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De lo más normal y corriente

Ha causado extrañeza la concesión del Nobel de Literatura. Aunque llevaba años figurando en las quinielas, nadie daba un chavo por Dylan. Son extravagancias escandinavas, decían unos; reclamos de las casas de apuestas, sostenían otros. Sabiéndose un tipo corriente, él habrá sido el primer sorprendido: Dylan siempre se ha considerado eso que ahora se denomina la gente.

Robert Zimmerman es un tío normal. Menos creador de poemas que recolector de versos sin dueño, le agrada verse como performer, actor, un mero intérprete que ha firmado en medio siglo unas 300 coplillas, mera paraliteratura. ¿Y quién no ha juntado un puñado de letras que, reunidas en una vida, igualarían la cifra?

"Fijaos si Bob Dylan es un tío normal", dijo sobre él Tom Petty, "que le preguntas la hora y te la dice". Y eso que no debió de ser fácil para un joven de 23 años, nacido en el rústico Medio Oeste estadounidense, que los medios masivos lo convirtieran de la noche a la mañana en el guía espiritual de la juventud, en el faro de toda una generación.

Él al cabo era como el resto: hijo de un tendero de un pueblo minero, un primera generación que creía no haber nacido para vivir donde nació, que fue instruido en los Estados Unidos de los primeros 50, rodeado de cristianos temores y cristianas culpas, y que soñaba con el circo que paraba de vez en cuando por su pueblo. En un momento concreto, demasiado joven aún, tuvo una oportunidad. Había un micrófono y él. Y dijo lo que muchos pensaban pero que o bien no se atrevieron o simplemente no pudieron decirlo así de alto.

Instantes antes de explotar de impostura, mediados los años 60, encontró divertidas las etiquetas que le adjudicaban al alimón la prensa inglesa y la estadounidense: para la primera era un anarquista y para la segunda, naturalmente, un comunista. A Bob Dylan lo sobrepasó Bob Dylan y todas esas personae que la detonada cultura de masas pretendió que fuera Bob Dylan.

Una tarde, reventado, optó por desaparecer sin dejar rastro hasta ayer. Dylan se ha limitado desde ahí a escribir canciones, grabarlas e interpretarlas en directo sin freno; pasando por la vida, estando, siendo. Sin más.

Cierta vez le pidieron esa condena de que resumiera su (presunto) mensaje en ¡una palabra! "Be", contestó él sin saber donde meterse, igual que le hubiera pasado a cualquier hijo de vecino. "Sean". Sea pues el Nobel para un tío corriente que escribió y cantó lo que otros habrían escrito y cantado si los astros les hubiesen sido propicios.

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