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Crítica 'La voz dormida'

Pues sí que era otra maldita película sobre la Guerra Civil

La voz dormida. Drama, España, 2011, 128 min. Dirección: Benito Zambrano. Guión: B. Zambrano, C. López-Areal, I. del Moral. Fotografía: Álex Catalán. Música: Magda Rosa Galván. Intérpretes: Inma Cuesta, María León, Marc Clotet, Daniel Holguín, Ana Wagener, Javier Godino, Teresa Calo, Jesús Noguero. Cines: Ábaco, Alameda, Al-Ándalus Bormujos, Avenida, Cineápolis, Plaza de Armas, Nervión Plaza, CineZona, Los Alcores, Metromar.

Con Otra maldita novela sobre la Guerra Civil, Isaac Rosa nos advertía de esa irremediable tendencia de cierta literatura patria a servirse del cronotopo histórico como marco ideal para la ficción de impacto emocional a propósito de lasdos Españas. Sus dardos irónicos y desmitificadores bien podrían valer también para hablar del cine español de la Democracia, que no ha cesado en su empeño de revisitar aquel oscuro episodio de nuestra historia, también los años del primer franquismo, con un ánimo en el que se juntaban la necesidad de realizar obligados ajustes de cuentas políticamente correctos con las fórmulas maniqueas y plomizas del academicismo de corte melodramático ideal para las masas.

A pesar de puntuales excepciones autoconscientes o iconoclastas como Soldados de Salamina o la reciente Pa negre, nuestro cine sigue volviendo una y otra vez a aquel tiempo y sus circunstancias bajo unas mismas y encorsetadas maneras, incapaz de resolver el peliagudo asunto de la memoria histórica colectiva de otra manera que no sea con fondos de cartón-piedra, vestuario recién desempolvado, discreta figuración y corsés argumentales que ponen siempre el punto de vista en un mismo flanco con tendencia a la simplificación ideológica y al esquematismo dramático.

La voz dormida tampoco es una excepción a la regla; es más, prolonga con evidentes limitaciones de producción (apenas dos o tres decorados recurrentes) ese mismo aire rancio, radiofónico y tendencioso que pone su foco en las estrategias del sufrimiento de los vencidos trazadas con escuadra y cartabón para camuflar cualquier asomo de verdad bajo toneladas de maquillaje sentimental tan al gusto de ese público anestesiado con sucedáneos costumbristas en horario de sobremesa.

Fiel al universo emocional de mujeres duras, dignas y sufrientes aplastadas por las circunstancias que tan buenos réditos le diera en la más sincera aunque sobrevalorada Solas, Zambrano se parapeta detrás de su director de fotografía Álex Catalán para manejar con previsible y funcionarial corrección los escasos mimbres de una tragedia anunciada en la que la bandera de la justicia y el amor interrumpido se encadenan en una fórmula infalible para amantes de las interpretaciones extremas (ahí está María León para aguantar lo que haga falta en el límite de la parodia) con demasiadas ganas de identificaciones primarias para poder irse a casa con la catarsis y la buena conciencia bajo el brazo.

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