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Presionar y anticipar, decirlo y hacerlo

  • El Sevilla, valiente y con mucha fe, basó su pase a cuartos en dos pilares: atacar al Barça lo más arriba posible para aislar a los 'bajitos' y, en caso de que el balón se acercara a éstos, no dejarlos recibir o pensar

El Sevilla basó su pequeña gran gesta -pequeña porque no es más que pasar a cuartos y grande porque supone dejar al mejor equipo de todos los tiempos sin un título- en dos pilares que cualquiera habría señalado a priori como las claves para salir victorioso de la cita. Claro, que llevarlo a cabo no es lo mismo que plantearlo. Presionar arriba y adelantar las líneas para no dejar al Barcelona hacer su fútbol, es decir, que el balón no llegara a poder de los magos bajitos (Iniesta, Xavi, Messi...) en esos metros al borde del área en los que son letales. Si eso pasaba, había que activar el plan B: anticipación, algo que, unido a la fe y a la concentración, debían de tener grabado los futbolistas del Sevilla a todo lo largo y ancho de la hierba del Sánchez-Pizjuán.

De esa forma logró maniatar casi por completo al galáctico once de Guardiola en la primera mitad. Luego, cuando el cansancio por el gran desgaste hizo aparición y el Barça sacó su mejor fútbol, hubo sufrimiento, pero eso era algo con lo que se contaba.

Defensa

El Sevilla propone desde el inicio un partido físico adelantando sus líneas y buscando al Barcelona en la salida del balón. La presión, producto de un gran desgaste, consigue crear confusión en repetidas ocasiones en el sistema defensivo rival, logrando de esta forma dos cosas: imponer respeto y evitar que el balón llegue a los virtuosos de Guardiola y, en la menor medida posible, a los terrenos en los que éstos son capaces de aniquilar a sus adversarios, la zona de tres cuartos. Emerge desde el principio la figura poderosísima de Dragutinovic, inconmensurable y pletórico en cruces horizontales y anticipaciones en vertical, adivinando siempre el pase. Konko también cerró muy bien un costado, el suyo, que tenía muchas complicaciones.

Con esa receta logra controlar, digámoslo así, al Barcelona durante al menos 50 minutos. Es la tarjeta que ve Duscher la que marca el paso atrás, lógico por otra parte porque se une al cansancio de Renato y Romaric, que ya no pueden ir a la presión tan arriba como en la primera mitad. Además, Lolo, el sustituto del argentino, ve amarilla también en la primera jugada haciendo que de alguna forma todo quedara casi como estaba. Fueron los minutos de más apuros porque el gran equipo que es el Barcelona, con todas sus estrellas sin faltarle ninguna -acaso Toure-, se puso a jugar de verdad, pero se encontró con una zaga concentradísima y con un portero, Palop, que recordó al de las noches mágicas de Europa (Glasgow, Donetsk...).

Ataque

Negredo, el hombre más flojito del equipo, no ayudó en la presión aunque sí lo hizo por alto y tampoco estuvo fino en el área. En cambio, Jesús Navas fue el que más daño hizo. Se alió con la presión colectiva en la primera mitad a los centrales del Barça para protagonizar varios sustos a Pinto, incluso un gol anulado injustamente tras pase de Duscher. También a la contra protagonizó espectaculares galopadas.

Virtudes

La fe y tenerlo claro. También había que tener un plus de valentía para ir a por el Barcelona como fue el Sevilla en la primera mitad. Una alegría que tiene un gran efecto motivador, además con el mérito añadido de la infinidad de bajas con las que afrontaba la cita.

Talón de aquiles

Faltó instinto matador en ataque. Ahí si se echó en falta a Luis Fabiano y Kanoute.

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