Betis-Alavés · a ras de hierba

La limitación de los toques

  • El Betis se tira al pozo con infinidad de pérdidas en campo propio por sobar demasiado el balón. Especialmente N'Diaye facilitó la presión arriba del rival.

Hay zonas del campo, en un partido de fútbol, en las que se pueden hacer unas cosas y están prohibidas otras y todas las cosas tienen un por qué. Viendo ayer el partido del Betis y las decisiones de sus futbolistas, sobre todo en la salida de balón, podía intuirse que el sistema defensivo iba a tener problemas -como los tuvo- ante un equipo que presionara arriba como hizo el Alavés. Fue el propio Betis, con innumerables pérdidas del balón en campo propio, el que metió al Alavés en el partido, y, aunque no se pueden sacar conclusiones definitivas sin estar en el día a día del trabajo de Velázquez, sí al menos se puede resumir que el exceso de toques en defensa facilitó la labor de presión de los puntas rivales.

Si en las tareas de entrenamiento de un equipo de fútbol son habituales las llamadas reglas de provocación (destinadas a provocar algo), una tan sencilla como limitar el número de toques de los futbolistas no suele hacerse por capricho. En zona 1, digamos la que suelen pisar defensas y medios centros, suele pedirse que se juegue a un toque o dos (control y pase). Lo más tres (si el control no es orientado) por varias razones. La primera y fundamental es dificultar la presión del equipo rival precisamente en la zona en la que menos jugadores tiene para llevarla a cabo. Moviendo el balón con rapidez un equipo evita fácilmente que los delanteros rivales creen problemas en la salida de balón. Otra, para hacer bascular al equipo contrario en busca de huecos, generalmente dos o tres basculaciones para, en un momento dado, saltarse un escalón y pillar al contrario con un espacio abierto.

Al Betis ya le pasó en la primera parte en Zaragoza (con balones comprometidos de Adán entre los centrales) y ayer volvieron a aparecer indecisiones, nervios... que dan pie a un control que no es limpio debido a que el pase no es de calidad o a que en la presión a un futbolista les dé tiempo a llegar a más efectivos del rival. Dio la sensación mucho con N'Diaye, que condujo el balón como si estuviera jugando en el centro del campo en vez de como último hombre, y muchos futbolistas fueron contagiándose de este defecto. Prácticamente, hubo fases en las que el Betis, sus jugadores, manoseaban el balón con toque libre por todo el campo, también en defensa. Para Dani Ceballos, por ejemplo, es una inercia natural, pero, sobre todo para los hombres de la última línea fue una constante que provocó infinidad de errores no forzados de pérdidas de balón en campo propio.

El Alavés olió sangre y fue a muerte a la presión arriba, consiguiendo así atacar en superioridad en innumerables ocasiones, crear inestabilidad y fomentar el ambiente de crispación que reinaba en el estadio en contra del equipo y del entrenador. Seguro que Velázquez tenía un montón de ideas trabajadas en su pizarra para tumbar al Alavés ante su afición, pero todas se le desmontaron con una muy defectuosa salida de balón desde atrás, en muchas ocasiones por el simple hecho de dar más toques al balón de los convenientes en zonas en las que hacerlo tres veces es peligro; cuatro es ya un suicidio...

Un Alavés descarado hasta el final

El Alavés logró este domingo el segundo triunfo de su historia en Heliópolis. Con un fútbol descarado y agresivo, llamó poderosamente la atención que ganando por 1-2 en el minuto 88, los laterales siguieran desdoblando a los extremos y se jugara más tiempo en campo del Betis que en el de los vascos. Alberto López, que demostró tener bien estudiado al equipo de Velázquez, tuvo claro un planteamiento ofensivo con el que le hizo mucho daño al Betis y dejó muy tocado a Velázquez y con el que se llevó los tres puntos del Benito Villamarín, algo que el Alavés sólo había logrado una vez en su historia, en la temporada 99-00 con un gol de penalti de Meho Kodro. Hiddink y Mané eran los entrenadores.

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