Partidazo en el Ramón Sánchez-Pizjuán, con lluvia o sin lluvia. El Sevilla-Atlético de Madrid llega cargado de electricidad, como esa borrasca que lleva soltando agua a mansalva, y algún que otro trueno, desde ayer sobre Sevilla. La cartelería está mojada y seguirá estándolo, salvo treguas importantes como la que hubo en la tarde de ayer. Cabe esperar que, por el bien del espectáculo, en el césped y en la gradas, la climatología no ague la fiesta. Porque fútbol habrá, y de altísimo voltaje, se ponga San Pedro como se ponga.

El Sevilla de Jorge Sampaoli afronta la novena jornada como pocos podrían imaginar cuando desembarcó: prácticamente clasificado para los octavos de la Champions y con el liderato de la Liga a tiro. Casi nada cuando el otoño se ha metido en vereda sin vuelta atrás. Llega a Nervión la última gran bestia negra del Sevilla, que no vence al Atlético precisamente desde el año en que le ganó aquella emocionantísima final de la Copa del Rey en el Camp Nou. Fue en octubre de 2010 cuando acaeció el último triunfo sevillista sobre los colchoneros, en el debut liguero de Gregorio Manzano como técnico nervionense. Luego pasó que el propio Manzano cambió de aires, se fue al Vicente Calderón y allí, un año y pico después de aquel triunfo, le dio el testigo a Diego Pablo Simeone. Apenas cuatro empates ha sacado el Sevilla ante su equipo, más otro infructuoso en las semifinales de Copa de 2013, frente a cuatro derrotas y otra derrota más en la ida de esas semifinales. Ni una vez le ganó. Y eso añade morbo hoy.

Sampaoli no es ajeno a esa realidad, aunque él tiene en la cabeza otras cuestiones. Por ejemplo, postularse por fin ante un grande de España como una alternativa real en el campeonato español, si no para aspirar al título, quimera imposible, sí para anhelar ese tercer puesto hasta ahora inasequible que viene ocupando el Atlético.

Sucede que el equipo de Simeone llega igual de bien estructurado que siempre pero más afilado que nunca. Y con una punta de lana muy especial: Kevin Gameiro, el otrora ídolo del sevillismo. El francés se ha hecho con un puesto fijo en el ataque atlético junto a su compatriota Griezmann, que está además en un momento de forma finísimo, igual que le ocurre a Carrasco. Con Koke como manijero por el centro, junto otro medio más hecho a la destrucción táctica, Simeone ha dado con un equipo perfectamente sincronizado en la presión, fortísimo y casi invulnerable en defensa y, lo más preocupante, vertical, rápido y pegador arriba. Se puede decir que se ha menottizado en su concepto futbolístico, tras una etapa netamente bilardista con la que fortaleció la base que ahora disfruta.

Ante esta realidad, Sampaoli espera que la dinámica positiva de su equipo decante el partido de su lado con el favor de la grada y la confianza de unos jugadores en franco crecimiento, con una única derrota, en San Mamés, entre Liga y Champions, y con el aliciente de adelantar al líder de la Liga...

El once que elegirá para ello es una incógnita. En Zagreb probó con la defensa de tres. Pero anteriormente había dado con un once que repitió hasta en tres ocasiones con éxito -salvedad hecha de la inclusión de Iborra por el estado de Mercado en Butarque-. Con ese once superó al Alavés, al Lyon y al Leganés. Y a ese once podría volver incluyendo al recuperado Rami. Es una de las opciones. Otra es que varíe esa apuesta por los dos delanteros móviles por uno solo para mantener la defensa de tres. O que haya alguna otra sorpresa más rara, como que Vitolo sea carrilero, que Iborra entre en el equipo en alguna posición adelantada, o que incluso juegue sin referencias arriba... El abanico de opciones es amplio. Sampaoli, y su ayudante Lillo, saben lo que se traen entre manos y lo que habrá enfrente. La electricidad se notaba ya ayer. Imagínese hoy en el estadio...