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Calcado no, mucho peor (2-1)

  • El Sevilla, como avisaba su entrenador, más que el partido de Málaga, imitó el de Villarreal, pero no por la actitud del rival sino por inoperancia propia. La gangrena sigue extendiéndose desde el centro

Por más que uno mire no se ve luz, de verdad. Si se intenta utilizar el prisma del optimismo, de que todo tiene otro talante y de que se intenta jugar a otra cosa, pues a lo mejor los espejismos parecen tomar formas de realidades corpóreas. Pero luego el fútbol pone todas las cosas en su sitio. Todas. Esto hasta el momento es el mismo perro con distinto collar o, si se quiere, hasta otro collar pero con un perro en el que las pulgas se multiplican más y más.

El Sevilla no es que se encontrara con un partido calcado al de Málaga, como predicaba Antonio Álvarez. Allí los nervionenses ganaron, no se sabe cómo, pero ganaron. En Valladolid lo que se calcó fue el partido de Villarreal, pero no por la actitud del rival, que es a lo que iba encaminado el comentario del entrenador, sino al propio funcionamiento de un grupo futbolístico que se ha caído sin remisión y que va a necesitar mucha ayuda para levantarse si quiere estar la temporada que viene en la Champions.

Y este Sevilla es el mismo perro con distinto collar porque, aparte de que no hay tiempo para nada, la situación sigue gangrenándose desde ese foco de infección que es el centro del campo, donde se supone que debe existir la creatividad que impida que los balones, como decía Negredo, vuelen por los aires desde atrás hacia delante. Ayer, cuando pitó el árbitro el inicio, Palop tardó treinta segundos en probar que los cordones de sus botas no se soltaban, ¡treinta! ¿Y por qué? Pues porque nadie de la defensa tiene confianza en los que juegan delante suya. En Málaga, Lolo y Renato; en Pucela, Lolo y Romaric. El mismo perro con distinto collar.

Un entrenador antiquísimo, Javier Clemente, con un planteamiento tan arcaico como colocar a Barragán de marcador individual sobre Jesús Navas -estas cosas se habían visto con un centrocampista o un mediapunta de creación, pero nunca con un jugador de banda- ni se creía que su equipo, con uno menos por esta circunstancia, se estaba comiendo a todo un Sevilla. El Valladolid llevaba cuatro partidos sin marcar un gol y al descanso ya se fue con uno como pudieron ser dos o tres, ya que Nauzet, que no se sabe muy bien de qué jugaba pero que se le aparecía a Dragutinovic por todas partes, veía un filón moviéndose por detrás de Lolo.

Y mientras, en el Sevilla la fotografía era la misma que en El Madrigal. El serbio continuamente con los brazos desplegados llamándole la atención a los hombres del centro del campo y la estampa de un equipo roto, desconectado y con el sistema defensivo completamente desquiciado que hacía que ni siquiera despejar al patadón se hiciera correctamente. Negredo, como en Villarreal, miraba al banquillo y se quejaba de lo mismo que le había afeado a Jiménez aunque a éste no se lo dijo a la cara, que el balón por los aires es algo que no le gusta. Pero tampoco el madrileño bajaba unos metros para ofrecerse. La consecuencia era que Luis Fabiano parecía invisible y que al Sevilla se le iban los minutos sin dar señal alguna de reacción.

De esta forma, con un rival enfrente calcado al que se midió al Málaga y calcado al que lo hizo en Villarreal, ni se creía lo que estaba consiguiendo. Se iba al descanso con un gol a favor, con un balón a la madera, un par de ocasiones claras más y creyéndose que era por méritos propios cuando era por el colaboracionismo de los pupilos de Antonio Álvarez.

El marchenero, que además se había quedado con un cambio menos por la lesión inoportuna de Fernando Navarro, tenía -o no encontraba- pocos recursos. Empezó a mover a Cala de una banda a otra. Primero en la derecha, luego a la izquierda para que Adriano ayudara a Jesús Navas, pero el problema no estaba ahí. Nunca estuvo ahí. Romaric seguía en el campo y al trote que le permite su generosa humanidad trataba de buscar algún balón, pararlo y mandarlo al sitio oportuno, pero rara vez pasaba de la segunda fase, es decir, se lo quitaban en la estación de pararlo. Lolo, mientras, a lo suyo. Le regaló al Valladolid varias contras en balones que no se sabe muy bien por qué acababan en pies de Nauzet, de Diego Costa o de Borja, pero en una de ellas, con todo el Sevilla arriba, propició que aquello, que todavía había tiempo para que se pareciera a lo de Málaga, se calcase a lo de Villarreal.

Y así fue. Para encontrar el primer disparo a puerta de los sevillistas hay que irse a casi el minuto quince de la segunda mitad en un tibio remate de Jesús Navas. Luego, como en las otras dos comparecencias foráneas de este invento de Antonio Álvarez, empezó a intentarlo cuando al rival se le acabó el gas. Muy tarde ya. Cala, como en Málaga, quiso meter al Sevilla en el partido, esta vez no con un churro sino con muchísimo más, pero la del equipo de Clemente era ya una ventaja considerable. Y así y todo hasta pudo empatar Jesús Navas, pero a estas alturas, ¿para qué hubiera servido?

Árbitro: Álvarez Izquierdo H (catalán). Mostró tarjetas extrañas, aunque no llevó el partido rematadamente mal.

Tarjetas: Amarillas Sereno (12'), Barragán (14'), Palop (39'), Del Horno (50') y Nauzet (59').

Goles 1-0 (42') Diego Costa. Nauzet saca una falta diagonal desde la derecha y el brasileño remata sin oposición cruzándosela a Palop. 2-0 (54') Manucho. Lolo pierde un balón con todo el equipo arriba y entre Diego Costa y el angoleño deciden con facilidad. 2-1 (82') Cala. El lebrijano aprovecha el perfil de disparo que le daba la banda izquierda para lanzar un obús lejano que encuentra la escuadra.

momentos clave 17' Nauzet aprovecha el bote para superar a Dragutinovic y su remate da en la cruceta. 56' Palop saca un mano a mano con Costa. 87' Jesús Navas no acierta con todo a favor.

Incidencias: Encuentro de la trigesimosegunda jornada de la Liga BBVA disputado en el estadio José Zorrilla ante 18.961 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del periodista Juan Manuel Gozalo.

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