

No le queda más remedio, pues, al cuadro sevillista, o a la entidad incluso para que se repartan con equidad las responsabilidades entre los que pisan directamente el césped y los que moran por los despachos, que apelar a esa ridiculez que algunos denominan dignidad sobre un terreno de juego. Es una cualidad perteneciente a los perdedores, a los equipos que nada tienen que hacer contra el rival que tienen enfrente. ¿Tuvo algo que hacer la tropa mandada por Míchel contra el ejército que puso en liza Guardiola sobre el césped del Sánchez-Pizjuán? Absolutamente nada, es así de cruel y doloroso para quienes puedan sentir la fe balompédica que se radica en el barrio de Nervión. El Sevilla fue en todo momento un quiero y no puedo ante un rival que se dedicó a golpear con prontitud y luego a dejar pasar el tiempo sin arriesgar lo más mínimo en busca de hacerle más sangre a los anfitriones.

Sí, es verdad que el planteamiento del entrenador madrileño que rige los destinos del Sevilla fue muy valiente, más osado incluso de lo que hubiera sido deseable para los intereses de los suyos. Porque, paradójicamente, el propio Sevilla había dictado un clínic sobre la posibilidad de hacerle daño a este Barcelona, unas enseñanzas que luego han llevado a la práctica algunos de los rivales que sí sacaron algo positivo ante Messi y compañía. Aquel día, con Marcelino al mando en uno de sus mejores planteamientos tácticos al frente del Sevilla, los blancos se dedicaron a moverse de manera sincronizada sin salir en busca del rival casi nunca. El objetivo era no ser sobrepasado, permitir la circulación del balón sin caer en una inferioridad numérica atrás.

Que Javi Varas fue providencial también, por supuesto, pero el ideario de aquel Sevilla del Camp Nou fue más inteligente del que se vio ayer, un equipo que quería presionar al Barcelona en la línea defensiva de éste. Era muy loable esta intención, pero para dejar claras las cosas en una de las primeras veces en las que se produjo, concretamente en el minuto 11, la pelota acababa en poder de Pedro delante de Palop. Bastó con que el Barcelona saliera de ella con habilidad y pases al primer toque, con que dejara atrás a sevillistas por el camino y Cesc le diera el gol en bandeja a Pedro. Suerte que ahí Palop estaría brillante para los suyos, pero no lo estaría tanto en una falta directa ejecutada por Xavi para colarla a media altura.

Los deseos sevillistas se habían topado con la realidad y poco iban a tardar en ponerse ya casi imposibles. Iniesta avisó primero y después Messi, quién si no, se encargaría de ejecutar la sentencia. Hay que analizar la jugada para ver dónde le gana la pelota Cesc a uno de los centrales sevillistas, Escudé, para valorar algunas cosas negativas que conlleva ser valientes en algunos momentos. Después, sí, una cacha a Spahic y el toque elevado de un genio, pero antes había un peón clave fuera de su sitio.

Sólo 25 minutos de juego y el partido estaba más que sentenciado, aunque para ser más preciso tal vez haya que decir que lo estuvo desde antes de comenzar incluso pese a las buenas intenciones de Míchel en su planteamiento, insisto demasiado osado. En ese momento los fieles de Nervión temieron por una debacle de las grandes, por un paseo similar al que ya protagonizara el Real Madrid en su visita al mismo recinto, pero entonces surgió la dignidad, el amor propio de unos profesionales que al menos sí pelearon contra su inferioridad.

Un poco después de la media hora un despiste de Piqué era aprovechado por Manu del Moral para cabecear al larguero y el Sevilla despertó a partir de ahí. Peleó por la posesión del balón hasta casi igualarla, pero no se sabe muy bien si era por virtudes propias o sencillamente porque el Barcelona había decidido ya poner el piloto automático y comenzar a pensar en el siguiente partido, que el calendario aprieta.

Lo cierto es que las oportunidades comenzaron a repartirse entre unos y otros, que si bien Palop salvaba unos pocos de mano a mano, también Víctor Valdés debía lucirse más de una vez. El Sevilla hasta volvió a salir tras el intermedio con la loable intención de presionar, pero no pudo meter ese gol que le hubiera permitido soñar al menos y se quedó en esa cualidad del perdedor, dolorosa por tanto, que llaman dignidad.

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