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Crítica 'Gebo et l'ombre'

El oro de los muertos

Gebo et l'ombre. Director Manoel de Oliveira. País: Portugal/Francia. Año: 2012. Duración: 91 mins. Con: Michael Lonsdale, Claudia Cardinale, Jeanne Moreau, Leonor Silveira, Ricardo Trêpa, Luis Miguel Cintra.

Qué suerte tenemos de vivir esta miserable época, ruin y descorazonadora. Pues coincide con la milagrosa última etapa (o penúltima, si seguimos la sabia superstición de la barra de los bares) de uno de los más grandes cineastas vivos. Como el Dreyer de Gertrud (y Gebo el l'ombre tiene un aparte de violencia que sólo alguien de la altura del danés podría haber rodado así), Oliveira se sigue despidiendo con un cine a contracorriente, de una sencillez arrolladora. Aquí adapta a Brandão, uno de sus pocos autores de cabecera, recicla y varía la monumental A caixa (1994), y, niño centenario enfermo de curiosidad, anota con incólume perplejidad un nuevo comentario sobre la crisis que nos maniata (y que desangra Portugal). Gebo et l'ombre, como Singularidades de una chica rubia o El extraño caso de Angélica, se aferra así al presente desde una estilizada escena casi sin contracampo y donde cada corte, cada cambio de plano, es un cristal de tiempo que completa lo mostrado abriéndolo al abismo de los años.

La última película de Oliveira tiene que ver, así lo sentimos, con el plano como sepulcro y el off como proyección de las esperanzas de cambio (la fe, la ilusión, materias primas del cine desde su conmovedora infancia). En el primero están los muertos en vida, Gebo, su esposa, la nuera y los escogidos visitantes de la casa del esforzado contable (Lonsdale, Cardinale, Silveira, Moreau; el cine europeo, vamos), bebedores de café y manoseadores de monedas. Del mundo de las sombras llega el hijo pródigo, Trêpa, delincuente, revolucionario con acento inmigrante, inescrupuloso detentador de un ideario más allá de la moral. Oliveira nos deja aquí, incluso antes que Brandão, de cuyo último acto prescinde, pues ya tiene suficiente para plantear lo que quiere: Portugal, ¿tiempo de nuevos mesías?; ¿pero y si el esperado y añorado Rey Sebastián apareciera simplemente para llevarse lo poco que queda y salir por patas? El ex-automovilista Oliveira ejecuta trompos, derrapa y dibuja volantazos a partir de un decantadísimo dispositivo que hace sensible la respiración del cine, el temblor de los fotogramas.

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