Durante 15 minutos la máquina del tiempo se instaló en el Bernabéu: el Bayern Múnich de Josep Guardiola recordaba al buen Barcelona y el rival no veía la pelota. Hasta que un contraataque puso 1-0 al Real Madrid y sólo se extrañó un rostro, el de José Mourinho, que muy probablemente sonreía en Londres. Pero fueron 15 minutos, no mucho más. Lo que quedó después fue la novedosa sensación de que el Bernabéu abrumara a un equipo de Guardiola, precisamente a él, que nunca había perdido en el estadio del Real Madrid. Carlo Ancelotti, el técnico blanco, tampoco lo había hecho ante el Bayern, por lo que la lógica indicaba empate. Fue sin embargo victoria blanca, y pudo ser goleada si un Cristiano Ronaldo evidentemente aún en recuperación de su lesión no fallaba a los 26' el 2-0 cantado y el argentino Ángel Di María, a los 41', el que podría haber sido el 3-0.
Guardiola, que el martes dijo estar "lejos" y no haber visto tanto al Madrid, demostró en ese primer cuarto de hora tener bien estudiado el partido: un 85 por ciento de posesión para jugar en el campo rival sin concesiones. Precisión de reloj suizo para mover la pelota, fiereza germánica para subir dos marchas y recuperarla si se la perdía. Hasta que llegó el error de Jerome Boateng, que se dejó adelantar por Fabio Coentrao en una trepada del lateral portugués por la izquierda. La espalda de Rafinha sería un problema toda la noche hasta que a los 66' entró en su lugar Javi Martínez, y Coentrao puso la pelota en el lugar justo para que Karim Benzema definiera a los 19'.
Sin casi tocar la pelota, el Real Madrid estaba en ventaja. Y como los partidos se ganan con goles, no con posesión, un Bernabéu especialmente entusiasmado y eufórico desde bien antes del partido estalló soñando ya con la final del 24 de mayo en Lisboa. Allí esperarán el Atlético de Madrid de Diego Simeone o el Chelsea de Mourinho, que el martes empataron a cero en la capital española. Si el Bayern vuelve a hundirse como en la segunda parte del partido de hoy, los hinchas blancos tendrá razones para sentirse en su primera final de la Champions desde 2002. Llamativo Guardiola: los ingresos de Mario Götze y Thomas Müller ya en la recta final fueron tardíos, porque la mala noche de Franck Ribery y de Bastian Schweinsteiger pedía cambios antes.
Guardiola, que el martes admitió sus temores por la falta de "espíritu" de su equipo en ciertos partidos recientes tras conquistar la Bundesliga, intentó en el final encender a Arjen Robben, insuflarle "espíritu" con una intensa conversación. No funcionó, aunque el español vería aún como Götze lanzaba un disparo seco bien controlado por Casillas. Tras el partido se dijo orgulloso: "Si algo no hicieron mis jugadores fue asustarse". Lo que no significa que tuvieran claridad. Hicieron el gasto y tuvieron más posibilidades, pero el peligro de gol fue mucho más fuerte por el lado de los locales.
A Guardiola, que se preocupó por insistir una y otra vez en la genética de "equipo de contraataque" del Madrid, lo dejó satisfecho un asunto para él clave: "Que Europa pudiera ver que el Bayern es un equipo valiente, que respeta a la gente que nos ve". A pocos metros, el capitán del equipo, Philipp Lahm, calificaba de "hermoso" el hecho de que a su entender el Bayern dominara "durante 90 minutos" en el estadio Santiago Bernabéu.
A Ancelotti no lo encontraron en ese debate de principios y "ética" futbolera. El italiano se escabulló con una anécdota: "Yo tenía un viejo técnico que decía que le gustaba tener la pelota, porque así no te pueden meter gol". Una frase redonda para volver al único hecho indiscutible: Guardiola se fue del imponente estadio aprendiendo algo nuevo, lo que se siente al perder como entrenador en la casa del Real Madrid.
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