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Cultura

Contra la historia de los vencedores

  • Nacida en Karachi en 1972, Maryam Jafri despierta el pensamiento con los trabajos que exhibe en el CAAC.

Maryam Jafri. Sombras coloniales. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Avda. Américo Vespucio, 2. Isla de La Cartuja, Sevilla. Hasta el 17 de junio.

El vídeo comienza con planos que parecen escapados de un thriller: los faros de un coche que se encienden seguidos por las luces rojas que se alejan. El viaje no será corto. Transcurre a través del tiempo -el conductor que baja del automóvil es un niño- o quizá del sueño porque de repente el chico se convierte en adulto europeo aunque su atuendo colonial -cazadora y pantalón corto- lo mantiene en la infancia. Cuanto sigue remite a un pasado aún más lejano. Archivo escenificado contrapone dos prácticas y dos ideologías del colonialismo. La más antigua es la de misioneros y educadores: desempeñaron en las colonias una amplia filantropía aunque dirigida a incorporar a la cultura occidental una población autóctona mantenida en posición subalterna. Por eso apenas fueron conscientes de un afán que poco a poco surge entre los colonizados: querían regir por sí mismos su propio destino. Cuando ese deseo se convierte en acción, aparece el otro rostro del colonialismo, el que ansiaba recursos económicos y control político, y estaba dispuesto a conservarlos, reprimiendo con rigor el afán de autogobierno, fuera con la fuerza militar de la metrópolis, con la imposición de un Estado blanco o con la penetración empresarial. El vídeo opone ambas estrategias: la anciana misionera tacha al joven colono de inhumanidad, pero es una querella entre blancos. El temple emocional del enfrentamiento solo provoca la risa del hombre de color que da la espalda al enfrentamiento.

Maryam Jafri (Karachi, 1972) pone el dedo en la llaga. La historia de las colonias, nárrenla evangelizadores, maestros o sanitarios (funcionarios, al fin, de las metrópolis), militares o capitanes de empresa, permanecerá dolorosamente ajena a los colonizados. Es una historia de vencedores, incapaces de ver que, al decir de Benjamin, todo documento de cultura es a la vez documento de barbarie. Por ello el pensador alemán añadía que para escribir la historia había que cepillarla a contrapelo. A eso invita la carcajada del hombre de color.

Jafri que, además de cursar estudios de arte en la Universidad de Nueva York y en el Museo Whitney, es licenciada en literatura inglesa y norteamericana por la Universidad Brown, analiza cómo se escribe la historia desde los centros de poder. Sitio de Khartoum, 1884, muestra el paralelo entre la narración de la guerra del Sudán, que a fines del siglo XIX mantuvo el ejército colonial británico contra los grupos reunidos en torno al Mahdí, y la de Iraq: análoga acusación de barbarie, análoga justificación de la intervención, análogos cantos de victoria.

Más lejos lleva otro vídeo, Muerte con amigos, en el que la autora piensa en imágenes la autobiografía de Mohamed Babur que entre los siglos XV y XVI creó un imperio que se extendía por el norte de la India y tierras de Pakistán y Afganistán. La brutal narración de la conquista alterna con la evocación de deseos y encuentros amorosos del conquistador, y con la placentera vida de la corte.

Esta dimensión individual de la dominación se sugiere también en otra obra, Teatro Americano. Proyecta fotografías de producciones escénicas en Estados Unidos anteriores a 1950, mientras tres actores leen fragmentos de las actas del Comité Nacional de Actividades Antiamericanas, creado por el senador McCarthy que llegó a prohibir el teatro de Brecht y apartó de su profesión a artistas y actores considerados comunistas. El hecho de que el Comité exigiera la delación (y que muchos la aceptaran y la llevaran a cabo) muestra que la violencia y la dominación puede llegar a quebrantar la conciencia individual, hasta apropiarse de ella, como ideología, y modificar la visión de las cosas.

El trabajo de Jafri cuestiona, en primer lugar, el etnocentrismo de la cultura occidental. Lo evidencia Archivo escenificado pero también Dibujando Europa. Pangea, una impresión digital que tacha de ilusoria centralidad europea (¿no lo sugiere así el papel de las economías emergentes en la actual crisis económica?). Toca, en segundo lugar, algo que nos afecta dolorosamente: alerta de la distancia que media entre historia y memoria del vencedor. Ignorar esa distancia equivale a silenciar el dolor y falsear la identidad de muchas gentes a quienes se les niega su pasado. Sugiere, por último, que ambos problemas no son sólo académicos: de un modo u otro modelan la cultura y con ella los mundos individuales. Esa es la fertilidad de la muestra. Cabe añadir algo más: trabajos como los de Jafri dejan en nada la opinión de ciertos eruditos que se encojen de hombros ante el arte contemporáneo. Estos trabajos de notable atractivo formal y alto contenido crítico (derivado de una rigurosa formación en humanidades y ciencias sociales), articulan una constelación de imágenes que despiertan el pensamiento. No cabe pedir más.

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