Mirandés - Betis · el otro partido

Sin querer bajarse al barro

  • Ni el estímulo de alcanzar al líder provoca el necesario paso adelante como visitante. Carente de ambición, los verdiblancos celebran el empate.

Tras otra semana donde lo extradeportivo focalizó nuevamente la atención en verdiblanco, se le pedía al equipo que dirige Pepe Mel un paso adelante en sus actuaciones como visitante. Además, las noticias que llegaron del derbi canario, con esa igualada entre la Unión Deportiva Las Palmas y el Tenerife, debían generar un estímulo positivo en el cuadro verdiblanco, que competía con la posibilidad de alcanzar al líder de la categoría justo antes de un momento clave del calendario. Pero ni así.

Sin intensidad, sin llevarse las segundas jugadas, sin apenas capacidad para combinar y cediendo cada vez más metros a su rival, el Betis acabó encerrado en su área e incluso celebrando salir de Anduva con un punto más en su casillero. Ni un paso adelante de sus defensas para obligar al equipo a presionar al rival; ni un atisbo de orgullo para darle la vuelta a un duelo ante un Mirandés que sí afrontó cada acción con energía, eso que al menos sí le sirvió a este Betis para ganar en Llagostera o Lugo, citas parecidas a la de ayer. No se pedía un Betis con adornos sino una versión sólida y dominante para lograr una victoria como visitante que lo aupaba en la clasificación hacia la zona en la que pretende finalizar la temporada.

Si hace una semana, el análisis sí deparaba a un equipo bético ambicioso, firme y con la constancia necesaria para superar al Girona, ayer se perdieron por el camino todos esos positivos atributos. Decía Mel que su equipo sí sabe competir contra los rivales directos e incluso utilizó un símil taurino para asegurar que ese Betis imponente debía aparecer en todas las plazas. O su mensaje no llegó al vestuario o éste no supo interpretar el juego como se requería para superar a un contricante de inferior calidad.

Con la zaga dando cada vez más pasos atrás, los verdiblancos parecían estar en inferioridad desde mucho antes que Bruno viera esa segunda amarilla que lo envió a la caseta antes de tiempo. Esa distancia entre las líneas y entre los propios jugadores imposibilitaba realizar una presión adelantada y tampoco enlazar esos necesarios pases para desarbolar a un equipo bien plantado como el de Carlos Terrazas.

Si Mel llegó al Betis renegando del doble pivote defensivo, las circunstancias han acabado por convencerlo de que este equipo lo necesita para adquirir solidez, pero en partidos como el de ayer el equipo verdiblanco debe mostrarse más protagonista, con más ambición para ejercer la autoridad que se le supone en esta Segunda División.

Ni el hecho de acumular 13 jornadas sin conocer la derrota encuentra un lado positivo con partidos como el perpetrado por el cuadro verdiblanco en Miranda de Ebro. Tres empates consecutivos como visitante ante rivales de la medianía como Numancia, Albacete y Mirandés dejan la sensación de que el equipo se ha dejado seis puntos en el camino y que confía demasiado en la resolución de los duelos directos. Para que el camino a Primera no se tuerza de manera inexorable el Betis debe mentalizarse de que en campos como Anduva hay que bajarse al barro y exhibir los galones de ese favorito al ascenso que pretende ser.

Buscando la sonrisa de Rubén

Arropado por sus compañeros y por su entrenador, Rubén Castro necesita recuperar su mejor sonrisa sobre el césped, ésa que le llega cuando se toca los mofletes para celebrar un gol. Cuatro partidos sin anotar, un solo tanto en los siete últimos encuentros muestran que el canario no atraviesa su mejor momento, al mismo tiempo que coincide con todo el revuelo extradeportivo. El Betis echa en falta esos goles de Rubén que sirven para desatascar partidos e incluso el propio delantero también los empieza a necesitar de manera urgente para conseguir otro objetivo personal como el convertirse en máximo artillero de Segunda, lugar que ahora ocupa Borja Bastón.

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