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No hubo fútbol, pero tampoco intensidad (1-0)

  • Un Betis desdibujado y errático pierde por la mínima ante una Real a la que le bastó con meter una marcha más Los cambios de Poyet, que retiró a Joaquín y a Rubén Castro, acabaron por hacer imposible la reacción

Desdibujado y tan triste como los rostros de Joaquín y Rubén Castro en el banquillo de Anoeta cuando fueron sustituidos por Gustavo Poyet, el Betis sigue sin hallar su estilo. No encuentra la tecla el uruguayo para que su equipo adquiera ese punto intermedio entre una alta intensidad como la de la segunda parte ante el Málaga y un fútbol de toque que le permita gobernar los partidos. Ni la entrada de Dani Ceballos de inicio ni los posteriores cambios del uruguayo ofrecieron resultado alguno a un Betis que se vino de vacío y, lo que es peor, lleno de dudas tras caer ante una Real Sociedad que apenas tuvo que subir la intensidad en los momentos adecuados para quedarse con los tres puntos en su zurrón.

El discurso de Poyet parece detectar los problemas del equipo verdiblanco, que pasan por una falta absoluta del control de los tiempos, pero sus soluciones no resultan efectivas. Ayer apostó de inicio por un doble pivote con Petros y Felipe Gutiérrez para que Dani Ceballos realizara una labor de enganche unos metros por delante. Pero ni así. El Betis era incapaz de concatenar dos pases seguidos, lo que, unido a un mayor ritmo de su rival, lo colocó de salida muy atrás, casi sin salir de su propio campo. Rubén Castro, otra vez en el costado izquierdo, estaba desaparecido, y Joaquín contaba con demasiados metros para él solo.

Como en tantas ocasiones, Adán sostuvo a los suyos en el partido. Un remate de Willian José, que le ganó la batalla a Piccini, lo despejó el meta con una parada de las que suman puntos. No sería hasta pasada la media hora de partido cuando los verdiblancos enlazaron su primer contragolpe, la manera en la que Poyet pretendía desarbolar a su rival. Felipe Gutiérrez, Joaquín y Álex Alegría combinaron hasta poner de gol a Rubén Castro, que dudó ante la salida de Rulli y el argentino despejó ese primer acercamiento bético.

Con excesivas imprecisiones y sin capacidad de mando en la medular, el Betis al menos se fue al descanso con casi las mismas ocasiones que su rival. Y es que a otro remate de Willian José le sucedieron un zurdazo a la media vuelta de Álex Alegría, al que Rulli respondió para desviar a saque de esquina, y un testarazo de Rubén Castro, que, algo desequilibrado por su marcador, envió demasiado alto.

No se quedó quieto Poyet pese a la igualada y tras el descanso dio entrada a Brasanac por Felipe Gutiérrez, pero tampoco el serbio le dio presencia al equipo en esa zona en la que se cocinan los partidos y en la que mandan los buenos equipos. Al contrario, con el paso de los minutos, el Betis se fue haciendo cada vez más largo, con una excesiva distancia entre las líneas que le hacía imposible tanto presionar la circulación de su rival como defender con orden.

Los de Eusebio, más constantes que en otros tiempos, sintieron la debilidad bética y de nuevo pusieron una marcha más en cada acción. Sin que Adán tuviera que intervenir demasiado, la Real se adueñó del balón y así llegaría el 1-0. Un centro cargado de veneno de Oyarzabal desde el vértice derecho lo embocó a gol Carlos Vela, quien le había ganado la espalda a Piccini. Los donostiarras, sin asumir demasiados riesgos, ya tenían el partido en el punto que habían buscado con más fuelle que su rival.

Tampoco reaccionaron los verdiblancos al golpe recibido. Sí lo hizo Poyet, aunque con una doble decisión que apenas se trasladó al césped. Musonda y Nahuel entraron por Joaquín y Rubén Castro, quienes se quedaron en el banquillo con caras de no entender nada. Casi la misma que cualquier espectador habituado a seguir los partidos del Betis. Y es que sin sus dos estandartes -sobre todo sin el canario cerca del gol y no en la banda- la reacción se antojaba casi imposible.

Y así fue. Ni la teórica superioridad numérica en la medular le inyectó más fútbol y garra a un Betis demasiado infantil. Dani Ceballos, Nahuel, Musonda, Álex Alegría... Poyet acabó el partido con los más jóvenes debiendo liderar una remontada que nunca llegaría y que tampoco estuvo cerca de producirse.

Lo que sí estuvo a punto de concretarse fue la sentencia realista. En un perfecto contragolpe, Oyarzabal se plantó ante Adán, quien, tan atento como siempre, desvió su disparo raso en su salida. Tampoco le hizo falta más a los de Eusebio. Agotando los cambios ya superado el tiempo reglamentario, la Real se encontró con un plácido final de partido. Poyet le había quitado su escaso mordiente al equipo, que ya era un quiero y no puedo demasiado evidente.

Las buenas sensaciones, al menos por el esfuerzo colectivo y el orden desplegado, del día del Málaga quedaron en el olvido a las primeras de cambio. Como ya ocurriera en tantas ocasiones de la pasada temporada, el Betis no digiere los elogios y el exceso de azúcar le acaba provocando una indigestión ante el rival menos pensado. Ayer se aprovechó la Real en un duelo similar al que también se llevó la pasada temporada, en el que el Betis sacó a escena casi los mismos defectos para regresar de vacío.

Sólo han transcurrido siete jornadas, pero este Betis de Poyet no acaba de definir su personalidad, el primer requisito que se le exige a un nuevo proyecto. Cuando juega con intensidad se olvida del fútbol; cuando la primera cualidad tampoco aparece directamente desaparece del campo. Bien hará el técnico en sentarse en el diván con su amplio equipo de colaboradores para encontrar una fórmula que permita vislumbrar a un equipo competitivo en todos los escenarios. Para esa tarea ahora cuenta con dos semanas, pero cuidado que llega el Real Madrid a Heliópolis...

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