Crónica del Jueves Santo Jueves Santo de memorias y esperas bajo la lluvia

El tiempo El tiempo en Sevilla para la Madrugada

El periscopio

León Lasa

Infundada euforia (olímpica)

Las medallas españolas se han vendido como gestas, pero nuestro papel ha sido mediocre si nos comparamos con nuestro entorno.

AHORA hace una semana que ha concluido toda la brasa olímpica que, eso sí, nos deja para el recuerdo un inalcanzable Usain Bolt, un deportista de esos que uno recuerda durante décadas y que los niños de hoy, aunque con menos capacidad memorística que los de antes, rememorarán en el futuro como nosotros a Mark Spitz o a Nadia Comaneci; aunque Bolt, en mi opinión, es probablemente el mejor atleta de todos los tiempos. Uno, quizá tan descreído en tantas cosas, no salía de su asombro cuando veía y oía las retransmisiones en las que salían deportistas españoles/as (que nadie se ofenda): parecía que estábamos realizando gestas épicas a la altura de Aquiles cuando en muchos casos las medallas se obtenían en disciplinas menores o por atletas no nacidos en suelo patrio (bien es verdad que esto último ocurre ya en casi todos los países de nuestro entorno). En atletismo, la disciplina olímpica por definición, solo hemos conseguido dos medallas: la de plata del  cubano español Orlando Ortega, y la verdaderamente grande y dorada de Ruth Beitia. No ganábamos ninguna desde Atenas 2004: para mirárselo un poco. Al final, se han alcanzado 17 pírricas medallas contra las 42 de Francia o Alemania, o las 28 de nuestros primos italianos (por no hablar de las 67 de Gran Bretaña), países que no nos doblan ni en población ni en PIB  per capita; y nos situamos a la par de pequeñas naciones como Holanda o Hungría. No es para tirar cohetes si lo vemos con cierta frialdad. Pero somos como somos. 

 

Si queremos ahondar más en el análisis medallístico iremos a ello. Nuestra clasificación en el ranking de medallas por habitantes es la número 57, superando, eso sí, a Moldavia o a Portugal, pero muy por detrás de Azerbaiyán o Armenia. Si ponderamos el número de medallas con el PIB nuestra posición baja al número 79: esto es, el número de medallas que conseguimos es muy reducido si lo comparamos con el PIB del país: el cociente entre ambas magnitudes es de 4,36, cuando en Jamaica -unos portentos naturales-- ese resultante es del 0,08; el cociente de todos los países de nuestro entorno (y no digamos de los muy deportistas pueblos nórdicos) es muy inferior al español: Gran Bretaña 1,26; Italia 1,60; Francia 1,75; Alemania 2,59...

 

Por conseguiente, y en tanto los datos y las cifras (o simplemente el sentido común) no nos dicte lo contrario, no hay base para esa exultante euforia a la que somos más proclives que unos dominicanos al ritmo de la bachata. Nuestro papel, comparado con las naciones que nos sirven de modelo, si tenemos en cuanta incluso las diferencias a las que hacíamos mención más arriba, ha sido francamente mediocre. Aunque se encarguen algunos de vociferar lo contrario. PS: En el 2053 seremos diez mil millones de ciudadanos y ciudadanas sobre la faz de la Tierra, según la Population Data Sheet de 2016. África sola alcanzará los 2.500 millones. Nigeria, 400 millones. Dios mío.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios