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Carlos Barrabés. Empresario, consultor

"La tecnología mejora el mundo, por eso ya hay más gente con móvil que con luz"

  • Este vendedor de ideas observa cómo la tecnología revoluciona el mundo y se aventura a esbozar los siguientes pasos. Optimista a ultranza, confía en España y en su músculo humano.

Carlos Barrabés (Benasque, Huesca, 1970) es en realidad un filósofo apostado en una torre digital que bien podría erigirse en alguna de sus montañas de infancia. Desde allí observa cómo la tecnología revoluciona el mundo y se aventura a esbozar los siguientes pasos. Su gran habilidad es entender el contexto cambiante, las tendencias que transporta el remolino voraz del siglo XXI. Optimista a ultranza, confía en España y en su músculo humano, y sonríe, sonríe casi todo el tiempo, sonríe salvo cuando una pregunta le parece espinosa; entonces agacha la cabeza y se estruja las sienes, pero siempre vuelve, y vuelve sonriendo.

-Le entrevisté hace año y medio y entonces era optimista. España está hoy incluso peor.

-Sigo pensando igual. Todos sabíamos que la crisis iba a ser muy larga, pero por eso mismo, como cuando te enfrentas en la montaña a un recorrido largo e incierto, necesitas un posicionamiento feliz, creerte que eres capaz de hacerlo. Uno de los problemas del país es que no tenemos un mensaje potente. Un discurso optimista es un poco alocado, vale, pero uno posibilista es oportuno.

-Nuestros líderes transmiten pesadumbre.

-El Rey, por ejemplo, dijo que dan ganas de llorar cuando se habla de España dentro de España, pero fuera no nos ven tan mal.

-¿Y cómo nos ve el mundo?

-Hay tres niveles de percepción. Uno. Quienes quieren que nos vaya mal, y de esos hay muchos. Un caso claro sería Inglaterra. ¿Y por qué ese interés? Fundamentalmente para que nadie les mire. Dos. Quienes quieren que nuestro modelo sea posible, y yo ahí incluiría a Alemania, con sus intereses interesados. El hecho de que el euro no se rompa tiene mucho que ver con ellos. Tres. Quienes nos están ayudando. Latinoamérica, nuestros hermanos. Cada vez vendemos más allí. O Francia e Italia, a su manera. Pasamos por una situación compleja de transformación del país a todos los niveles, y hay mucha gente que esto lo ha interpretado como un problema sin salida, creando una capa de negativismo que ralentiza la recuperación, pero también hay quien lo está leyendo como una oportunidad de reinventarse. Hay una explosión del espíritu emprendedor y de la internacionalización.

-El informe Doing Business, del Banco Mundial, describe a España como un lugar con excesiva burocracia.

-El mundo se ha dividido entre países emergentes y maduros, y los informes que tratan de igualarlos engañan. Comparar a España con Brasil a la hora de montar una empresa es comparar churras con merinas. Los países desarrollados se caracterizan por generar entornos cualitativos muy relevantes, por ejemplo, la seguridad. Puedes caminar por una calle de Sevilla tranquilamente, y eso no se puede decir en la mitad del mundo. Los niveles básicos de consumo son mucho más elevados en España, pese a haber caído, que en medio planeta. Las clases medias tienen mucho más peso. Tendemos a pensar que somos peor de lo que somos. España es un gran país y debe actuar como tal.  Sí, hay una realidad que dice que tenemos un 25% de paro, pero hay otra que dice la sociedad ha asumido ese problema en un porcentaje muy importante, y eso no sucedería en ningún otro país importante del mundo.

-A la marca España le sienta fatal el centrifuguismo catalán, ¿no?

-Difícilmente hay un problema local que no tenga que ver con una tendencia mundial. La riqueza se está acumulando en las grandes ciudades, que se están rebelando frente a los países. En unos lugares con un alto sentimiento identitario, y en otros sin él, como en Londres, Yakarta o Shangai. En esta línea se encuadran mensajes como el de que no es necesario hacer el AVE a Cádiz. ¿Por qué? Porque probablemente el 40% del PIB mundial esté ya en 250 ciudades, pero en 2025 podría concentrarse en unas 100.

-¿Y qué tiene eso que ver con Cádiz?

-Un tipo de Madrid o Barcelona te dirá que le parece un gasto extra que Cádiz tenga AVE. Esta dinámica es mundial, y donde haya un sentimiento identitario salvaje, pues se verá en clave nacionalista.

-¿Nos está convirtiendo la tecnología en capullos conectados a Matrix?

-Hay quien dice que la tecnología no es buena ni mala, depende de cómo se utilice. Yo soy de los que piensan que la tecnología sí es buena. La tecnología cambia las sociedades, y eso rompe con el pasado. Hace que las personas vivan mejor, por eso en estos momentos hay más gente en el mundo con móviles que con luz. Porqué la tecnología es una revolución reside en que afecta a la base del ser humano, que es la comunicación. La tecnología permite comunicarte mejor, que te lleva a cooperar mejor. Si el ser humano ha llegado desde Atapuerca hasta aquí es porque ha cooperado, y la tecnología permite hacerlo de manera eficiente y global. El potencial de la tecnología en el mundo es hacerlo mejor. Éramos 40 millones de personas en el planeta con formación y vamos a ser 450 millones. Éramos 800 millones los que comíamos todos los días y ahora somos 4.000. Todo esto está vinculado a la tecnología.

-¿Se ha quedado atrás el ordenador?

-Si piensas en modo ordenador sólo entiendes una parte del menú. El móvil cambia el mundo cuando permite una experiencia única global. Eso es la ubicuidad. El ordenador ofrecía una experiencia localizada, muy concreta. El móvil permite sobre todo recibir pero también emitir de una manera que te lleva a un entorno nuevo que es la toma de decisiones en el momento, on the way, y esto va a cambiar el mundo: tendrás el poder estés donde estés.

-Esa ubicuidad refuerza la tutela ciudadana a la política.

-Es el problema que tiene en estos momentos China, donde una manifestación ha parado la instalación de una fábrica química. Hay imágenes de esa protesta porque prácticamente cada asistente tiene un móvil y Weibo, que es el Twitter de allí. Simplemente, es poder para el ciudadano, y cambiará las cosas psicológicamente.

-¿Cuál es el siguiente paso después de internet?

-Estamos en la primera edad de la era del conocimiento, que es la del software. Cuando se inventó la espada de cobre se crearon las ciudades porque al fin podían ser defendidas. Estamos muy al principio del software, y veremos aún grandes transformaciones.

-¿Vamos a convertirnos en cyborgs?

-Si el mundo avanza a esta velocidad, llegará un momento en que la tecnología sea una commodity. Entonces será el tiempo de la filosofía.

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