Betis - Recreativo · la crónica

Un Betis a la tremenda (3-2)

  • Con la defensa adelantada y fiándolo todo a la calidad de sus atacantes, los béticos doblegan al Recre y dan aire a Velázquez. El técnico, falto de ideas para cerrar el partido con 3-1 a favor.

El partido tenía su miga y había que jugarlo. Los incompetentes que aún rigen los designios verdiblancos habían convertido la cita en una especie de cadalso para Julio Velázquez y éste ni siquiera llegó a subirse al tablado. Su equipo, con más goles que fútbol pero con un ideario aceptable, doblegó al Recreativo y proporcionó al salmantino el oxígeno que a buen seguro va a necesitar en semanas venideras.

Los futbolistas, como siempre, compitieron. Están con su entrenador y no sólo de palabra. Otra cosa es que hagan mejor o peor su trabajo. Y, también como solía, se evidenció que hay dos Betis: uno es el que ataca y otro bien distinto el que defiende.

Pero hasta eso parece haber entendido Velázquez, que se dejó de monsergas y de absurdos ajustes defensivos y apostó por el ataque. Potenciar las virtudes propias por delante de tratar de esconder los complejos siempre fue una virtud y al Betis lo premió ayer ese arrojo de su entrenador, esa valentía de tirar la línea defensiva muy arriba y tratar de presionar a los onubenses en su campo. Porque, eso sí, de intentar presionar a presionar en este Betis va un abismo. Lo hizo Lolo Reyes en la primera mitad, se vino arriba Matilla en la segunda y hallaron casi siempre el apoyo de un incombustible Dani Ceballos.

El utrerano hizo bueno el 4-4-2 asimétrico que diseñó su entrenador, calcado a aquél que usara Pepe Mel con Salva Sevilla tirado a la izquierda, pero siempre como interior y nunca como extremo, cediéndole la cal al lateral, en este caso Álex Martínez. En el otro costado, Kadir sí aparecía más abierto que el joven canterano y Molinero apenas pasaba de la línea de mediocampo.

Un Betis bonito, muy lógico y que, encima, encontró en Dani Ceballos el pegamento para no partirse en dos y en las combinaciones de éste con Kadir y los dos delanteros el fútbol necesario para generar las ocho o diez ocasiones que siempre debe crear el Betis en Heliópolis.

Muchos deben ser en tardes así los fallos de Jordi y compañía, que los hubo por supuesto, para arruinar la empresa.

Y fue en una jugada trenzada, a los diez minutos, en la que el Betis abrió el marcador. Y, aunque en un fallo de marca de Molinero, encajó el empate acto seguido, no desfalleció, hasta hallar las recompensa del 2-1 ya en los postres de la primera mitad. El equipo se sintió siempre a gusto en este periodo. Las líneas, juntas por fin, se solaparon incluso algún fallo. Por fuera y por dentro, el Recre no supo encontrar espacios y, cuando ya entrada la segunda mitad, Kadir, de penalti igual que había logrado Rubén Castro el 2-1, metió el tercero, todo hacía pensar en un verdadero homenaje a Luis del Sol con un fútbol al contraataque que le hubiera venido de perlas al equipo para golear y, de paso, para ahorrar energía.

Pero fue en ese instante cuando el Betis necesitó de un entrenador, una persona en banda con el cambio a mano para frenar el partido y cerrarlo, con un medio defensivo como N'Diaye, con un central como Caro, con un centrocampista que aguantase la pelota cual Nono... Pero no, Velázquez dejó el partido abierto, no abandonó el camino que había llevado a su equipo a ponerse 3-1 y el Recre anotó un tanto enseguida. Y, para colmo, la primera sustitución, justo después, fue la de sacar del campo a un delantero, Rennella, e introducir a otro, Chuli, al punto de que el empate siempre sobrevoló su cabeza pese a los dos balones a los palos de Rubén Castro y sólo el árbitro, con su acertadísima aplicación del reglamento, acabó con el pleito al expulsar a Menosse y Córcoles.

Una lástima que el equipo, que da la impresión de haber encontrado un camino en casa, el de jugar a la tremenda para que flote su ataque por encima de todo, no sea capaz de jugar dos partidos en uno. No lo permitió Velázquez porque da la impresión de que es un técnico de laboratorio y pizarra al que le cuesta ver el fútbol a ras de césped, reaccionar; en suma, dirigir los partidos.

Al menos por una vez habrá que darle las gracias por apostar seguramente por algo en lo que no cree. Porque Velázquez no supo quizá hasta ayer que el camino pasaba por desmelenarse y despojar al equipo de sus absurdos corsés. A él le va otra cosa porque jugando a la tremenda parece que no hay entrenador. Su tozudez le ha podido y, seguramente, le acabará costando el cargo. Porque el Betis volverá a ser un sinapismo tarde o temprano.

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