Cultura

Es el espíritu, no la letra de la música

Accademia del Piacere. Femás 2012. Componentes: Fahmi Alqhai, Rami Alqhai y Johanna Rose, violas da gamba; Juan Ramón Lara, violone; Enrique Solinís y Miguel Rincón, vihuelas, guitarras, archilaúd; Javier Núñez, clave; Pedro Estevan y David Chupete, percusión. Director: Fahmi Alqhai. Programa: 'Fantasías, diferencias y glosas'. Lugar: Iglesia de San Alberto. Fecha: Viernes, 30 de marzo. Aforo: Lleno.

Hoy, en inusual horario matinal, se cierra el Festival de Música Antigua más redondo de los que haya memoria. Es un placer comprobar que, a pesar de las meritorias actuaciones de conjuntos extranjeros, han sido los jóvenes grupos españoles los que han aportado el toque de distinción y singularidad a la muestra.

Accademia del Piacere lo confirmó ayer con un concierto en el que mostró todo su potencial en el tratamiento de danzas y canciones de los siglos XVI y XVII. Como More Hispano o Forma Antiqva, el conjunto de Fahmi Alqhai no busca una aproximación al sonido original de la música, sino al estilo de interpretación de su época. Es decir, no se trata de que los instrumentos reproduzcan los rastros escritos de aquel repertorio tratando de imitar la supuesta sonoridad de entonces, sino de ponerse en el lugar de un músico de aquel tiempo y tratar los temas como él lo habría hecho, con la libertad y la creatividad que le permitían hacerla suya. Surgen así variaciones, glosas y giros insospechados, que lo mismo recuerdan a una sesión jazzística que nos sumergen por segundos en un tablao flamenco o nos aproximan al escenario donde se dispara el talento de un guitarrista de rock.

Los resultados fueron excepcionales, porque los intérpretes lo son, empezando por el propio Alqhai, que derrochó virtuosismo bien digerido (esa Susana Passeggiata que tanto ha ido cambiando con los años), siguiendo por Enrique Solinís, que es un guitarrista sencillamente prodigioso por musicalidad, agilidad y swing, o pasando por un Pedro Estevan que desde la discreción da un toque de elegancia a cada golpe o rasgueo sobre el pandero o la derbuka.

Con estructura casi de concierto barroco tripartito (rápido y extravertido - lento e introspectivo - fulgurante final), todo el recital fue un canto a la vitalidad, la imaginación y el gozo de la música en vivo, sin dogmas ni academicismos.

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