Cultura

Danzas de la buena vida

XII Noches en los Jardines del Real Alcázar. Componentes: José Manuel Vaquero, organetto y zanfoña; Juan Manuel Rubio, zanfoña y fídula; Álvaro Garrido, percusión; Ignacio Gil, flautas y gaita. Programa: Tacuinum Sanitatis (Músicas para el buen vivir): danzas anónimas italianas del siglo XIV. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Lunes 15 de agosto. Aforo: Lleno.

En la cultura musical sevillana hay un antes y un después de la fundación de la ROSS y la construcción del Teatro de la Maestranza y, a otro nivel, también un antes y un después de la creación, hace ya 17 años, de Artefactum, seguramente el conjunto con más intensa actividad y una mayor masa de seguidores de la música antigua local, un puesto que acaso solo le dispute la Orquesta Barroca de Sevilla, lo que no es decir poco.

En los doce años del ciclo del Alcázar no ha habido grupo más presente ni más seguido. Tras el paréntesis de 2010, Artefactum ha vuelto al recinto palaciego, esta vez en formación de cuarteto instrumental, con cuatro recitales programados en lo que será el principio de un trabajo en torno a la salud y el buen vivir tal y como fueron vistos por el médico árabe Ibn Butlan en su Tacuinum sanitatis, todo un best seller de la baja Edad Media. En materia de repertorio, este primer acercamiento ofrece pocas novedades, pues se centró en el famoso Manuscrito de Londres que contiene un conjunto de danzas italianas reunidas a finales del medievo en Florencia, un terreno ya habitual del conjunto, grabación incluida.

El estilo del grupo, desenfadado, suelto, ágil, vitalista, es bien conocido e irrenunciable, de modo que la principal novedad vino de la sonoridad global, reforzada por el añadido de una gaita, que permite nuevos juegos con el color y se tradujo en una exuberante combinación de timbres y de ritmos, con momentos de brillantísimo estallido (piezas interpretadas con gaita y dos zanfoñas), lo que a su vez se convirtió en su punto débil: las mesetas líricas, el reposo delicado de otros recitales (esa fídula o ese organetto en solitario) fueron demasiado breves (también se echaron de menos las improvisaciones de Garrido). Todo sonó enérgico y expansivo, embriagador, aturdidor por momentos, como un vino o un café demasiado fuertes.

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