Mundial baloncesto. España 2014

Cuando la hazaña es una obligación

  • Ocho años después del oro de Saitama, su gran nivel y las numerosas bajas del equipo de EEUU sitúan a la selección española como favorita para ganar el Mundial.

3 de septiembre de 2006. Saitama. Una fecha como otra cualquiera. Un lugar que hasta entonces pocos, muy pocos, hubieran situado en el mapa. 14 de septiembre de 2014. Madrid. Un día y una ciudad marcados en rojo para todos para los que sienten el baloncesto en este país. Habrán pasado poco más de ocho años y el objetivo es que esa tarde de septiembre la selección española que comanda Juan Antonio Orenga reedite ante su público lo que el equipo que entonces dirigía Pepu Hernández  consiguió aquel histórico domingo en Japón: proclamarse campeona del mundo de baloncesto.  Se piensa en el título, y con fundamento, en parte por las numerosas y destacadísimas ausencias en el favorito de siempre, Estados Unidos, en parte porque España ha armado un poderoso equipo en el que se mantienen siete protagonistas de la mayor gesta del baloncesto español: José Manuel Calderón, Sergio Rodríguez, Juan Carlos Navarro, Rudy Fernández, Felipe Reyes, Marc Gasol y Pau Gasol. Más de medio equipo, mientras que Carlos Jiménez y Jorge Garbajosa, titulares entonces, están ya retirados y Carlos Cabezas, Berni Rodríguez y Alex Mumbrú apuran sus últimos años en la ACB.

¡Cómo hemos cambiado! Lo que entonces fue sin duda una gran sorpresa, estando en liza un Dream Team con LeBron, Howard, Paul, Anthony, Wade o Bosh, ahora es casi una obligación. Desde luego, el oro no es ninguna quimera. Hasta ese 2006, España nunca había escalado a lo más alto del podio en ninguna gran competición y, aunque venía de encadenar varias medallas seguidas en los Campeonatos de Europa, su único metal en un torneo a nivel mundial se remontaba a 22 años atrás, cuando aquella plata en Los Ángeles ante Jordan, Ewing y demás que mantuvo a media España despierta de madrugada. Desde el oro de Saitama, la selección aparece un año sí y otro también entre los mejores de las grandes citas, ha sido dos veces campeona de Europa, ha protagonizado dos finales olímpicas de ensueño ante los lujosos  equipos que ha venido enviando Estados Unidos y en su debe apenas cabe situar la frustrante derrota por un punto ante Rusia en la final del Eurobásket celebrado en España en 2007 y, esta vez sin Pau Gasol, el sexto puesto en el Mundial de 2010, cuando un triple lejanísimo de Teodosic la apartó de las lucha por las medallas.

Y es ahí que España se presenta en su Mundial con el objetivo casi ineludible de ganarlo o, como mal menor, estar en la final, donde la derrota sólo valdría, y depende en qué circunstancias, si el que está enfrente es el disminuido Dream Team que ha podido reunir Mike Krzyzewski después de que, por una u otra razón, prácticamente todas las superestrellas de la NBA se hayan ido descolgando. Entiéndase bien. Las posibilidades de España son mucho mayores a priori si enfrente no están, como no estarán, LeBron James, Kobe Bryant, Kevin Durant, Dwight Howard, Carmelo Anthony, Blake Griffin, Chris Paul, Paul George, Kevin Love o Russell Westbrook. Sin embargo, resta por saber si en un hipotético enfrentamiento con los USA la motivación española sería similar a la que exhibió en las dos memorables finales olímpicas de 2008 y 2012 ante una verdadera constelación de estrellas y, además, el equipo americano ha dejado claro en la fase de preparación, arrollando uno tras otro a todos sus rivales, que no viene a España de vacaciones. Sin el oropel de los grandes cracks -sólo James Harden y Derrick Rose puede considerarse realmente como tales-, pero con un puñado de fenomenales jugadores entre los que se cuentan Stephen Curry, que, como Rose,  ya jugó el Mundial de 2010, Anthony Davis, Rudy Gay o Klay Thompson, Estados Unidos es firme candidato al título. Como España.

Pero el camino va a ser duro. Para empezar, con una primera fase verdaderamente inquietante en la que la selección se va a encontrar con Francia, su verdugo en la semifinal del último Eurobásket, aunque esta vez sin Parker y con varias ausencias más de peso; Serbia, una incógnita con la que siempre hay que contar por el talento natural de los equipos balcánicos; y Brasil, con cuatro NBA en sus filas y un base de nivel como Marcelinho Huertas. España ha terminado invicta la fase de preparación, en la que se ha medido a rivales de todo pelaje, pero ahora, cuando empieza lo bueno, nadie sale vencido de antemano y tanto en su grupo como en los cruces se va a encontrar con enemigos con historia y calidad como para darle un susto, como ya demostró Croacia durante buena parte del amistoso de hace unos días.

