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Cultura

Los velos del arte

  • Cristina Garrido explora en la AJG Contemporary Art Gallery la vecindad entre la creación artística y la simple mercancía

Comparar un cuadro, una pintura, con una ventana pertenece a nuestra cultura. La metáfora de Alberti se ha convertido en moneda que circula sin que nadie dude de su valor. Menos evidente es considerar la pintura como un velo, aunque sin duda lo sea. El pigmento vela, oculta el lienzo o el papel, e incluso puede decirse que un bodegón o un retrato son otros tantos velos que ocultan la ausencia del objeto o del retratado (evidentemente ellos no están en el cuadro) y también celan o tapan su aspecto cotidiano, vulgar, para convertirlos en arte. La pintura y, en general, la imagen artística serían así una suerte de ceguera: no quiere ver que algo o alguien están lejos, se han ausentado, o se niega a verlos sólo en su hechura de cada día. Ceguera emparentada con el deseo que quiere hacer presente lo ausente o dar valor poético a la prosa de cada día.

La obra de Cristina Garrido (Madrid, 1986) desarrolla, a mi juicio, esta metáfora del velo con singular fertilidad. Lo hace, por ejemplo, interviniendo en postales editadas por colecciones o museos: la obra importante desaparece, se oculta y sólo se muestra a los ojos que buscan, acechando el ángulo de visión adecuado. Despierta así una poética, suscitada por Duchamp y Walter de Maria: la de la obra de arte escondida que sólo se rinde a la imaginación impulsada por el deseo. Pero hay algo más: la denuncia de cómo la obra de arte se convierte en casi objeto de culto y se fija en una reproducción, como las estampas piadosas. Aunque una diferencia: este objeto de culto está además canonizado por el mercado: la obra se convierte en mercancía.

Este parece ser el sentido de otro trabajo de Garrido, Monte de Piedad: tres catálogos de subastas de arte que el espectador puede hojear. Si lo hace no verá las obras: las cubre un blanco velo; quedan los textos, ¿críticos o publicitarios?, que las recomiendan, o simplemente, los precios. Arte y mercancía muestran así su vecindad en una sociedad como la nuestra y Garrido lo hace patente en otra obra, Se traspasa: fotografías de escaparates que, por traspaso o reforma se han pintado de blanco y aparecen velados. El trabajo se completa con un vídeo donde la pintura blanca ahora se aplica a la puerta acristalada de una galería de arte.

Otro vídeo completa la muestra: esta vez el signo son aquellas fundas de muselina con que se cubrían los muebles para protegerlos. Un verso pedido en préstamo a Mallarmé cierra y precisa este juego de metáforas encadenadas, porque al fin de este turno de visión y ceguera en el que se presenta y se oculta la obra de arte (o el objeto del deseo) sólo cabe decir que "nada habrá tenido lugar, salvo el lugar".

Cristina Garrido. AJG Contemporary Art Gallery, Pasaje Francisco Molina, 17; Sevilla. Hasta el 3 de diciembre.

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