Eso sí, no cabe el riesgo de que un tropiezo envíe a la selección a la otra parte del cuadro y la aboque a un enfrentamiento prematuro con Estados Unidos, pues el calendario está hecho de tal manera que sólo se podrían ver en la final, en el partido por el bronce o, lo que parece de todo punto imposible, cualquier otro choque de rango inferior valedero para la clasificación final.

Cuatro ciudades acogen la primera fase del torneo, dos de ellas andaluzas, y luego la competición se trasladará a Barcelona y Madrid, las únicas con experiencia mundialista, pues ya fueron sede en aquel Mundial del 86 en el que España fue quinta y que ganó Estados Unidos con uno de sus últimos equipos universitarios -un gran equipo, cierto es-, ya que dos años después Sabonis reinó en Seúl ante David Robinson y compañía y en USA pensaron que ya estaba bien, que a partir de entonces el mundo iba a saber lo que era bueno.

En el 86 Zaragoza, Oviedo, Santa Cruz de Tenerife, Ferrol y Málaga albergaron partidos, mientras que ahora llega el turno de Granada, donde jugará España; Sevilla, con Argentina, Puerto Rico, Croacia y Grecia; Bilbao, que debe asistir a un paseo militar de Estados Unidos, y Las Palmas, donde la teoría dicta que Lituania no debe tener muchos problemas por más que los australianos siempre den la tabarra y México, en su retorno a la élite muchos años después de la mano del español Sergio Valdeolmillos, haya dado motivos para la preocupación.

De entrada, parece que los andaluces son los dos grupos más fuertes, y encima los clasificados en Granada y Sevilla se irán cruzando entre ellos hasta la final. O sea, que de España, Francia, Brasil, Serbia, Argentina, Puerto Rico, Croacia y Grecia sólo puede quedar uno, el que en la final se medirá más que posiblemente a Estados Unidos, si es que a Lituania no le da por hacer una de las suyas en un futuro cruce entre ambos. Cualquier otra cosa sería una sorpresa en esta parte del cuadro, donde figuran un buen número de equipos con escaso pedigrí, tales como Finlandia, Corea del Sur, Ucrania, República Dominicana, Angola o Nueva Zelanda.

Con 24 equipos en competición, están prácticamente todos los que son. Si acaso cabe echar de menos a Rusia, de unos años a esta parte un equipo irregular que lo mismo es campeón de Europa que se despeña sin remisión, y a Italia, un clásico venido a menos a la par que su liga ha ido perdiendo potencial aunque en el último Eurobásket emitiera señales de recuperación. Por lo demás, todos: Aparte España y Estados Unidos, lo mejor de los Balcanes, Lituania, Francia, Grecia, Turquía, los clásicos de Latinoamérica, Australia... Eso sí, hay muchos ausentes de postín, y no sólo en el equipo de Estados Unidos. Ni Parker, ni Ginóbili, ni Noah, ni Spanoulis, ni el muy veterano Turkoglu, ni el australiano Bogut, ni Lorbek, entre otros, estarán en las canchas españolas.

Pero en España no falta nadie. Tras la experiencia del último Eurobásket, donde por distintas razones acudió sin Pau Gasol, Navarro, Reyes e Ibaka, y aun así fue tercera, todos se han alistado en el equipo de Orenga, en el que quizá sea el último hurra de la generación que lo inició todo con el Mundial júnior del 99. Podría haber estado Mirotic, calidad le sobra para ello, pero el seleccionador debió elegir sólo un nacionalizado, y entre que el montenegrino no parece demasiado implicado (su renuncia el año pasado, quizá porque no quería ser segundo plato, no gustó en absoluto) y que el africano se ha entretenido en firmar una monumental temporada en Oklahoma, pareció tenerlo claro desde el primer momento. Y es que Ibaka completa un juego interior de ensueño en el que figuran nada menos que tres de los doce o quince mejores pívots de la NBA. Con él y los Gasol, más el siempre competente Felipe Reyes, parece que los problemas del equipo de Orenga no vendrán precisamente en la pintura.

La única novedad en la lista es Álex Abrines, elegido en detrimento de un clásico como San Emeterio y del veterano Mumbrú, aunque sus opciones de minutos, que de entrada no eran muchas, se han reducido un poco más al no haber jugado ni un partido en la preparación a causa de una lesión. Su tiro exterior puede ayudar en determinados momentos a un equipo que anda algo renqueante en esa faceta, y ante Irán y Egipto podría foguearse, pero todo apunta a que será el duodécimo en la rotación de un equipo que, a partir de mañana, aspira a todo.

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alberto martín / EFE

Juan Carlos Navarro, que jugará su cuarto Mundial, lanza a canasta.

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